1958, Diego Kuratomi posa al frente de un camión en un cultivo en el municipio de Obando, Valle del Cauca. | Foto: Archivo particular

HISTORIA

Así llegaron los primeros migrantes japoneses a Colombia

Entre 1915 y 1940 un tratado internacional permitió que un grupo de ciudadanos nipones entrara al país por Buenaventura para asentarse en el Valle del Cauca. Otros encontraron su hogar en el Caribe.

*Diego Kuratomi
25 de octubre de 2018

Nací en Palmira, Valle del Cauca, hace 64 años. Soy el cuarto de una familia de cinco hijos de padres japoneses. Mi madre llegó a Colombia en 1929 de 6 años. Mi padre entró por el puerto de Buenaventura en 1935, a los 17. Los dos fueron parte de esos 220 inmigrantes del Japón que ingresaron al país entre 1915 y 1940.

Hoy, los cerca de 3.000 japoneses –y sus descendientes– que vivimos aquí, estamos concentrados en tres zonas colombianas. En Barranquilla se encuentran los hijos de un pequeño grupo de jóvenes solteros que llegaron en 1915. En el Valle del Cauca está la comunidad a la que pertenezco, que proviene de tres grupos que llegaron por decisión de la Compañía de Fomento de Ultramar en 1929, 1930 y 1935. En Bogotá, en épocas más recientes, encontraron su lugar los representantes de las firmas comerciales e industriales del Japón.

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Los jóvenes de la costa Caribe llegaron solteros, se relacionaron y se casaron con las mujeres de la zona, y empezaron a buscar una manera de vivir en este nuevo continente. Uno de los oficios que lograron desempeñar en un principio fue el de peluqueros, pero en la actualidad hay profesionales en todas las ramas.

Los 152 inmigrantes que llegaron entre 1929 y 1935 se radicaron en el norte del Cauca. En ese departamento adquirieron las primeras tierras para repartir entre las familias que querían quedarse permanentemente en Colombia. Llegaron gracias al impulso de las mencionadas compañías de Fomento de Ultramar, creadas para establecer relaciones claras y exactas del Japón con el extranjero.

Durante el llamado shogunato Tokugawa, que controló al país entre 1603 y 1853, normas muy estrictas regían las relaciones internacionales de la nación asiática. Entre 1639 y 1853, en el periodo ‘Sakoku’ –que significa país cerrado–, se llegó incluso a castigar con pena de muerte a todo japonés que tuviera contacto ilegal con cualquier extranjero.

Por esta y otras razones Japón es uno de los países del mundo con menos emigrantes, con un total histórico de menos del 1 por ciento de su población total actual. Y esta misma causa explica por qué Colombia recibió tan pocos migrantes japoneses.

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Durante esas décadas los viajeros asiáticos que llegaron al país no eran industriales o inversionistas, sino agricultores, y en general personas del campo que buscaban un mejor futuro. Este tipo de inmigración era la que requería el gobierno colombiano, que buscaba desarrollar una extensa zona agrícola en el país. Un objetivo que aún hoy, cuando celebramos 110 años de la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, no ha cumplido.

En 1930 el entonces canciller declaró: “Nuestro deseo es suministrar capital o mano de obra a las regiones subdesarrolladas del mundo y promover el bienestar y la prosperidad, no solo de los propios emigrantes y de su patria, sino también de aquellos países en los que opten por establecer sus hogares. Con este fin estamos preparados para extender nuestros esfuerzos incesantes”.

Así, los descendientes de esos primeros japoneses que llegaron al país antes de 1950 formamos parte de una sociedad que recibió a nuestros padres con la típica calidez colombiana. Hoy, entre arepas de huevo, sancocho, butifarras y pandebonos, tratamos de conservar nuestras tradiciones heredadas, celebramos algunas fechas especiales como el día de los niños (kodomo no hi), el de los mayores (keirokai), el día del deporte (undokai), el año nuevo (shinnenkai) y el natalicio del emperador (Tenno tanjobi).

Además, contamos con Asociaciones Colombo Japonesas en Barranquilla y en Cali, que continúan la labor de compartir y aportar al desarrollo de una Colombia que crece y prospera con la influencia de todas las migraciones que ha recibido. Esta es una tierra con la que vivimos agradecidos. Mucho más ahora que debemos construir la paz que nos cobijará en el futuro, una paz que nadie nos traerá desde afuera.

*Miembro de la Junta Directiva de la Asociación Colombo Japonesa en Cali.