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Atracción profunda

Por qué son tan importantes las obras que han convertido a ciertos museos del mundo en templos de peregrinación.

19 de marzo de 2001

Tomarse una foto al lado de la Mona Lisa como si se tratara de la Torre Eiffel. Para media humanidad este es un sueño que quisiera cumplir. Para la otra mitad, un alarmante síntoma de cursilería extrema. Sin entrar a decidir cuál de los dos puntos de vista es el verdadero, lo cierto es que en el mundo existe un muy pequeño puñado de obras de arte que han convertido a los museos que las albergan en verdaderos centros de peregrinación. Millares de turistas de Asia, del medio oeste de Estados Unidos, de América Latina trotan sudorosos los 365 días del año tras las flechas que les indican dónde encontrar El nacimiento de Venus, Las meninas, el Guernika, la Ronda de noche, el David… mientras el guía de la excursión, con un megáfono en mano, les advierte en cuatro idiomas distintos que disponen de un cuarto de hora para llegar hasta la obra en cuestión, tomarse la foto de rigor y volver al bus para continuar con el programa establecido por el ‘city tour’. Otras obras maestras igual de importantes, que están colgadas al lado de estos iconos de la cultura popular, a duras penas llaman la atención de los más bien escasos visitantes que van por algo más que poder contarles a sus amigos que vieron la Mona Lisa en París, El nacimiento de Venus en Florencia y La maja desnuda en Madrid.

¿Por qué motivo estas obras despiertan un interés tan inusitado? SEMANA consultó a varios expertos, quienes explican los méritos de ocho obras que, ellas solas, son responsables de que estén llenos a reventar los museos que las albergan.