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ACORDES FINALES

1983, un año en el cual la música salió bien librada

30 de enero de 1984

Los balances artísticos de fin de año, casi siempre cojean de algún pie: dejan por fuera una película que al lector le pareció inolvidable, o bien omiten una exposición interesante, o quizás se olvidan de algún intérprete soberbió; sin embargo esta época de buenos propósitos para el futuro, de esperanza y de mirar un poco hacia atrás, presupone el balance, o para ser menos grandilocuente el resumen personal. Porque hay que decirlo, las sumas finales son siempre subjetivas y por ello muy personales.
Tal vez lo más importante que ocurrió en el panorama musical en Colombia, durante el año que languidece, fue el hecho de que las orquestas nacionales, gracias a diversa estratagemas, aumentaron sus públicos y en consecuencia tendieron a cumplir mejor sus objetivos. La Orquesta Sinfónica de Colombia, bajo la dirección del maestro Luis Biava tuvo a lo largo del año un desempeño artístico espléndido gracias a una programación de gran interés en la cual abundaron estrenos nacionales de obras mayores, a un aumento numérico de los efectivos de la orquesta y sobre todo a una calidad que en los últimos tiempos ha ido siempre en ascenso. Entre los momentos inolvidables de la Sinfónica, cabe destacar el estreno en Colombia de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler, en mi opinión el momento culminante de la actividad musical en el país en 1983. Otro aspecto importantísimo de las actividades de la Sinfónica, fue el de las giras por diversos departamentos que, sin duda, pusieron a la orquesta en contacto con un público entusiasta y con pocas oportunidades de oir música. Los llenos completos en Manizales, Pereira, Armenia, Cúcuta, Pasto y otras ciudades lo atestiguan.
Y a propósito de giras, en este campo también la Orquesta Sinfónica de Antioquia, realizó una labor digna de mención. La agrupación paisa viajó a Cartagena, con motivo de los cuatrocientos cincuenta años de la ciudad, a Bucaramanga, y realizó numerosas presentaciones en la provincia antioqueña. Aunque no he escuchado a esta última agrupación, tengo las mejores referencias sobre la justa orientación y la calidad que ha sabido imprimirle Sergio Acevedo, su director.
En cuanto a la Orquesta Filarmónica de Bogotá, desde su auditorio de la Universidad Nacional, continúa formando un público joven y sobre todo nuevo. Fueron importantes sus ciclos de las cuatro Sinfonías de Brahms, y de las nueve de Beethoven. Este último de alguna manera, marcó la despedida del director búlgaro. Dimitar Manolov quien dejó la orquesta bogotana para regresar a su país a dirigir la ópera de Sofía. En cuanto a la ópera, tras los negros presagios de principios de año, la temporada transcurrió con normalidad, y lo que es más importante, logró, en algunas producciones, los niveles de calidad de otros años. La temporada 1983, marcó un lánguido retorno de la soprano Carmiña Gallo a los escenarios operísticos, en una mediocre "Madame Butterfly", pero en cambio reafirmó, a través de las espléndidas versiones de "El matrimonio secreto", y de "El barbero de Sevilla", la calidad vocal y escénica de varios solistas nacionales. Tal fué el caso de Zorayda Salazar, de Martha Senn y Francisco Vergara.
Al contrario de lo que pudiera esperarse, las presentaciones en Bogotá de dos orquestas de fama mundial, como fueron la Sinfónica de Moscú y la Sinfónica de Viena, tuvieron visos de descreste. Ni los precios pagados por las localidades, ni los programas elegidos por los dos grupos, ni el resultado final de los conciertos, fueron coherentes con la realidad musical del país. Para este 1984, bien vale la pena, plantearse muy seriamente la validez de traer, a unos costos millonarios, grupos que poco o nada es lo que le aportan al país, y que si implican la erogación de unos recursos económicos que buena falta hacen en la financiación de programas culturales. En cambio, la presentación, con el auspicio del gobierno español, de la Antología de la Zarzuela, constituyó un auténtico éxito popular, gracias entre otras cosas a la calidad misma del espectáculo, y por supuesto a que se trataba de un género casi nacional.
En cuanto a la música de cámara, la mayor actividad anduvo por los lados de la sala de música de la Biblioteca Luis Angel Arango, que presentó notables figuras nacionales y extranjeras. Entre estos últimos artistas se destacaron el pianista Joaquín Achucarro, el arpista Nicanor Zabaleta, el famoso trío Verdher (violín, piano y clarinete) y por supuesto Rafael Puyana. Se puede afirmar que, en términos generales, la calidad de los solistas que visitaron el país justificó su presencia y augura para el futuro nuevas importaciones.
En este breve resumen anual, es imposible dejar de mencionar la apertura de los Salones del Palacio de Nariño a la música. Allí, frecuentemente, se realizaron conciertos y presentaciones de solistas colombianos, lo cual no deja de ser un logro importante para la música, ya que implica un compromiso de la Presidencia de la República con ella.
El mes de noviembre, trajo una muy grata noticia: la condecoración con la Orden de San Carlos del doctor Otto de Greiff, por su labor como crítico musical durante muchos años. Al fín, un reconocimiento más que justo para el queridísimo don Otto. Otro acierto del Presidente Betancur en el estímulo al arte nacional.
Para cerrar el año otra buena noticia nos sorprende: después de la abrupta y dolorosa interrupción de la Semana de Música de Popayán, el tesón y la fe de los payaneses, se proponen en 1984 realizar de nuevo este evento tradicional. Más que nunca Popayán merece y necesita el año próximo el apoyo del Gobierno y de la empresa privada en la realización del festival.
En resumen: un año en el cual la música salió, en términos generales, bien librada y con excelentes perspectivas para el futuro. La nueva dirección del Instituto Colombiano de Cultura, tiene planes, proyectos de gran interés, cuyo sólo planteamiento hace que en el horizonte no se vean nubes de tormenta.