El estilismo es fundamental para reflejar la esencia del diseñador. Además de los ’looks‘, incluye el maquillaje y peinado de las modelos. | Foto: Cámara Lúcida

Raíces colombianas

Los diseñadores colombianos de la Quinta Avenida de Nueva York

La magia de las prendas de vestir y de los accesorios de nuestra tierra seducen al mundo. ¿Por qué la moda nacional empezó a ser tan apreciada?

Kika Rocha*
24 de julio de 2017

El día que descubrí un precioso vestido de la caleña Johanna Ortiz exhibido en una de las vitrinas principales del prestigioso Bergdorf Goodman, en la quinta avenida de Manhattan, confirmé que la moda colombiana había cambiado de rumbo. A nivel de confección industrial, trajes de baño y ropa interior, la calidad de nuestra industria y su potencial de exportación han sido indiscutibles.

Pero eso no pasaba con las propuestas fashion, tan solo algunos nombres eran recordados por los compradores internacionales. Así que ver aquella prenda de Johanna en una tienda de Nueva York fue una experiencia reveladora.

Nuestra influencia en materia de accesorios, especialmente aquellos con esencia étnica o exótica ya era evidente. Nancy González, con sus fabulosos bolsos, ha vendido en esta misma tienda de lujo durante años. No fue coincidencial que en el filme El diablo viste a la moda (2006), apareciera una de sus piezas.

La barranquillera Adriana Castro también se anotó un punto alto en su carrera cuando sus accesorios de exóticas pieles pasaron por manos de Sarah Jessica Parker y Kim Katrall en Sex and the City 2 (2010); y Kendall Jenner se pasea por Hollywood con su clutch bajo el brazo. En Estados Unidos y Europa, Paula Mendoza con su colección de joyas barrocas es la favorita de divas como Beyoncé Knowles; mientras las piezas de la huilense Paola Pacheco han engalanado a Michelle Obama, Eva Longoria y Shakira.

Más allá de los accesorios, el talento colombiano ha brillado en Europa con las prendas de diversos diseñadores como Esteban Cortázar, quien tuvo un paso fugaz por Úngaro en París y hace poco lanzó, en la exclusiva boutique Colette, su colección ‘Colombia (a Esteban, además, le debemos la portada de esta revista). Silvia Tcherassi fue visionaria y precursora, con sus inolvidables pasarelas en Milán y sus clientes legendarios en América y el Oriente Medio; Haider Ackermann, hoy en Berluti, descubrió la fibra colombiana en su corazón en medio del mundo parisiense; por su parte, el barranquillero Juan Carlos Obando es idolatrado por la realeza del mundo árabe.

Johanna Ortiz con sus exquisitos boleros, volantes o arandelas, y su feminidad y sofisticación para mujeres cosmopolitas, despertó un boom de propuestas similares que inundó el mercado. El complemento a su ropa ha sido la joyería finísima de Mallarino, otra empresa de origen caleño radicada en París. ¿Y qué se puede agregar sobre la legendaria, inspiradora y emprendedora Pepa Pombo? Es un ícono del tejido, una mujer original y auténtica que conquistó con su estilo a las mujeres mexicanas antes que a las nuestras, pero ahora en su tierra, y en Estados Unidos, pisa firme de la mano de su hija Mónica Holguín y ya es proveedora en Bergdorf Goodman.

Por su parte, Edgardo Osorio calza a las mujeres más sofisticadas del planeta con los diseños de la marca Aquazzura. ¡Todas queremos sus sandalias! Otro de los grandes logros de nuestros creadores es el de la joyera Mercedes Salazar, quien hace pocas semanas compartió la grata noticia de su colaboración con Carolina Herrera para la última colección resort 2017.

Me quedo sin palabras para exaltar la labor de otros grandes talentos que con su magia han abierto caminos en los mercados nacionales y mundiales, como Amelia Toro, Francesca Miranda, Hernán Zajar, Isabel Henao, Beatriz Camacho, María Elena Villamil, Olga Piedrahita y Lina Cantillo. Son muchos, muchísimos más: Leal Daccarett, Diego Guarnizo, María Luisa Ortiz, Renata Lozano, Andrés Pajón, Polite, Mullierr, Atelier Crump, Daniella Battlle, Carlo Carrizosa, Goretty Medina, Tres Almas, Baletti y Juan Pablo Socarrás. Pero el espacio es poco.

Volviendo a la emoción que me produjo ver aquella pieza de Johanna Ortiz en Manhattan, me pregunto, ¿cuáles han sido las razones principales para que nuestra moda haya tenido esta evolución? Uno de los factores determinantes para el gran cambio se dio en ese momento en que empezamos a ‘creer’ que lo nuestro podía ser incluso mejor que las propuestas extranjeras. ¡Fue nuestro cambio de actitud el que transformó todo! Nosotros somos calidad y originalidad real, no disfrazada con estrategias de mercadeo. Nuestra tradición artesanal deslumbra al mundo (como lo cuenta Pilar Bolívar en esta edición). Pero la calidad de lo que hacemos se juntó con otra coyuntura: la opinión internacional sobre el país es cada vez más favorable; desde afuera los extranjeros sienten curiosidad y admiración por nuestra música, la gastronomía, el deporte, su turismo fantástico.

Soy emisaria mundial del estilo colombiano, hincha fiel de lo nuestro. Durante muchos años, en mi rutina diaria de trabajo en Nueva York, siempre he estado orgullosa de vestir, apoyar y comprar las creaciones de mi tierra. Gracias a ellas me destaco entre el mar de mujeres ‘sofisticadas’ del mundo corporativo estadounidense, que van uniformadas de negro, con carísimas etiquetas sobre sus espaldas. Y al final, todas desean vestirse o adquirir algo que llevo puesto. Colombia está de moda, sin duda; y esto apenas empieza.

*Experta en moda y belleza.