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El viejo viudo Ali (Tuncel Kurtiz) convence a la prostituta Yeter (Nursel Köse) de que se vaya a vivir con él

CINE

Al otro lado

El director de ‘Contra la pared’ retrata, de forma compasiva, a seis personas que creían que estaban solas. ***1/2

Ricardo Silva Romero
2 de agosto de 2009

Título original: Auf der anderen Seite.
Año de estreno: 2007.
Dirección: Fatih Akin.
Actores: Nurgül Yesilçay, Baki Davrak, Tuncel Kurtiz, Hanna Schygulla, Patrycia Ziolkowska, Nursel Köse.

Los seis protagonistas de Al otro lado, cansados de esas vidas dolorosas que giran más que una película, le dan la espalda a la cámara para comenzar de nuevo: cada uno da media vuelta hacia su propio horizonte, en algún momento de este estupendo largometraje, y entonces hace las paces con la vida que les tocó en suerte.

Ninguno de los seis lo sabe, pero corren una carrera de relevos. Primero que todos está el viudo retirado Ali, un inmigrante turco perdido en las calles de Bremen, que está seguro de que su soledad se aliviará si contrata como esposa a una prostituta llamada Yeter. Después viene el profesor de literatura alemana Nejat, hijo de Ali, especialista en la obra de Goethe, que regresa a Estambul cuando se da cuenta de que se le ha estado escondiendo a sus raíces desde que tiene uso de razón. Sigue la universitaria Ayten, hija de Yeter, que escapa a Hamburgo antes de que las autoridades turcas la capturen por “subversiva”. Continúa la estudiante Lotte, enamorada a muerte de Ayten, que hará todo lo posible para darle sentido a su vida “burguesa”. Y cierra la nostálgica Susanne, madre de Lotte, que irá a donde sea necesario con tal de entender los actos de su hija.
Son, los seis, una triste familia. Pero lo más probable es que jamás se den cuenta de ello.

Y todo por culpa de Fatih Akin, cineasta alemán de origen turco, que tiende a complicarles las vidas a sus personajes para enfrentarlos a la verdad. Akin, (Hamburgo, 1973), seguidor fiel del cine de Jim Jarmusch, ha hecho de su carrera un paseo por los géneros cinematográficos: exploró la comedia romántica en En julio (2000), tanteó el drama familiar en Solino (2002), jugó con las leyes de la tragedia en Contra la pared (2004) y se sumergió en el documental musical en Cruzando el puente (2005). Sin embargo, una poderosa característica ha sobrevivido, de película en película, a los experimentos de su filmografía: su innegable talento para dar con personajes que nos digan algo de nosotros mismos.

Al otro lado, que con justicia ganó el premio al mejor guión en el festival de Cannes de 2007 es la prueba reina de ello: ha sido interpretada con toda la pasión del caso, ha sido musicalizada con el cuidado obsesivo de los cinéfilos, y ha sido filmada con muchísima paciencia, de tal manera que cada imagen tiene algo de pintura de Hopper, y dice todo lo que los diálogos no alcanzan a decir, pero en verdad es el retrato compasivo de seis personas que creían que estaban solas.

Y que por momentos se le salen de las manos a su creador, a Akin, pues caen en las desgracias inhumanas en las que caen los hombres en el mundo, pero tarde o temprano se dejan ayudar por un guión –por una ficción– que quiere creer que “no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”.