Solamente 36 de estas islas están habitadas por seres humanos. | Foto: nomadarte.com

TURISMO

El paraíso existe y está en Guna Yala

Guna Yala, la nación indígena de Panamá, es un archipiélago de 365 islas donde habitan los kunas, una etnia que también tiene asentamientos en Colombia.

Cynthia Gámez*
1 de enero de 2018

A las cinco de la mañana un jeep me esperaba fuera de mi edificio. Le di mi maleta a José, el chofer, me subí y seguí durmiendo. Media hora después noté que la camioneta estaba llena, en adelante me acompañarían un par de franceses, un colombiano, un mexicano y dos venezolanos. “Bajen a comprar lo que necesiten, es la última parada”, fueron las indicaciones de José.

Después de la pausa continuamos por la ruta Llano Cartí, en el centro-norte del país. Atravesamos el área protegida de Nusagandi. Desde el inicio de esta carretera entendí por qué ninguna empresa me dejó rentar un carro para hacer este recorrido: el camino es muy difícil, hay muchas curvas, subidas empinadas y bajadas que requieren un piloto con gran destreza. Para realizar este viaje lo más recomendable es contratar un tour con alguna empresa o con los indígenas kuna, que trabajan para el turismo de sus islas. Así fue como conocí a Bigdi, una chica de esta etnia que nos esperaría en Puerto Cartí.

Un control policíaco en medio de la nada nos da la bienvenida a la comarca de Guna Yala, en este punto enseñamos los pasaportes y pagamos una tasa de entrada para protección del bosque.

El camino se fue despejando y a lo lejos el mar Caribe nos dejó ver esos azules que solo son posibles en sus aguas. Cuando llegamos a Puerto Cartí, Bigdi nos esperaba para abordar la lancha rumbo a Senidup. A los pocos minutos el mar fue dejando entrever las islas, una tras otra, cientos de ellas, y yo lo único que podía pensar es que si aquel no era el paraíso, ¿cómo más podría ser?

La comarca

Guna Yala también es conocido como Kuna Yala o San Blas. Es un territorio de más de 300 kilómetros cuadrados que se extiende hasta la frontera con Colombia. Cuenta con un archipiélago de 365 islas y está habitado por la comunidad kuna, conformada por unos 50.000 pobladores. Solo 36 de estas islas están habitadas, las demás son tan pequeñas que únicamente cabe una palmera o se encuentran tupidas de bosques coqueros.

La comarca está en territorio panameño, pero no es parte de su nación. En algún momento de la historia el gobierno intentó despojar a este pueblo indígena de sus tierras y prohibir su lengua y tradiciones. Esta represión derivó en la Revolución Kuna. Tiempo después se firmó un tratado de paz en el que el gobierno aceptó que se autogobernaran y prometió proteger su cultura. Así nació la comarca indígena de Guna Yala.

Hoy, la comarca se conforma como una nación con bandera, instituciones y autoridades. Cobran sus impuestos y se rigen por sus propias leyes. Los gunas o kunas son uno de los grupos indígenas más autóctonos e independientes de América Latina.

Islas de mujeres

Foto: nomadarte.com

Bigdi es una chica de corta estatura, tez morena y cabello lacio color negro. Era imposible que en mi primer contacto con esta cultura no me llamara la atención su vestimenta, sus grandes pulseras y su perforación en la nariz. Tenía muchas preguntas por hacerle, quería sentarme con ella y que me lo contara todo.

Tardamos unos 30 minutos en llegar a Senidup, todos en la lancha estábamos sorprendidos con la belleza de las islas. Solo se escuchaban las cámaras disparando a toda velocidad. Eso sí, ninguna fotografía le hace justicia a San Blas.

Una vez en tierra nos llevaron a la que sería nuestra cabaña, un lugar sobrio pero ideal para un par de días de relajación. Dimos un corto paseo por los alrededores y fui a buscar a Bidgi. Nos sentamos a la sombra de una palmera y conversamos.

Me explicó que la sociedad kuna es matriarcal, las mujeres se dedican a las labores domésticas y los hombres administran el dinero. Son ellas las que hacen y venden las famosas molas que usan en su ropa. Todas las tradiciones como los bailes, cantos y enseñanzas, las transmiten las abuelas. Cuando nacen mujeres son muy valoradas porque son las que harán crecer la familia. Al casarse, el hombre tiene que irse a vivir con la cónyuge para trabajar como aprendiz del suegro.

Cuando las mujeres tienen su primera menstruación se organiza una gran fiesta, y por medio de un ritual se les perfora la nariz y se les pone un aro dorado, con esto se les da la bienvenida a la pubertad. Desde ese momento llevan el cabello corto por el resto de su vida. En medio de la conversación escuchamos el silbido proveniente de un caracol, era el llamado a comer.

El tour de una noche incluye tres comidas que siempre son lo mismo: arroz, yuca y pescado frito. Estábamos terminando cuando Bigdi se acercó y nos dijo: “Vamos a hacer un ‘tour’ por tres islas, reposen y preparen sus cosas para irnos en 40 minutos”. Ya en la lancha nos contó que en la comarca no hay inversión extranjera porque la ley prohíbe a cualquiera que no sea kuna adquirir tierras, esto garantiza una mayor preservación del medioambiente.

A los pocos minutos llegamos a Isla Perro, una de las más famosas por tener un barco hundido. Se puede hacer snorkel para observarlo. Hay un pequeño restaurante y las dueñas tienen muchas artesanías a la venta. El mar, en todo el archipiélago, es tan hermoso y claro que solo quería nadar y disfrutar de ese acuario vivo.

La segunda parada fue en Isla Pelícano. Allí solo vive una persona, Tito. Su única compañía es la pequeña tele que tiene en su cabaña, y aunque esta no mide más de 50 metros cuadrados, Tito vive en el mejor lugar de Guna Yala. El mar azul turquesa está preñado de cientos de peces que nos dejan sorprendidos. Con unos cuantos pasos se recorre toda la isla, pero no se necesita más para quedar flechado.

Después de esas dos hermosas islas, no creíamos que íbamos a encontrar algo mejor, hasta que dijeron que nos llevarían a la ‘piscina natural’. El lanchero avanzó varios metros, de pronto detuvo la embarcación, lanzó el ancla y nos dijo que nos bajáramos. Estábamos sobre un banco de arena, una isla hundida. El espacio perfecto para nadar y admirar preciosas estrellas de mar por todos lados.

Más que satisfechos, regresamos a Senidup a disfrutar de un atardecer mágico para cerrar el día perfecto. Por la noche, durante la cena, algunos kunas se acercaron a nosotros, hablamos con ellos. Su vida es simple: su casa está hecha de palma, su transporte es un cayuco de madera, andan descalzos, nadan todo el tiempo y siempre comen comida fresca. Sus vecinos son las islas de al lado y todos los días se levantan con uno de los mejores paisajes del mundo frente a sus ojos.

Aquella visita a Guna Yala fue uno de mis mejores viajes. Debí haberme quedado más días y recorrer más islas. Mientras tengo la oportunidad de volver, me alimento de su recuerdo. 

*Viajera y bloguera de Nomadarte.