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Héctor Buitrago contó con la colaboración de varios cantantes como Andrea Echeverri y Julieta Venegas, entre otros

Música

Aterciopelado telúrico

Temporalmente lejos de su famosa banda, Héctor Buitrago lanza un disco que es una mezcla armoniosa de cantos amazónicos y melodías de oriente.

Juan Carlos Garay
13 de mayo de 2006

En el disco solista de Héctor Buitrago hay un tema que le canta a la arracacha y otro que alaba las propiedades del ají. Era de esperarse: desde hace varios años el músico ha estado en contacto con ritos indígenas, especialmente de las etnias ingana, kamentsá y cofán, que entienden a la tierra como madre y promulgan la hermandad de los seres de la naturaleza. Si Andrea ha venido convirtiéndose en la mamá del rock colombiano, Héctor es en cambio la conciencia silenciosa de que "somos la misma rosa creciendo en este jardín". El aterciopelado telúrico.

Pero la música del disco ConEctor no se queda en el piedemonte amazónico. Mágicamente van apareciendo cantos mongoles y oraciones en sánscrito que envuelven al oyente en un halo de espiritualidad universal. Incluso Héctor inventa una especie de mantra criollo cuando nos invita a "recobrar, recobrar la gracia perdida, recordar, recordar el rito olvidado".

La parsimonia de Héctor sugiere que ha profundizado en disciplinas espirituales que contrastan con la algarabía del rock. En los conciertos de los Aterciopelados se ubica atrás y toca el bajo eléctrico con la actitud de quien reconoce lo sagrado en lo simple. Al momento de componer afloraron los recuerdos de sus lecturas sobre budismo, su participación en ceremonias indígenas y su crianza católica. Esas fuerzas se mezclaron y terminaron forjando las letras de las canciones.

"Al comienzo, cuenta Buitrago, yo sentía que el álbum iba a ser más instrumental. Pero a medida que avanzaba en la grabación empecé a sentir la carencia de la voz". Así que se lanzó instintivamente a cantar (cosa que no hacía desde sus tiempos de integrante del grupo La Pestilencia). Pero, para no darle al álbum la monotonía de una voz íngrima, invitó también a quienes fueran llegando casualmente: una cantaora del departamento de Bolívar, un guitarrista que "interpreta chucu-chucu pero con actitud de 'rock and roll", una estrella mexicana llamada Julieta Venegas que venía discretamente a encontrarse con su novio colombiano... y, por supuesto, la sempiterna Andrea Echeverri.

De este modo queda desmentido el rumor que circuló hace un tiempo respecto a una posible separación: en estos dos años cada uno lanzó su disco solista, pero se colaboraron mutuamente. La presencia de la voz de Andrea lleva a preguntarle a Héctor por la diferencia que pueda haber entre esta grabación y un álbum cualquiera de los Aterciopelados. "Con el grupo hay unos límites que son intangibles. En cambio, al componer para un disco mío, había libertad de experimentar con armonías y timbres diferentes".

Así, sin trazar un plan, permitiendo que el azar y los amigos fueran dejando también su huella, se fraguó un disco en el que confluyen caminos, géneros, pensamientos, voces e instrumentos, en admirable armonía universal. Héctor se ha convertido en el gran 'ConEctor' y resume toda esa experiencia diciendo: "Hay cosas que se le dejan al destino". No es una filosofía de último momento. De hecho, en el disco ya lo ha expresado cuando canta que "viene todo a su tiempo, llega todo en su justo momento, la galaxia lo siente". Y la galaxia asiente.