El continente ha tenido dos presidentes de izquierda dura, Lula en Brasil y en su día Pepe Mujica en el Uruguay, que no tenían ni tienen un pelo de pendejos. Lula, cuya amplia experiencia sindical le ha permitido entender que la industria petrolera del Brasil genera cientos de miles de empleos, reconoce la necesidad de avanzar hacia energías limpias (Brasil tiene una matriz eléctrica ya bastante verde, con hidroelectricidad y biocombustibles), pero defiende agresivamente los nuevos desarrollos e inversiones de Petrobras. Lula públicamente sostiene: “No se puede apagar el interruptor del petróleo de la noche a la mañana”. Otro ejemplo de que Lula no está en ribetes poéticos o peleas inútiles, sino pensando en el futuro de sus compatriotas es la reunión que sostuvo este domingo en Kuala Lumpur con su homólogo estadounidense, Donald Trump.
Según informes de prensa, Lula calificó como “excelente” la reunión, donde ambos mandatarios acordaron iniciar de inmediato un proceso de diálogo para resolver la crisis comercial generada por los nuevos aranceles impuestos por Washington a productos brasileños. Lula destacó el tono conciliador del encuentro. “Abordamos con franqueza la agenda económica bilateral y acordamos avanzar de inmediato en la búsqueda de soluciones para los aranceles y sanciones impuestas a las autoridades brasileñas”. El encuentro, que se extendió por cerca de 45 minutos, fue descrito por el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, como “muy positivo y constructivo”.
Tanto Lula como Mujica aceptaban la enorme capacidad del sector privado para generar empleo, atraer inversión y reducir la pobreza por medio de sus aportes en impuestos; y que necesitaban apoyos empresariales para asegurar el crecimiento de sus economías. Para ambos mandatarios rechazar o destruir al sector privado haría muy difícil construir gobernabilidad; y que en democracias de libre empresa –como son Brasil y Uruguay– el sector privado no solo crea empleo inmediato, atrae inversión nacional y extranjera, sino que construye capacidades gerenciales que enriquecen el capital social de los países. Según un analista, “Lula históricamente combinó bienestar social con incentivos al mercado. Mujica, aun crítico del consumismo, aceptó que el país necesita empresas para exportar y crear empleo”. Ambos entendían que los ataques frontales contra el sector empresarial generalmente conducen a “fuga de capitales y eventualmente a vetos y sanciones que exacerban la inflación y aumentan el desempleo, efectos cuyas consecuencias golpean primero a los sectores más pobres que presumiblemente la izquierda pretende proteger”.
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Apostilla: La victoria del presidente Javier Milei en las elecciones legislativas le otorga legitimidad para continuar con su programa de reformas económicas radicales y políticas de austeridad. En el Congreso, Milei podrá defender sus decretos con mayor facilidad, limitando la capacidad de la oposición para revertir sus medidas, o iniciar procesos distintos. La victoria de Milei, pese al malestar generado por los recortes y ajustes fiscales, refleja el temor social de los argentinos a regresar a las crisis económicas del pasado, crisis generada casi en su totalidad por la incompetencia y venalidad de los peronistas.
Para el diario El País de España, “las acciones argentinas vuelan y el peso se aprecia más del 10 % tras la contundente victoria de Javier Milei con el 41 % de los votos en las elecciones legislativas. Las principales compañías del país sudamericano arrancaron este lunes con subidas de hasta el 30 % como respuesta al triunfo del partido oficialista La Libertad Avanza sobre el peronismo por una diferencia de nueve puntos”.