El presidente de la Corte Constitucional, Jorge Enrique Ibáñez Najar, en días pasados, ante el Congreso de Comerciantes de Fenalco, lanzó un mensaje contundente: el comercio no es únicamente un motor económico, sino un soporte esencial de la cohesión social y de la democracia. En un país desigual y con enormes retos institucionales, el comerciante formal representa estabilidad y oportunidades, mientras que la empresa privada, enmarcada en la Constitución, es garante de libertad e inclusión. Sin estabilidad jurídica, independencia judicial y respeto a la legalidad, no existe un terreno fértil para que florezca la actividad empresarial.
Además, también el comercio es el mayor generador de empleo. En el trimestre septiembre-noviembre de 2024, empleó a 7.886.000 personas, el 33,4 % del total de ocupados del país, y el 43 % de los jóvenes en edad de trabajar, en Colombia.
El magistrado recordó que la Constitución adoptó un modelo de economía social de mercado, en el que la iniciativa privada impulsa el desarrollo, pero bajo límites que aseguren derechos y prevalencia del interés general. La Corte ha sido clara: ni un Estado débil que renuncie a intervenir donde es necesario, ni un Estado absoluto que limite injustificadamente la autonomía privada. Defender este equilibrio no es ideología, es mandato constitucional. La frase común lo resume en: “El mercado privado hasta donde sea posible, y el Estado hasta donde sea necesario”.
El discurso también fue advertencia: las democracias ya no mueren de golpe, sino que se erosionan lentamente. Populismo autoritario, corrupción, captura institucional, polarización extrema y connivencia con estructuras criminales son los riesgos más graves que enfrenta Colombia. A ello se suma el debilitamiento de la independencia judicial, que no es un privilegio de jueces, sino condición indispensable para que la justicia actúe como último dique frente al abuso de poder.
Aquí surge una pregunta inevitable: ¿estamos dispuestos a dejar que la democracia se erosione lentamente, normalizando la corrupción y la captura institucional? O, por el contrario, ¿asumimos juntos la tarea de defender las reglas claras, la independencia judicial y el comercio formal como bases de nuestra libertad?
Ibáñez Najar también reivindicó al empresariado como socio estratégico del Estado en la construcción de país. No hay antagonismo entre lo público y lo privado: se potencian mutuamente. Donde hay instituciones sólidas, florece un comercio vigoroso; donde hay un empresariado fuerte, se fortalece la democracia social y económica. En este sentido, Fenalco, durante ochenta años, ha sido voz colectiva del comercio formal y su defensa es también defensa del Estado social de derecho.
Y conviene recordar: cada uno de nosotros no es un espectador pasivo. Cada vez que exigimos legalidad, respeto por las instituciones y apoyo a la economía formal, nos convertimos en protagonistas de la defensa constitucional. La democracia no se protege sola: necesita acción constante de nuestra voces y de nuestras decisiones.
Defender la Constitución es defender el país. La voz de Ibáñez Najar es la de una institución que recuerda que, sin reglas claras, sin justicia autónoma, sin libre empresa y sin comercio formal, la democracia se debilita. Colombia no puede permitirse ese retroceso. La Constitución no es un libro en la biblioteca de los jueces, es el contrato vivo que nos protege a todos. Pero ese contrato se resquebraja si dejamos de reclamar su vigencia.
Cita de la semana: “Las normas no son más que letra muerta sin eficacia cuando el contenido de tales requerimientos no se incorpora a la conducta humana”. Konrad Hesse, Escritos de derecho constitucional (1983).