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Colombia es una enfermedad del alma

Después de la polémica adaptación al cine de su libro ‘La virgen de los sicarios’ Fernando Vallejo reaparece con la novela ‘El desbarrancadero’. El escritor respondió a SEMANA algunas preguntas sobre esta obra.

16 de abril de 2001

Fernando Vallejo es odiado, admirado, querido, idolatrado pero nunca pasa inadvertido. Detrás de cada uno de sus libros hay una queja contra la vida, un lamento por la suerte del país, un ataque contra la sociedad. Incluso Chapolas negras, una biografía del poeta José Asunción Silva, está plagada de insultos y reclamos. Y qué decir de La virgen de los sicarios.

Su más reciente novela, El desbarrancadero, mantiene el lenguaje provocador para describir, esta vez, su propio drama familiar y la muerte de Darío, su hermano. En este libro Vallejo habla mal hasta de su propia madre y hace cada vez más evidente su desazón por la vida. Desde México el escritor antioqueño respondió a SEMANA algunas inquietudes sobre esta obra.

SEMANA: En su novela ‘La Virgen de los sicarios’, e incluso en la película, mucha gente confunde la realidad con la ficción. ¿En ‘El desbarrancadero’ ¿qué tanto hay de ficción?

Fernando Vallejo: Todos los muertos de La Virgen de los vicarios son reales: los maté en mi corazón. Y no hay nada de ficción en El desbarrancadero. Para mí ficción es sinónimo de mentira, y yo odio la mentira. Lo cual no quiere decir que me sienta poseedor de la verdad porque sé que la verdad es cambiante: cambia con las épocas, con las sociedades, con las personas y, lo que es más, cambia con uno mismo: mucho de lo que fue verdad para mí cuando era un niño ha dejado de serlo ahora que ya casi soy un viejo.

SEMANA: Usted ha escrito contra todo. En este libro llama a su madre ‘La Loca’ y dice, entre otras cosas: “Ella era más dañina que el sida”. ¿Contra quién más va a arremeter?

F.V.: Mi mamá fue un verdadero desastre. Una mujer que tiene nueve hijos es un verdadero desastre, un ser dañino. Y loca siempre estuvo. En mi libro le puse el calificativo que más le cuadraba pues resolví nunca más pronunciar su nombre. Eso es lo que hago siempre con todos los que borro de mi corazón y de mi cabeza.

SEMANA: En cada página de su nuevo libro hay una crítica contra Colombia pero también habla de uno que otro recuerdo hermoso de su infancia. ¿Hay algo que extrañe especialmente del país?

F.V.: Para mí Colombia no es un país, es una enfermedad del alma. Una que no me va a curar sino la muerte. Lo que más extraño de mi infancia es a mi abuela, Raquel Pizano, cuyo recuerdo no logro sacarme de la cabeza por más que lo intento.

SEMANA: Usted escribe contra todo y sus opiniones siempre generan polémica, algo de lo que los medios de comunicación se han aprovechado. ¿Le molesta eso?

F.V.: Yo no escribo contra todo: he escrito incontables párrafos y páginas diciendo mi amor por mi abuela Raquel Pizano, por mi papá, por mi hermano Darío, por mi perra Bruja. Y por muchos, muchos, muchos más... En cuanto a los medios de comunicación, en el curso de los 18 años que llevo escribiendo han salido en los periódicos de Colombia cantidad de artículos llenos de comprensión y de aprecio por mí, si no es que a veces de cariño. Yo guardo los recortes de esos artículos como un tesoro.

SEMANA: ¿No es paradójico que alguien que está en contra de todo sea tan popular entre el público lector?

F.V.: A mí hay mucha gente que me quiere, y se lo digo porque me lo han dicho. Y no estoy en contra de todo: estoy, por ejemplo, en favor del respeto a los animales, a quienes considero mi prójimo.

SEMANA: A pesar de que su escritura está cargada de pesimismo y de críticas contra la sociedad en su lenguaje lo negativo se hace bello. Siempre hay una muestra de esperanza. ¿Es su propósito?

F.V.: Yo no tengo ninguna esperanza. Estoy convencido de que la vida no va para ninguna parte sino es para la muerte y el olvido. Ni Dios ni el cielo existen, desgraciadamente, y nos vamos a volver todos polvo y ceniza.

SEMANA: Quien lea sus libros puede pensar que muy pocas cosas lo motivan en la vida. ¿Es así?

F.V.: Sí, así es, ya nada me motiva a mí en la vida.

SEMANA: Usted es un gran melómano y en ‘El desbarrancadero’ confiesa su odio por la samba. ¿Qué música realmente lo apasiona?

F.V.: La música que más quiero es la de Gluck y Mozart, los máximos prodigios del espíritu. A su lado la literatura es nada y la pintura es nada y la arquitectura es nada y el cine es nada y el basuco es nada y el sexo es nada. Ellos para mí son lo máximo.

SEMANA: En ‘El desbarrancadero’ habla de que su hermano Silvio “se voló de un tiro la cabeza”. ¿Qué piensa del suicidio?

F.V.: Uno se mata cuando está acorralado; si no sigue adelante, por algo que yo llamaría la “inercia vital”. Por ella sigo yo aquí, muy a mi pesar, por ese impulso... Y dejemos esto en puntos suspensivos...

SEMANA: ¿Le preocupa la muerte?

F.V.: Pienso en ella todos los días: ¿Cuándo será que me voy a morir? Hoy debería regresar a Colombia a ver si salgo de una vez de esto...