A través de Asodisvalle, la fundación de Jeison Arisatizábal, más de 700 niños en condición de discapacidad en Cali reciben terapia física. | Foto: Jair Fernando Coll Rubiano

LIDERAZGO JUVENIL

Jeison, el faro de esperanza para niños con parálisis como él

Su madre lo impulsó a seguir adelante a pesar de su enfermedad. Hoy ayuda a otros con terapias físicas, acompañamiento psicológico y hasta apoyo legal.

Mónica Diago*.
13 de diciembre de 2019

Jeison todavía recuerda su primer día de colegio. Los demás estudiantes del preescolar no dejaban de mirarlo con curiosidad; no entendían por qué hablaba entrecortado y caminaba con dificultad. Regresó a su casa triste, pero su mamá no iba a permitir, como jamás lo había hecho, que un primer tropiezo desanimara a su hijo, y menos cuando se trataba de su educación; así que lo siguió mandando, un día tras otro, hasta que se convirtió en rutina.

También lo alentó cuando quiso aprender a montar en bicicleta, para dejar de andar en silla de ruedas; eso sí, lo vistió con doble saco y doble pantalón, para amortiguar las caídas. Años más tarde, prestó el garaje, la sala y el comedor de su casa para que otros niños como Jeison tuviera un lugar en donde recibir terapias físicas.

Mónica Diago: ¿En qué momento de su vida decidió que quería ayudar a los niños en condición de discapacidad?

Jeison Aristizábal: Lo recuerdo muy bien. Un día timbraron en mi casa para decirme que muy cerca, en Charco Azul (un distrito de Aguablanca), había un niño que tenía la misma discapacidad mía, que si podía ir a verlo. Fue entonces cuando conocí a Eliécer. No podía caminar, ni hablar y tampoco tenía silla de ruedas. En sus 8 años de vida nunca había salido de su cuarto. Verlo me devolvió a mi niñez y recordé que lo único que me dio un respiro fue la posibilidad de movilizarme en una silla de ruedas. Así que publiqué un clasificado pidiendo una y el mismo día apareció la silla. Ahí empezó todo.

M.D.: ¿Cómo ha conseguido los recursos para mantener una fundación que atiende 720 niños?

J.A.:He trabajado de la mano de mi familia. Mi mamá es mi mayor apoyo, ella es la coordinadora de Asodisvalle. Y gracias a las conferencias que dicto por todo el mundo (‘Tres secretos para ser feliz’ y ‘No te quejes’) he logrado dar a conocer la fundación y gestionar donaciones. Tengo muy claro que uno debe ayudar, aunque tenga poco. Muchas personas creen que para hacer algo por los demás tienen que irse a África o a la India; no, uno puede empezar por su entorno, ahí comienza el cambio.

M.D.: Su mamá ha sido uno de sus principales apoyos, ¿cómo afrontó su discapacidad?

J.A.: Ella ha sido una luchadora siempre. Yo nací con una partera en la casa de mis abuelos, pero venía de pie. Apenas la partera se dio cuenta le dijo a mi mamá que se fuera a un hospital, pero ella no iba a correr ese riesgo. A los dos años aún no caminaba, entonces descubrieron que tenía parálisis cerebral y el médico le dijo que no iba ser muy útil en la vida; ahí empezó su lucha por cambiar mi pronóstico. Tocó muchas puertas y, poco a poco y con su ayuda, fui siendo cada vez más independiente; después de varias cirugías pude finalmente caminar. Años más tarde, cuando decidí ayudar a otros niños, mi mamá me prestó su casa. Ella era todo lo contrario a los padres de los niños con discapacidad que iban a mi casa y pensaban que la condición de sus hijos era un castigo divino. Por eso, además de colchonetas y balones para hacer terapias físicas, tuve que conseguir una psicóloga que atendiera a los padres.

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M.D.: Está a punto de graduarse como abogado después de haber empezado a estudiar comunicación social, ¿por qué se decidió por esta profesión?

J.A.: Un día llegó un niño a la fundación quejándose porque le faltaba una oreja y por eso los amigos le decían ‘pocillo’. Su abuela me buscó para que lo ayudara y le dije que fuera a la EPS, que allá lo tenían que operar; pero le respondieron que esa cirugía era estética y no se la hicieron. Entonces descargué de internet un modelo de tutela, la radiqué y gané: al niño lo operaron. Así me di cuenta de que esa profesión me iba a permitir ayudar a muchas familias a exigir los derechos de los niños con discapacidad.

M.D.: Después de tantos logros, ¿qué otro sueño le queda por cumplir?

J.A.: Abrir la primera universidad para personas con discapacidad cognitiva. Es necesario que ellos se capaciten en artes y oficios, y que la comunidad los integre en su fuerza laboral.

*Periodista.