Con motivo de las campañas electorales que se vienen desarrollando en Colombia para elegir el próximo 8 de marzo de 2026 a los integrantes del Congreso de la República y el 31 de mayo de 2026 al presidente y vicepresidente de la República, insisto en que lo fundamental hoy en Colombia es recuperar y fortalecer los nortes éticos. Es enfocar las campañas en cómo resolver los problemas que tenemos y en cómo lograr que se gobierne con base en principios éticos que permitan establecer mecanismos y prácticas como la cero tolerancia frente a la corrupción, el despilfarro y la mentira, así como la cero tolerancia frente a las marcadas desigualdades y discriminaciones sociales, la violencia en todas sus manifestaciones y modalidades, y ante la contaminación ambiental.

Poco estamos conociendo de compromisos públicos reales de los aspirantes frente a los problemas del país y, por el contrario, estamos asistiendo, desde todas las orillas políticas, a un clima de odios, de descalificaciones, donde el mayor damnificado es la falta de la verdad y de grandeza para reconocer los méritos de los contrarios.

En ese sentido, considero que lo fundamental en cada uno de los candidatos y candidatas es que no vivan prisioneros del remolino de las encuestas, de las descalificaciones recíprocas, del lenguaje violento y menos que desconozcan el derecho democrático de los candidatos a ser diferentes.

Es bueno anotar que, en las condiciones particulares de Colombia, nos guste o no, el próximo 8 de marzo habremos elegido popularmente un nuevo Congreso de la República y que el 31 de mayo conoceremos públicamente los nombres del nuevo presidente y vicepresidente de Colombia o, en su defecto, los nombres de quienes pasarán a segunda vuelta, que se realizará el domingo 21 de junio de 2026, de acuerdo con la Constitución Nacional.

En ese orden de ideas, invito a las personas que votaremos en las elecciones de 2026 a que, “unidos en la diferencia”, exijamos a cada uno de los candidatos y candidatas, y en especial a quienes recibirán nuestro voto, que expresen claramente cuáles son sus nortes éticos. En democracia no todo vale, especialmente cuando se trata de prácticas antidemocráticas y corruptas como la compra de votos o el establecimiento de alianzas hasta con el diablo a fin de ganar unas elecciones, porque las consecuencias negativas de dichos comportamientos las terminan pagando la población y los programas sociales a su favor al desviar o utilizar los recursos del erario público en prácticas corruptas.

Por ello, invito fraternalmente a la ciudadanía votante en las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2026 a que “se ponga las pilas” para evitar que los candidatos de sus simpatías políticas cambien sectarismos políticos o sociales por la importancia de tener compromisos reales con nortes éticos. No olvidemos que lo fundamental en cualquier democracia no es tener gobernantes o parlamentarios que promuevan sectarismos políticos, étnicos o sociales, ni nostalgias del pasado, sino dirigentes que enseñen desde los cargos públicos con su propio ejemplo de vida. En otras palabras, que tengan nortes éticos.