La comarca de Guna Yala fue rica en oro, caucho y tortugas marinas. Hoy la mayoría de sus habitantes subsiste del turismo. Sus playas y la magia que encierra su cultura atraen a miles de viajeros. | Foto: Getty Images / Eric Lafforgue

CULTURA

Así es la vida entre Panamá y Colombia

Las comarcas indígenas conservan las tradiciones de la etnia guna. Así transcurren sus días.

Marlina López*
1 de enero de 2018

En 2011 Jordi Alvarado, un carismático niño indígena, ganó el reality Canta Conmigo. Su voz no solo encantó a los jueces del programa, todo el país y los medios querían saber sobre él y, por supuesto, sobre su pueblo: la etnia guna. Era una novedad ver a un chico así en un programa de televisión, y a su gente apoyándolo con actividades en la ciudad y en la comarca de donde son originarios sus padres. Porque Jordi es citadino, pero nunca se desligó del territorio indígena.

Ser guna tiene un significado y un valor que van más allá de haber nacido en la comarca de Guna Yala, ubicada a orillas del mar Caribe, en los límites con Colombia. Su territorio es un archipiélago compuesto por 365 islas que rodean la costa, 36 de ellas habitadas y las otras utilizadas para el turismo natural (más sobre Guna Yala en la página 22).

Cuando Panamá se separó de Colombia, en 1903, parte del territorio indígena quedó en el país suramericano. El área que permaneció en el istmo también es conocida como San Blas, o con el nombre autóctono de Kuna Yala, el cual cambió en 2011, cuando el gobierno aceptó el pedido de la etnia, que reclamaba ser reconocida como ‘Guna Yala’, que en su dialecto significa ‘Tierra Guna’ o ‘Montaña Guna’.

Regidos por la Asamblea General de la Comarca de Guna Yala, máximo organismo político del pueblo kuna en la comarca y fuera de ella, los miembros de esta etnia tratan de mantener sus costumbres y tradiciones, pero es innegable la influencia externa a su alrededor. Con el auge del reguetón se hizo viral el video de un grupo de gunas que en una fiesta hacían el baile del ‘limbo’ (que consiste en pasar por debajo de una vara, sin tocarla, con el rostro mirando al cielo y el tronco inclinado hacia atrás). El video generó toda clase de comentarios, porque se supone que ellos no deben incorporar ese tipo de manifestaciones a sus costumbres.

Para Dimitri Díaz Smith, quien nació en Gardi Sugdub, Guna Yala, y dejó su comarca a los 14 años para estudiar en Ciudad de Panamá, diversos conocimientos foráneos han influenciado a los gunas. “Algunos de estos han sido positivos, como el desarrollo de las artes y la política. En nuestra forma de convivencia también hemos variado, lo que antes dábamos como regalo cuando un vecino no tenía qué comer, ahora lo queremos vender”. Debido a estos cambios considera importante la implementación de territorios autónomos para no perder su identidad.

Aunque la creación de las comarcas indígenas les dejó herramientas de desarrollo en su territorio, e incluso maestros para que enseñen su lenguaje en las escuelas, algunos estudiosos señalan que así se excluye a los gunas de la modernización. Dimitri, sin embargo, está de acuerdo con que el gobierno les permita preservar su autenticidad: “Nosotros aún sabemos de dónde venimos y no queremos perder eso”.

Entre los hombres guna que nacen en las islas y los citadinos, no se notan grandes diferencias. Sin embargo, las mujeres de la ciudad ya no se visten con el ropaje originario. Los cambios se notan más en la forma de hablar. Se comunican en español o sencillamente hablan poco, y eso es uno de los retos para Dimitri: que los gunas urbanos conozcan su lengua nativa.

Esta es la etnia con mejor grado de escolaridad en Panamá. Ya no son solo los cocineros en los restaurantes, ahora son chefs. Han incursionado en diversas profesiones hasta ocupar curules en la Asamblea de Diputados y jefaturas en el organigrama del gobierno central. Cabe mencionar que Dimitri es periodista y en este oficio ya hay varios gunas.

Como pueblo originario de marcadas tradiciones, no son muy dados a mezclar sus genes con otros grupos sociales, solo pueden hacerlo con otras etnias indígenas. Hay más matrimonios gunas-emberas, gunas-ngäbes, y gunas-mapuches que cualquier otra mezcla, pero, por ser la comarca una zona de atractivo turístico, ya hay parejas de gunas con estadounidenses, franceses, australianos o canadienses.

Dimitri reconoce que ahora hay más apertura. En otros tiempos castigaban las uniones con otras culturas. Aunque esto ya no pasa, la mayoría opta por parejas de su misma etnia, que comparten conocimientos y tradiciones. En la ciudad mantienen sus asociaciones y clubes para preservar su legado.

Los más jóvenes han logrado incursionar en las artes y el espectáculo. Algunos se destacan en la música como Jordi Alvarado y su Bandaebo. Otros hacen historia en los deportes, como el boxeador Dirceu Cabarca, o el jinete Diogdinabi Smith. Casi todos empiezan por los Juegos Ancestrales, unas justas que incluyen pesas, canotaje, jabalina, arco y flecha, entre otras disciplinas.

*Periodista panameña.