Paola Díaz, quien ha participado en varios de los programas de Unicef en Soacha, en compañía de su madre. | Foto: Juan Martí

LIDERAZGO INFANTIL Y JUVENIL

“Detrás de lo malo siempre hay algo bueno”: Paola Díaz Valbuena

Fue víctima del desplazamiento. Su familia se estableció en Soacha. Allí conoció la labor que desarrolla Unicef con los niños y los adolescentes. Hoy es una de las lideresas de los proyectos de este fondo en el municipio.

17 de noviembre de 2019

“Todavía queda mucho por hacer”, dice Paola, una joven de 21 años, mientras sonríe y señala una zona verde situada al frente de su actual hogar, un conjunto de edificios, en la zona de Soacha. Para muchos este es solo un potrero abandonado y peligroso, para ella es el escenario perfecto para elevar cometas y divertirse con sus hermanas. Donde todos ven desolación, ella ve un lugar para la alegría.

Esa lógica de valorar lo que otros no aprecian es la que ha fortalecido su resiliencia. Su vida no ha sido fácil. Tuvo que dejar el lugar donde nació. Su madre, Luz Marina Valbuena, recuerda que en 2005 un grupo armado los obligó a salir de Quipile, un pueblo del occidente de Cundinamarca. “Nos amenazaron. Paola era una niña, y su primera hermana, apenas una bebé. Nos tuvimos que ir”.

Con incertidumbre la familia Díaz llegó a la casa del abuelo materno, en la Ciudadela Sucre, en Soacha. “Todo se fue al piso. Llegamos a un lugar violento.Yo sentía miedo al caminar en las calles, e incluso en el colegio. En este caos, mi padre se fue de casa. Sentía mucho dolor”, dice Paola.

En este entorno hostil la joven comenzó a cambiar. Era una chica rebelde, solo quería llamar la atención. Un día de 2011, cuando tenía 13 años, recibió una señal que la motivó a dar un cambio. “Estábamos saliendo de una tienda con mi prima Leidy y alguien nos llamó por un nombre diferente. No sabíamos si nos hablaba, pero nos volteamos y escuchamos lo que el desconocido quería decirnos. Y yo siempre digo que era un ángel, era Jorge Garzón, de Unicef”.

En 2011 Unicef llegó a Soacha con el objetivo de prevenir la vinculación de niños, niñas y adolescentes a escenarios de violencia y fortalecer las capacidades de protección integral de las familias y la comunidad del sector. Su estrategia estaba soportada en el trabajo comunitario, a través de actividades lúdicas y de acompañamiento psicosocial, como Retorno de la alegría, Golombiao (fútbol en paz) y Habilidades para la vida y la paz. El objetivo es crear entornos protectores.

El día del encuentro con Jorge, Paola y su prima se inscribieron en los tres proyectos. Durante los primeros años empezaron aprendiendo y jugando. Hoy son líderes voluntarias del programa de Unicef, que en ocho años ha incidido en la vida de más de 1.000 niños de Soacha.

“Tenía baja autoestima. Había vivido momentos muy difíciles. A pesar de eso y de mi rebeldía, jamás descuidé el colegio. Sabía que ese era el camino y Unicef me ayudó a confirmarlo. Ellos me descubrieron, potenciaron mis capacidades y no tengo palabras para agradecerlo. Detrás de lo malo siempre hay algo bueno”, afirma Paola.

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Con los entornos protectores, Unicef llega a los territorios más afectados por la violencia en el país. Entre 2009 y 2019 ha trabajado con más de 200.000 niños, niñas y adolescentes para apoyar acciones que prevengan su reclutamiento, uso y utilización por parte de grupos armados ilegales. En Soacha, Unicef y sus aliados han trabajado en Altos de Florida, Ciudadela Sucre, Altos de Cazuca y Torrentes.

“Nuestra idea es que los niños y jóvenes de Soacha, aprendan cómo cuidarse y puedan construir proyectos de vida más seguros. Luego ellos pueden replicar sus aprendizajes para trabajar autónomamente con más niños y niñas”, explica Olga Lucía Zuluaga, oficial de protección de Unicef.

A sus 21 años, Paola es una mujer fuerte. Esa fortaleza la encontró al lado de las figuras femeninas con las que creció, su madre, su tía, sus dos hermanas menores y su prima Leidy. Han sido su ejemplo de fraternidad. Dentro de poco, en abril de 2020, Paola y Leidy se convertirán en las primeras profesionales de la familia. Gracias a las becas obtenidas y a su trabajo duro se graduarán como trabajadoras sociales.

“Mi sueño es ayudar a otros niños, como lo hicieron conmigo. A veces me veo como alcaldesa de Soacha o agente de cambio de Unicef”, dice Paola. Y es probable que lo logre. Es una lideresa. Hoy forma parte de la Plataforma Juvenil de Soacha y del Consejo Consultivo de Mujer y Género. “Con un círculo protector, todos podemos descubrir lo mejor de nosotros mismos”, concluye.