Ana Fernanda Maiguashca es codirectora del Banco de la República desde hace seis años. | Foto: Esteban Vega

PERFIL

Ana Fernanda Maiguashca, codirectora del Banco de la República, entre números y poesía.

Así retrata Víctor Castillo la vida de esta economista, única mujer que integra la Junta Directiva del Banco de la República.

Victor Castillo*
16 de agosto de 2019

Hace cinco años, cuando la entrevisté por primera vez, Ana Fernanda Maiguashca Olano era ya un personaje público: completaba un año como codirectora del Banco de la República, atendía con frecuencia entrevistas, dictaba una cátedra universitaria y seguía el rastro de sus participaciones en foros, congresos y reuniones que iban de lo económicamente ortodoxo a lo socialmente insufrible. La mujer de entonces tenía una hija pequeña, una hoja de vida académica y una carrera profesional notables. Aun así los periodistas repetían casi con incredulidad: “La segunda mujer en la historia en llegar a la Junta Directiva”.

Maiguashca consideraba desde entonces a la desigualdad de género como una de sus causas: “Es su segundo interés intelectual –decía uno de sus mejores amigos–, el primero es cómo ser la mejor mamá para su hija”.

Sin embargo, esta mujer poderosa como pocas mujeres poderosas en Colombia, en nombre de la dignidad de su cargo, parecía obligada a guardar una cierta compostura, que excluía cualquier declaración que pudiera interpretarse como el de alguien que levanta la voz.

Maiguashca, la de ahora, cuida tanto como antes las formas de la persona pública. Me recibe con su habitual amabilidad, en la misma oficina donde alumbran las fotografías de su hija, y atiende la entrevista, cómo no, con su acostumbrada solvencia técnica, política, casi diría también performática.

¿Hubo algún cambio que justifique volver a escribir sobre ella? Me gustaría decir que a la pregunta tantas veces repetida sobre su condición de mujer en un ambiente predominantemente masculino, Maiguashca, recargada, declaró: “Soy la única miembro (de la Junta Directiva) a la que típicamente le preguntan cosas como, ¿oye, y tú para qué codirector trabajas?”.

Eso no fue lo que dijo, no esta vez, pero lo importante es que la declaración es suya.

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Maiguashca, hija de una de las primeras colombianas graduadas de una maestría en Estados Unidos, caleña de acento que parece ahora refundido, economista que habría querido ser bailarina, magíster en administración de negocios con una debilidad por la poesía romántica, mujer casada y separada casi al tiempo que alcanzaba su mejor momento como profesional; Maiguashca, la de ahora, dice haberlo aprendido todo de las mujeres. “O casi todo –para no desprestigiar a mi papá–, de los negocios, de las finanzas, de la cocina, de las juntas directivas, de cómo hacer un florero (…) para mí, las mujeres éramos todopoderosas, porque todos los problemas de mi casa solía resolverlos una mujer”.

Maiguashca, la mujer que habla en voz alta porque así lo aprendió de las mujeres, cuenta que llegó al Banco de la República “levantando la mano”. Que no fue elegida sin más por la decisión de Juan Manuel Santos, sino que defendió su postulación como codirectora, primero ante el entonces ministro y luego ante el presidente. “A mí me parecía que era una buena idea que me nombraran, luego vinieron unos meses de un trabajo muy intenso en el ministerio en los que yo sentía que había demostrado las habilidades que me permitían continuar con la idea, con el caso de negocio, y así fue”.

¿Cuáles fueron los argumentos del “caso de negocio”? Su experiencia como reguladora –exsuperintendente financiera delegada–, útil para trabajar en una entidad con funciones de regulador en el mercado cambiario; su experticia como gerente que le serviría para integrar el consejo de administración del Banco de la República, que es como la junta directiva de una empresa; y su rol como funcionaria del Ministerio de Hacienda, en particular en la concepción de la reforma tributaria de 2012, o en sus palabras, “haber participado en la formulación de política pública en términos macro”.

Esos fueron sus argumentos técnicos para llegar a ser codirectora. Si ahora le preguntasen –conociendo por dentro a la Junta Directiva– agregaría aquellos rasgos de su personalidad que, a su juicio, compaginan con su trabajo: la vocación de servicio público, la creatividad para hacer política pública, y el liderazgo, quizás el rasgo revelador de un cambio. “Este cargo me da un protagonismo, me da una voz para hablar de cosas que a mí me parecen importantes, y eso enriquece mi vida, poder hablar de género, por ejemplo”.

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Maiguashca sigue siendo una optimista irredimible (en su oficina la única declaración política a la vista es a favor de la revolución de los optimistas), prefiere la empatía a tener la razón (se lo dice a los graduandos en el discurso de la facultad: “Muchachos, a la gente hay que quererla”), hace siempre la tarea incluso en la última de las responsabilidades de su cargo (traer el vestido y los tacones para las fotos), y es desenvuelta y cada vez más aguda cuando habla en público: “Yo nunca he visto que en una entrevista a ninguno de los codirectores del banco le hayan preguntado oye, ¿y tú cómo combinas la paternidad con la política monetaria?”.

Maiguashca, la de ahora, quizá porque ya no colecciona dolores, quizá porque se declara feminista y quizá, sin duda, porque el mundo también cambió, lo dice claro y fuerte:

–Así como suena, M-A-I-G-U-A-S-H-C-A, lo que pasa es que es en quechua.

*periodista y editor.