"La producción primaria de los manglares del delta del Atrato es una de las mayores del mundo debido a su ubicación privilegiada". | Foto: Cortesía Juan Felipe Blanco Libreros

MEDIOAMBIENTE

¿Para qué sirven los manglares que unen al Atrato con el Caribe?

El delta del Atrato garantiza el crecimiento de manglares, vitales para la vida en la cuenca del río y del mar Caribe.

Juan Felipe Blanco Libreros*
15 de diciembre de 2017

En la lengua de los indígenas katíos la palabra Urabá significa ‘tierra prometida’. Basta con mirar la zona que abarca y apreciar toda su belleza y riqueza natural, para entender por qué. El majestuoso río Atrato desemboca en la parte meridional de la costa occidental del golfo de Urabá donde se crea un delta digitado con la forma de una mano, que se extiende por cerca de un centenar de kilómetros. Cada uno de sus ‘dígitos’ es una boca o canal distributario por los que se vierte al mar Caribe el segundo mayor caudal de agua dulce del país (el primero es el río Magdalena). Este caudal arrastra también sedimentos desde las partes alta y media de la cuenca ubicada en el departamento del Chocó, estos se depositan en el litoral del golfo y forman los ‘dígitos’, que se extienden día a día.

Esta mano, textualmente, nace en el cielo. El Atrato se origina sobre las montañas de la cordillera Occidental y la serranía del Baudó, en el departamento del Chocó, región que alberga algunos de los sitios más lluviosos del mundo, uno de ellos tiene el bello nombre de ‘Lloró’. En esa zona se han llegado a registrar precipitaciones de más de 10.000 milímetros cúbicos, una medida que equivale a llenar un recipiente de un metro cuadrado de base por diez metros de alto durante un año. Pero, como han señalado varios científicos, en algunas temporadas se ha duplicado esta cifra.

Esta abundancia de agua dulce es la responsable de la formación de numerosas ciénagas a lo largo del río Atrato y particularmente en su delta. Pero también diluye la salinidad del mar en el litoral del golfo proveyendo las condiciones para el asentamiento de un tipo de bosque único en el planeta: el manglar, la selva del mar tropical. Esta es una franja estrecha de decenas o centenares de metros entre la orilla del océano y la tierra adentro formada por árboles de diferentes familias.

Todos ellos, a través de los años, han logrado colonizar esta zona en la que otras plantas no pueden sobrevivir debido a la salinidad del mar. Lo que hacen los manglares es lidiar con el exceso de sales excretándolas a través de los troncos o de las hojas. Dicho estrés es menor en las bocas del Atrato. Por eso ahí florecen los bosques casi monoespecíficos del mangle rojo, colorado o canillón, Rhizophora mangle; bosques centenarios (en algunas partes) conformados por árboles cuyos troncos superan los diez metros de alto y el medio metro de diámetro.

La producción primaria de los manglares del delta del Atrato es una de las mayores del mundo debido a su ubicación privilegiada. Además de recibir mucha lluvia y escorrentía de agua dulce, su temperatura es cálida todo el año y no se ve afectada por el impacto de ningún huracán o tormenta tropical del Caribe.

Dicha producción, entendida como la cantidad de hojas, flores, frutos y ramas que caen de la copa de los árboles, se acerca a las 20 toneladas por hectárea cada año. Esta masa, junto a la que representan los árboles en pie y la materia bajo el suelo, se conoce como “carbono azul”. Este es el pilar de la discusión sobre la importancia de los manglares en la regulación del calentamiento atmosférico global y regional. También es la base para afirmar que los manglares son salacuna y sitio de alimentación de los peces de importancia para las pesquerías artesanales. En las bocas del Atrato, los pescadores desembarcan más de 50 especies que pasan, al menos una parte de sus vidas, entre las raíces del manglar. Más de 400 personas dependen de la pesca artesanal en esa zona.

Esta belleza natural no está exenta de los desastres ambientales que suceden en la cuenca alta del río por cuenta de la tala de los bosques y la minería, ambas ilegales en la mayoría de los casos. Aunque se desconocen los efectos del depósito de sedimentos cargados de metales pesados en el delta, no hay que ser un ecotoxicólogo profesional para sospechar que deben existir efectos crónicos sobre los árboles y la fauna asociada, producto de la crisis ambiental aguas arriba. Durante años varios biólogos y yo hemos estudiado estos manglares y su biodiversidad, y siempre nos hemos sentido maravillados por su belleza y funcionamiento. Tal vez llegó la hora de estudiarlos y cuidarlos con un ojo clínico, como partes, miembros o extremidades que dan cuenta de la salud de un sujeto de derechos.

*Ph.D. Profesor titular del Instituto de Biología  de la Universidad de Antioquia.

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