Las elecciones de 2026 son el mayor reto que actualmente enfrenta Colombia; de su resultado dependen el mantenimiento de la democracia y de las libertades constitucionales para más de 52 millones de ciudadanos. El péndulo de la política sigue su marcha hacia la derecha en el continente suramericano y el rojo que tiñe su superficie está desapareciendo, especialmente debido a los recientes resultados logrados en Chile, así como por la presión internacional para que Venezuela pueda sentar en el palacio de Miraflores a Edmundo González, quien ampliamente ganó las elecciones el pasado 28 de julio de 2024.
La democracia en Colombia enfrentará en 2026 varias amenazas como el voto populista que está siendo impulsado por el Gobierno desde su posesión en 2022, gracias a la distribución de subsidios para comprar conciencias, pero también existe la posibilidad de la trampa desde las mismas mesas de votación, así como la aberrante compra de votos por ‘un sancocho’ o por el billete de 50.000, pero además se tendrá la presión que ejercen las armas de los diferentes grupos al margen de la ley en más de 890 municipios, según reporta la Defensoría del Pueblo, especialmente en aquellos territorios donde se disputan el cultivo de la coca y los corredores de movilidad para la salida de la droga.
El país está cansado del engaño, de las mentiras, de la corrupción rampante en los entornos del Gobierno, de las falsas promesas, de la instigación al odio y a la lucha de clases, del despilfarro y saqueo de las arcas del Estado, de un equipo de Gobierno desastroso, pero sobre todo, está dolido al haber experimentado en carne propia los abusos de una izquierda recalcitrante que llegó al poder sedienta de venganza y hambrienta de poder, causando un profundo deterioro en la política, la economía y en la sociedad en general, heridas que tomará varios años en poder curarlas.
Los zurdos saben que han perdido su gran oportunidad de demostrar que estaban calificados para gobernar y que podían darle un cambio significativo a la política y, en general, al país; es por ello que empleando todas las formas de lucha harán lo imposible para tratar de aferrarse al poder y para ello las ‘bodegas’ ideologizadas les serán de gran utilidad, apoyándose en la narrativa mediática, como lo hicieron durante la famosa e inducida protesta social que buscaba desestabilizar el gobierno de Iván Duque, disfrazándola de espontaneo ‘estallido social’.
Como se ha observado en otros países, los medios y las redes sociales juegan un papel muy importante en la orientación de la intensión de voto de los electores; la divulgación de falsas encuestas, los mensajes distorsionados buscando deslegitimar a los opositores políticos presentándolos como cuestionados en su integridad y valores, calificándolos de paramilitares y narcotraficantes, así como buscando ‘lavar’ la imagen de sus propios candidatos, haciéndolos aparecer como los mesías que enarbolarán las banderas anticorrupción y de únicos defensores del proletariado, solo buscan distorsionar las realidades y manipular la voluntad de los electores.
La unión hace la fuerza y es por esto que lograr las mayorías en las elecciones parlamentarias se constituye en una meta de gran valor para ganar la elección presidencial; tratar de alcanzar el triunfo por un amplio margen en la primera vuelta presidencial ayudará a fortalecer al estado social de derecho y será una demostración de que la población se embarca en un verdadero cambio de ideología política que busca el progreso, desarrollo y prosperidad de todo un país, mientras que quienes buscan ganar en la segunda vuelta, automáticamente están aceptando la derrota y corren el riesgo de dejar en manos del socialismo del siglo XXI la suerte de los colombianos, gracias a sus ambiciones y egos personales.
Para las próximas elecciones se debe capitalizar el descontento que ha generado este desastroso experimento del desgobierno de izquierda, especialmente por la crisis de legitimidad; es necesario lograr el voto de la juventud, que debido a un falso discurso zurdo cree que los malos son los adalides de la justicia, cuando en realidad son los causantes de las desgracias que nos están afectando, pero también se requiere conservar la aprobación de los mayores que se sienten traicionados por los engaños y las falsas promesas de ‘un encantador de serpientes’.
Recordar que el fin último de la política es el bien común y que al elector no se le puede ni se debe engañar; debemos recuperar la confianza en la política.