La reforestación es fundamental para conservar los ecosistemas que quedan a las afueras de Girardota. | Foto: Sebastian Morillo

MEDIO AMBIENTE

Un grupo de guardabosques ha sembrado más de 64.000 árboles en Girardota

El equipo nació en 2016 y está compuesto por nueve guardabosques que mitigan los daños ambientales ocasionados en la zona.

17 de diciembre de 2018

Abel José Marín se levanta a las cuatro y media de la mañana para preparar palas, palines, azadones, un machete y salir al campo a las seis en punto. Durante décadas, sus padres y abuelos siguieron una rutina similar, pero la suya tiene un propósito diferente a la de sus parientes, quienes, como muchos habitantes de la región, quemaban monte para sembrar y criar ganado. Abel se dedica a la actividad opuesta: a la siembra de árboles para la recuperación de los bosques.

Este campesino de 50 años, oriundo de la vereda El Totumo, es uno de los nueve integrantes del equipo de guardabosques municipales, un grupo que nació por iniciativa de la Subsecretaría de Agricultura de Girardota para dedicarse a la reforestación de áreas degradadas y zonas de retiro de las más de 30 microcuencas que aún quedan en el área. Sin importar el clima –que puede variar entre lluvias y altas temperaturas que alcanzan los 30 grados centígrados–, siembran diariamente entre 100 y 300 árboles nativos, dependiendo de la dureza del suelo.

El objetivo de los guardabosques es la recuperación ambiental del municipio, en donde actividades como la agricultura, la ganadería intensiva y la minería han degradado los suelos rurales. Adicionalmente, como explica Diana Moreno, bióloga de la Universidad de Antioquia y subsecretaria de Medioambiente de Girardota, “en la parte urbana hay más de 237 chimeneas industriales que han posicionado a Girardota como el municipio con más contaminación por material particulado del Área Metropolitana”.

La reforestación, entonces, resulta fundamental para la conservación ambiental de la región. “Los bosques de los altos de la Soledad, del Umbí, de Juancojo y del Palmar, que pertenecen al pueblo, hacen parte de los últimos refugios de vida silvestre del Área Metropolitana”, explica Moreno.

Desde 2016, Abel y sus compañeros han plantado 64.250 árboles de más de 70 especies que incluyen el balso, el urapán, el carbonero, el arrayán, el sietecueros y el cedro negro. Algunos de ellos ya alcanzan los tres metros de altura. Pero la conservación toma su tiempo, y los guardabosques saben que su trabajo rendirá frutos en el largo plazo. “En unos cinco o diez años se empezarán a notar los beneficios. Esto permitirá la conservación de los suelos. También va a atraer de nuevo a la fauna”, concluye Moreno, con la confianza de quien sabe que la reforestación va por buen camino.