Casi cualquier conductor se ha encontrado en esta situación: circula hacia una intersección regulada por semáforo y, justo a unos metros del cruce, el verde cambia a amarillo. Durante ese instante, breve pero decisivo, la pregunta se repite una y otra vez en la cabeza: ¿debe frenar o continuar?
La escena es tan cotidiana que la mayoría actúa por intuición, por costumbre o incluso por presión del tráfico que viene detrás. Pero, aunque pueda parecer una elección personal, la normativa es clara y determina exactamente qué debe hacerse ante una luz amarilla.
Y lo sorprendente es que muchos conductores creen actuar correctamente cuando en realidad están cometiendo un error que puede traducirse en una infracción grave.
¿Qué significa realmente la luz amarilla en el semáforo?
Aunque el color de las luces que emite un semáforo es de carácter universal, es preciso señalar que según el Manual de Señalización Vial en Colombia, indica que la luz amarilla “advierte a los conductores de cualquier clase de vehículo, que el intervalo de verde asignado a un flujo vehicular ha terminado y está a punto de iniciar el intervalo de rojo; por tanto, se debe asumir una conducta segura, deteniendo la marcha antes de la línea de detención, a menos que se esté muy próximo a la intersección, y una maniobra de frenado intempestiva, pueda ocasionar un choque por alcance u otra situación riesgosa para diversos actores viales presentes en la zona de intersección o en la vía”.
Además, advierte que si ese llegar a ser el caso “el vehículo mantendrá la prelación hasta abandonar la intersección, aun durante el cambio de intervalo. En cualquier caso, una señalización en color amarillo (sola o en combinación de otro color del semáforo) no debe entenderse como indicación para iniciar la marcha, ni mucho menos para incrementar la velocidad de circulación a través de la intersección”.
Esto implica dos cosas:
Si puede frenar con normalidad, debe hacerlo.
Solo está permitido pasar cuando detenerse de forma repentina pueda provocar un accidente, por ejemplo un alcance del vehículo que circula detrás.
En otras palabras, el amarillo no es una invitación a acelerar para “aprovechar” los últimos segundos. El criterio central es la seguridad y no la rapidez.
La situación cambia ligeramente cuando la luz amarilla aparece en modo intermitente, algo habitual en glorietas o cruces con visibilidad reducida. En estos casos no es obligatorio detenerse, pero sí extremar la precaución y ceder el paso cuando sea necesario.
Además, este tipo de semáforo no anula otras señales complementarias, como un pare o un ceda el paso, que deben obedecerse igualmente.
Multas y consecuencias
Las consecuencias de actuar de manera incorrecta pueden ser más serias de lo que muchos imaginan. La infracción más habitual asociada a esta situación es entrar en el cruce cuando la luz ya ha cambiado a rojo, algo que puede ocurrir fácilmente si se decide “ganar el amarillo” a base de acelerar.
Saltarse un semáforo en rojo constituye una infracción grave, y está consignada en el Código Nacional de Tránsito como una infracción tipo D4, la cual da para una sanción económica de 30 salarios mínimos legales vigentes, monto que asciende a $ 1′204.762.
Además, no respetar una señal que obliga a detenerse, aunque no llegue a materializarse en un cruce en rojo, también puede ser sancionada. Y, si la maniobra pone en peligro a otros usuarios, la conducta podría considerarse conducción temeraria.