Después de ocho cirugías y dos años y medio de fisioterapias, Malagón pasó los exámenes médicos y pudo volver a pilotar. | Foto: Archivo Particular

HÉROES

Miguel Ángel Malagón, el piloto de Black Hawk que salva vidas

En una operación de rescate, este capitán recibió una descarga de fusil que por poco le hace perder el antebrazo izquierdo. Pensó que no volvería a volar, pero su voluntad lo puso de nuevo en los aires.

14 de julio de 2018

El 11 de noviembre de 2014. Los diálogos de paz entre el gobierno y las Farc avanzan, sin embargo, en las selvas del país, los fusiles no se callan. En Belén de los Andaquíes (Caquetá), 30 soldados resisten el fuego de la guerrilla. Uno de sus hombres fue herido por una mina antipersona y espera la llegada de un helicóptero para llevarlo al hospital.

En la base, el piloto y capitán Miguel Ángel Malagón Páez despega el Black Hawk con un equipo de siete soldados. Tres de ellos deberán descender por cuerdas, aferrar el herido a una camilla y subirlo. La expedición va escoltada por un ‘cazador’, que es un helicóptero con mayor poder de ataque.

Al llegar al área, entra primero el cazador con ráfagas de ametralladora y se retira cuando cree que ha despejado la zona. Luego lo hace el Black Hawk y una vez reduce su altura recibe descargas de fusil. Cuando la aeronave llega al punto exacto del rescate y se suspende a diez metros de altura, un proyectil se filtra por una ranura del aparato e impacta al capitán Malagón.

No siente dolor. Apenas un relampagueo súbito que le nubla la visión. Al cabo de unos segundos intenta mover el brazo izquierdo para elevar la aeronave y no le responde. “Miro y me doy cuenta de que el antebrazo me estaba colgando de un hilo de carne”. El disparo le había arrancado toda la estructura ósea del codo y parte del radio.

Más tarde, en una clínica cercana, el médico le dice a Malagón que el daño es grave y debe amputar el antebrazo. Los soldados que lo acompañan se oponen. Al notar que su capitán puede mover los dedos de la mano saben que los nervios y parte del sistema vascular siguen funcionando. Así que hay esperanza.

El Ejército traslada a Malagón y a sus fieles soldados al Hospital Militar en Bogotá. El especialista analiza su condición y le dice: “¿Usted quiere volver a volar? Se va a demorar pero lo hará”. Solo hasta ese momento en que los soldados saben que no amputarán a su capitán, se van.

“Ellos me salvaron el brazo”, dice agradecido Malagón, quien hoy tiene el grado de mayor. “Me salvaron la vida”. Ocho cirugías y dos años y medio de fisioterapias después, pasó los exámenes técnicos y pudo volver a pilotar un Black Hawk.

Hoy, el mayor también es investigador de accidentes aéreos en operativos militares. El brazo le quedó con algunas limitaciones, pero nada que le impida llevar su vida normal. “Este es mi trabajo, volar para rescatar compañeros heridos, volar para salvar vidas”.