A los 14 años el 10 de la selección debutó en el fútbol profesional colombiano. Su sueño era tener un cupo en el equipo de mayores de Envigado. | Foto: Cortesía Envigado F.C.

DEPORTES

El debut de James Rodríguez con la camiseta naranja del Envigado

En la tarde del 21 de mayo de 2006 entró al campo con el número 15 a su espalda y le hizo un túnel a un rival. Así pasó por el equipo paisa.

Nicolás Samper C*
1 de agosto de 2018

Después de los entrenamientos solía quedarse una hora, o casi dos, pateando balones contra las porterías desoladas del coqueto estadio Polideportivo Sur, el único en donde se pueden ver varios partidos de fútbol simultáneamente. Así era la vida de James Rodríguez a los 14 años. Entrenaba mucho para poder dar el salto, se sobreesforzaba para no ser uno de esos cracks olvidados de barrio que se quedaron en el camino. No le gustaba perder. Quería que todos esos remates que ejecutaba en soledad, fueran dentro del arco, al ángulo.

Su sueño era tener un cupo en el equipo de mayores de Envigado. Pero debía competir contra veteranos como Andrés Casallas, Jonathan Estrada, Gustavo Bolívar y Frank Pacheco, quienes eran los titulares en el medio campo. Aunque suene paradójico, James tuvo suerte porque durante ese periodo el equipo naranja vivía una gran crisis de resultados, así que el club, que ha sido desde hace años una cantera inagotable de buenos futbolistas, decidió apostar por los jovencitos para al menos mantener a flote a la institución en medio de la tormenta deportiva.

Por eso el entrenador Hugo Castaño, el mismo que en 1991 llevó al Envigado a la primera división, le dio la palmadita en la espalda a James. Los tiempos eran veloces y generosos con ese muchachito de modales tranquilos y buen trato de balón, que se transformaba en una bestia irascible cada vez que perdía un partido.

Había llegado a la escuadra naranja un año atrás proveniente de la Academia Tolimense. Rodríguez, como si fuera una burla del destino, seguía de alguna forma los pasos de su padre Wilson James –quien ya no vivía con él–, que vistió en su momento las camisetas del Tolima y del Envigado. Para aumentar el dramatismo de esta historia, el primer onceno que enfrentaría el jovencito sería el del lugar donde nació: el Cúcuta Deportivo, donde también jugó su papá.

James tenía todo el respaldo de su madre, Pilar Rubio (quien se había separado de Wilson) y de su padrastro, Juan Carlos Restrepo (un hombre que le inculcó una férrea disciplina). Ellos sabían que el chico llegaría a la primera división, que todo era una cuestión de paciencia y esfuerzo. Su trabajo se vio recompensado el 21 de mayo de 2006. En el segundo tiempo, el entrenador Hugo Castaño lo mandó al campo. El chico entró eufórico con el número 15 a su espalda. Contó con minutos suficientes para mostrar su calidad, tuvo el descaro de hacerle un túnel a uno de sus maduros oponentes, acto que fue castigado con una severa patada del rival. Había que pegarle al 15 para enseñarle un poco de respeto. Luego cobró un tiro libre, de esos que tanto entrenaba, que pasó muy cerca de la portería. James, no lo olvidemos, tenía solo 14 años. Al final su equipo perdió 1-2 contra el Cúcuta (otra vez, el Cúcuta) y tras la seguidilla de malos resultados volvería a la segunda división.

Sin embargo, él no se quitó la camiseta naranja. Pudo haberse ido al Nacional o al Medellín; no lo hizo. Sabía que el Envigado tenía un convenio de intercambio de jugadores con el club argentino Banfield y presentía que su futuro estaba en el sur del continente. Junto a Giovanni Moreno y a Dorlan Pabón, James brilló en la segunda división, tanto que su equipo regresó después de un año a primera. Ahí estuvo el hijo de Pilar, para ayudar en ese propósito. Lo que vino después ya todos lo hemos visto. Pero esa historia comenzó en el Envigado.

*Periodista.