Una imagen de la película Yol, del director Yilmaz Güney. | Foto: AFP

CINE

Cuando Turquía fue (casi) Hollywood

En su edad de oro, esta república euroasiática fue la quinta productora de cine en el mundo. Hoy conquista a Latinoamérica con sus series televisivas.

Pedro Adrián Zuluaga*
24 de diciembre de 2018

La historia del cine turco se parece mucho a la de otras cinematografías del sur. A la producción anterior a 1950, discontinua y poca conocida, le siguió una asombrosa edad de oro en torno a la productora Yesilçam, establecida en el barrio de Beyoglu de Estambul. Algo del esplendor de esos años, entre los cincuenta y los setenta, fue evocado en una de las últimas novelas del Nobel Orhan Pamuk, El museo de la inocencia. En ese periodo también se desarrolló una vibrante producción de filmes de serie B, que canibalizó al cine de Hollywood, desde Star Wars hasta El mago de Oz, dotándolo de ropajes nacionales.

Como ocurrió a nivel global, el impacto de la televisión y de los sistemas de reproducción casera de películas afectaron a las industrias locales. Desde comienzos de la década de los ochenta, hasta mediados de la siguiente, el consumo de películas en salas y la producción doméstica disminuyeron drásticamente. Esto empezó a revertirse a finales de los noventa, al punto que hoy algunos hablan de una segunda edad de oro.

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Sin llegar a las notables cifras del primer periodo dorado, que en su mejor momento convirtió a Turquía en el quinto productor mundial, el cine actual mantiene una dinámica regular en la que coexisten películas de autor reconocidas internacionalmente, con grandes éxitos de taquilla. El Festival de Estambul, que se realiza en el primer semestre del año, cumple un papel destacado en la difusión de este cine y sirve de puente para las audiencias y los profesionales del medio.

El director más reconocido dentro del primer grupo es Nuri Bilge Ceylan, quien ha desarrollado una obra de gran intensidad dramática y psicológica que expresa las fricciones entre una clase intelectual emocionalmente empobrecida y los sectores sociales menos privilegiados. Uzak, de 2003, ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes. Cinco años más tarde, en el mismo evento, Bilge Ceylan sería reconocido como mejor director por Three Monkeys; y en 2014, su filme Winter Sleep se llevó la Palma de Oro.

Al segundo grupo de películas pertenece Ayla, que en 2017 se convirtió en la más taquillera de la historia del cine de Turquía. Este emotivo largometraje, dirigido por Can Ulkay, se basa en la historia real entre un soldado del ejército turco en la guerra de Corea y una pequeña niña a la que este encuentra y decide proteger.

Cruzando el puente

Por la tormentosa historia política de la Turquía contemporánea, buena parte de los hitos del cine de ese país han sido desarrollados fuera de las fronteras nacionales o con apoyo de otras industrias cinematográficas. Un caso de estas peripecias es Yol (1982), que retrata la nación de los días posteriores al golpe de Estado de 1980. Yilmaz Güney escribió el guión, pero no lo pudo dirigir por estar preso. Su asistente Serif Gören se encargó del rodaje, siguiendo las instrucciones de Güney, quien finalmente pudo editar la película en Suiza. El jurado de Cannes, del que hacía parte Gabriel García Márquez, premió la película con la Palma de Oro, junto con otro filme intensamente político: Missing, de Costa Gavras.

Fatih Akin, un director de origen turco pero nacido en Alemania, en su muy exitosa carrera ha mantenido un vínculo firme con personajes y lugares del país de sus mayores. En las películas de Akin vemos los conflictos de la identidad turca en la diáspora y una fuerte denuncia contra el racismo de la Europa más próspera y civilizada. El realizador ha rodado varias veces en Turquía tanto ficciones como documentales. Entre estos últimos están Polluting Paradise (2012), que denuncia cómo el pueblo de sus abuelos fue convertido en un vertedero de basura por el gobierno turco, y Cruzando el puente (2005), que en un tono muy distinto reivindica la potencia multicultural de Estambul y su palpitante escena musical.

Otro título destacado de la producción de turcos en la diáspora es Mustang (2015), candidata al Oscar como mejor película de habla no inglesa, de la nacionalizada francesa Deniz Gamze Ergüven. Esta película, ambientada en un pueblo turco, se acerca a la vida y la tragedia de cinco hermanas huérfanas que padecen el rigor de una sociedad conservadora.

Dentro de la vitalidad de la industria audiovisual del país, la televisión tiene un papel determinante. Las series turcas, algunas tan conocidas como El Sultán o ¿Qué culpa tiene Fatmagul?, han tenido un alto consumo e impacto en las audiencias latinoamericanas, en un caso fascinante de circulación cultural entre países del llamado ‘Sur’, que se reconocen en problemáticas comunes como las fracturas entre tradición y progreso, una tensión que parece estar en el centro de muchas otras que encuentran salida –y lugar– en una producción sorprendente y que merece ser descubierta con paciencia.

*Periodista y crítico de cine de la revista Arcadia.