Los tambos hospitalarios hacen parte de los centros pilotos de articulación entre la medicina tradicional y la alopática donde los integrantes de las comunidades indígenas en Antioquia reciben atención en salud, respetando sus tradiciones. | Foto: Diego Zuluaga.

SALUD

Diálogo de saberes, la estrategia para que los indígenas de Antioquia vayan al hospital

Las diferencias culturales son una de las barreras para el acceso de esta población a servicios de salud. Tambos dentro de hospitales y una ruta de atención maternoperinatal con enfoque diferencial, algunas de las herramientas para combatirlas.

15 de diciembre de 2019

Melisa lava ropa a mano: hunde con agilidad el platón en el agua fría y de la misma manera lo descarga sobre las prendas: enjabona, restriega, voltea y vuelve a empezar. Una, dos, tres veces. Lo hace sin dificultad a pesar de su embarazo de siete meses. Después de unos minutos de tarea esta embera eyábida de 24 años se detiene y sentencia en su escaso español: “Voy a tener al muchachito dentro de mi comunidad. Ya he tenido a todos mis hijos sola, porque no me gusta que entre el hombre cuando estoy metida en la pieza. Así es mejor, porque en el tambo no se brega como en la ciudad”.

Su visión no es aislada. Melisa podría llamarse Rosa, Libia, Felisa, Encarnación o como cualquiera de las miles de mujeres indígenas en edad gestante del país que no acuden a los servicios institucionales de salud para recibir atención para el parto, y mucho menos a controles prenatales o de crecimiento y desarrollo de sus hijos. “Los indígenas llegan como última instancia al hospital. Y cuando lo hacen los casos se nos complican porque hay desnutrición y otros padecimientos sin tratar”, explica Daniela Aguirre, una de las médicas del Hospital Iván Restrepo Gómez, de Urrao, Antioquia.

Las razones de esta situación son múltiples: largos trechos y trochas que deben recorrer para acudir a los servicios médicos –por ejemplo, Valle de Pérdidas, el resguardo de Melisa, está a tres días a lomo de mula de la cabecera municipal de Urrao–, y escasos medios de comunicación a los que pueden acceder. Pero no hay que dejar de lado un elemento mucho menos evidente y que puede alejar más que las distancias geográficas: las barreras culturales y lingüísticas entre las comunidades indígenas y los profesionales de la salud occidental o alopática.

“Si un señor llega con sus collares, sus atuendos y sus pinturas no puede ocurrir que el médico ‘occidental’ se los quite diciéndole que eso no funciona. Son su forma de protección y comunicación. Si el médico quiere ponerle el estetoscopio, que se lo ponga, pero que le deje sus collares”, explica Ana Isabel Cruz Gaviria, antropóloga de la Gerencia Indígena de Antioquia.

Cambiar este panorama no es sencillo. Pero con el fin de iniciar un diálogo de saberes que mejore las condiciones de acceso a la salud de los cinco pueblos indígenas de Antioquia, la Gobernación de este departamento ha impulsado varias iniciativas. Infraestructura, planeación en salud y capacitación y sensibilización son algunos de los aspectos que se desarrollan.

Tambo hospitalario

No son de madera, pero sus techos se elevan al cielo en forma de punta y permiten la entrada de luz natural. Pronto contarán con medicamentos, pero también con plantas medicinales. Y en sus numerosos ángulos se concilia lo ancestral con lo occidental. Así son los tambos indígenas que se encuentran dentro del Hospital Iván Restrepo Gómez, en el municipio de Urrao: unos espacios de recuperación y tratamiento que se terminaron de construir en abril de 2019. Estos hacen parte de unos centros piloto de articulación entre la medicina tradicional y la alopática. Lo mismo sucede en el municipio de Dabeiba, en el occidente de Antioquia.

Este proyecto –único en el país– es resultado del trabajo de las instituciones públicas (Gerencia Indígena, la Secretaría de Salud departamental y las alcaldías de Urrao y Dabeiba), con apoyo de la Organización Indígena de Antioquia (OIA) y el Sistema Indígena de Salud Propia e Intercultural. El objetivo es que los pacientes indígenas sean atendidos tanto por un jaibaná (chamán) y una partera como por una enfermera y un doctor en el mismo espacio.

Y aunque juntar estas dos visiones no es una misión sencilla, tanto los profesionales de la salud como los sabios indígenas son cada vez más conscientes de los beneficios de hacerlo. “Estamos logrando acuerdos porque dejar de ser rígidos en muchas prácticas va a evitar muchas muertes. Por ejemplo, estamos pensando en ponerles a las mujeres batas de colores, parecidas a su indumentaria, porque ellas no se sienten cómodas con las batas de hospitalización, las blancas”, explica la doctora Daniela Aguirre.

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Por su parte, Álvaro Bailarín, gobernador del resguardo Valle de Pérdidas, considera que “el trabajo entre ambos médicos es importante porque cuando el ‘occidental’ no cura las enfermedades se puede hacer también el tratamiento de los jaibanás, que cura nuestras dolencias propias”.

Educar el saber

Llegar a las anteriores reflexiones implicó un trabajo de sensibilización y planificación. Para ello, la Secretaría Seccional de Salud y Protección de Antioquia ha generado espacios de diálogo de saberes entre el personal médico y asistencial de las distintas instituciones prestadoras de salud y los pueblos étnicos. Además, durante 2019 se desarrollaron 58 asistencias técnicas al mismo número de municipios, en las que se explica la importancia del compromiso y la actitud positiva para atender a las comunidades.

Así mismo, la entidad ha liderado seis encuentros subregionales con el comité de rutas de atención integral en salud, las direcciones locales de salud, las empresas prestadoras de la atención y otros profesionales. Todo para trabajar en la creación de una ruta intercultural de atención a los pacientes.

“Uno de nuestros grandes logros fue adecuar la ruta de atención materno perinatal con un enfoque diferencial, que tiene en cuenta aspectos fundamentales para garantizar el derecho a la salud como el acceso a comunicación, transporte y casas de paso. Esto resulta muy importante por las condiciones de vida de los indígenas”, agrega Gabriela Cano Ramírez, secretaria de Salud y Protección social del departamento.

Aún quedan muchos retos porque el esfuerzo es reciente, pero los logros ya son visibles. Por ejemplo, los hospitales de las zonas con mayor concentración de población indígena han ingeniado estrategias para contratar traductores. Así mismo, de forma espontánea, los médicos están empezando a ceder y a atender partos en posición vertical, y varios municipios se comprometieron a implementar una ruta de salud para el parto y el posparto. Si continúa el proceso, tal vez en algún momento, Melisa y otras mujeres indígenas decidan ir al hospital. Ese es el propósito final.