Un hallazgo en España ha generado entusiasmo en la comunidad médica internacional: investigadores descubrieron que una molécula que es producida por el propio organismo tiene la capacidad de convertirse en la base de terapias capaces de frenar el daño cerebral causado por el Parkinson.
Hasta ahora, los tratamientos solo ayudaban a controlar los temblores, la rigidez y la lentitud al moverse, pero no podían detener el progreso de la enfermedad.
Este nuevo descubrimiento puede cambiar la forma de tratar el Parkinson, el cual es una de las enfermedades que más alcanza a personas mayores.
La hormona que funciona como guardián natural de las neuronas
El estudio, realizado por el Instituto de Investigación Biomédica de Málaga y la Universidad de Málaga, enseñó que el IGF-II (un factor de crecimiento producido de manera natural en el cuerpo) cumple un papel protector sobre las neuronas más afectadas por el Parkinson.
Los especialistas comprobaron que esta sustancia no solo protege a las células nerviosas del daño, sino que además ayuda a que recuperen parte de su funcionamiento. En particular, observaron mejoras en las mitocondrias, los pequeños “motores” celulares que generan energía y que suelen fallar en los pacientes con esta patología.
Los resultados, publicados en la revista Journal of Advanced Research, muestran que este hallazgo podría marcar un antes y un después en la lucha contra una enfermedad que hasta el momento no tiene cura.
¿Cómo comprobaron la función de esta hormona?
Para comprobarlo, los investigadores recrearon células cerebrales para así similar a las neuronas que sufren con el Parkinson. Una vez ello aplicaron el IGF-II y se dieron cuenta que las células se defendían mejor, pues estas conservaban la energía y sobrevivieron por más tiempo. El triple efecto consiste en proteger, reparar y prolongar la vida de las neuronas.
De confirmarse en estudios posteriores, podría dar lugar a fármacos capaces de ralentizar el deterioro neurológico en lugar de limitarse a disimular los síntomas.
El Parkinson se reconoce sobre todo por los temblores, la rigidez y la lentitud al moverse. Estos síntomas aparecen porque poco a poco se van perdiendo las neuronas que producen dopamina en una parte del cerebro. Hasta ahora no había forma de frenar ese deterioro, pero el IGF-II puede ofrecer una nueva esperanza.
Los científicos coinciden en que este es apenas el comienzo, pero subrayan que la investigación española aporta un rayo de luz en la búsqueda de un tratamiento verdaderamente transformador contra esta enfermedad.