Se estima que más de 1.300 personas cruzan a diario la frontera que conecta a Maicao con Venezuela. | Foto: Tadeo Martínez

EMPRENDIMIENTO

Con este programa de migrantes se reactivó la economía en zonas de frontera

Eso es lo que ha conseguido el programa piloto del PNUD en Maicao, La Guajira, y Villa del Rosario, Norte de Santander. En estos dos municipios la migración se convirtió en una posibilidad de reactivar la economía y aprender a convivir.

25 de septiembre de 2018

En Maicao, una palabra empezó a calar entre sus ciudadanos desde mayo de este año: oportunidad. La clamaban los cientos de venezolanos que cruzaban la frontera por Paraguachón y, luego de una caminata de ocho kilómetros, buscaban un hogar en su país hermano. Brindársela era difícil y tenderles una mano desinteresada estaba lejos de sus posibilidades. Sin embargo, en apenas cinco meses la percepción de los maicaeros empezó a cambiar.

Este municipio guajiro es el escenario de los proyectos piloto del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), cuyo objetivo es cambiar el paradigma de la migración como un problema a uno que ofrezca, precisamente, oportunidades para la población migrante, la retornada y la receptora. ¿Cómo hacerlo? Con un trabajo conjunto entre el gobierno, la sociedad civil, la academia, el sector privado y la cooperación internacional. La idea es empoderar a las autoridades locales y brindarles todas las herramientas para que puedan enfrentar de manera exitosa e incluyente una situación que ha pasado de ser coyuntural a permanente. Esto incluye el apoyo a la inserción laboral, el fortalecimiento institucional, la prevención de violencias basadas en género y el trabajo por una mejor convivencia ciudadana.

Cuando comenzó la gran ola migratoria de venezolanos, a finales del año pasado, las dinámicas de Maicao empezaron a afectarse. La desesperanza se sentía en las noches cuando las calles se convertían en dormitorios. Era una situación crítica que demandaba atención del Estado y de las organizaciones de cooperación internacional.

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Entonces, por pedido del gobierno nacional, el PNUD inició un trabajo conjunto con la Alcaldía de Maicao. El primer paso fue establecer reglas para una convivencia armónica entre los locales y los recién llegados. “Empezamos a estructurar una línea de trabajo que tiene cuatro pilares fundamentales: cooperación, respeto, orden e inclusión”, explica Aldemiro Santos Choles, secretario de Gobierno de Maicao.

Ahí comenzaron a nacer las oportunidades. “El punto de quiebre fue cuando empezamos a pensar en cómo valorábamos a las personas. En ese sentido establecimos un diálogo con los migrantes y entramos a evaluar las oportunidades que sentimos que podríamos potencializar. Por ejemplo, el recurso humano que viene con unas experiencias y capacidades que nosotros carecíamos”, agrega Santos Choles.

Con tan solo unos meses, este proyecto piloto ha permitido diseñar programas que se traducirán en la disminución de la xenofobia y en caras amables de maicaeros que abrazan cada vez más fuerte al venezolano. Ejemplo de ello es el Banco Amable, una estrategia que busca darle un subsidio económico a la población vulnerable, que pueda retribuirlo con trabajo comunitario al municipio. “Es un apoyo económico, pero también una estrategia que contribuye a que haya menos xenofobia porque la población local ve al migrante no como una amenaza sino como un aporte”, explica Eliana Melo, coordinadora del PNUD en Maicao.

Un poco más al sur de La Guajira, en Norte de Santander, se implementó el segundo proyecto piloto del PNUD, exactamente en Villa del Rosario, a cinco kilómetros del pueblo fronterizo de San Antonio de Táchira (Venezuela). Este territorio tradicionalmente ha sido de paso de venezolanos. Es un lugar que mueve su economía alrededor del comercio y en el que con la llegada de migrantes la competencia se volvió feroz. Sin embargo, gracias a este experimento social la realidad empezó a cambiar, pues comenzó a ser posible la identificación de unidades productivas que pueden vincular mano de obra venezolana capacitada.

“En Villa del Rosario he notado una transición de paradigmas de una lógica de problemas a una de oportunidades de la migración. Este cambio se está empezando a dar gracias a una respuesta eficaz y multinivel. Por ejemplo, entre nuestros aliados están la mayoría de los gremios económicos como universidades, la Andi o Camacol. Muchas instituciones empiezan a actuar a favor de la inclusión gracias al programa piloto”, explica Javier Cuadros, coordinador del programa Frontera de Oportunidades PNUD, en Norte de Santander.

Más allá del fortalecimiento de la inclusión laboral, tanto La Guajira como Norte de Santander han identificado una gran posibilidad de crecimiento basada en la cultura. “En Cúcuta y Villa del Rosario hay una explosión de barberías y eso genera nuevas dinámicas entre la población receptora. Venezuela es muy fuerte en la música llanera y en su formación artística y por eso estamos tratando de vincular en nuestros proyectos a artistas venezolanos en la Universidad de Mérida”, agrega Cuadros.

¿Desafíos? Claro, quedan muchos por afrontar. Tanto Villa del Rosario como Maicao necesitan más apoyo del gobierno nacional, especialmente en transferencia de recursos y en un mayor reconocimiento del rol que deben desempeñar los gobiernos locales ante los desafíos de la situación migratoria. No obstante, con los proyectos piloto del PNUD se ha empezado a sembrar una semilla para que, como bien dice el secretario de Gobierno de Maicao, “este esfuerzo quede como una enseñanza de que los pueblos unidos podemos salir adelante”.