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La Galería Fernando Quintana, de Bogotá, expone actualmente el más reciente trabajo del artista cubano José Bedia, una fábula mitológica sobre el drama contemporáneo del hombre y su lucha contra la naturaleza.

20 de diciembre de 1993

A PRIMERA VISTA, SUS PINturas parecen el testimonio artístico de tribus milenarias, de aquellas comunidades primitivas que poblaron el mundo en el comienzo de los tiempos. Sin embargo, pronto el espectador advierte que se trata -en efecto- de signos mitológicos, igualmente primitivos en el sentido salvaje del término, pero mezclados con los elementos típicos de la modernidad: automóviles, escopetas, autopistas. Parece como si el autor se hubiera propuesto dejar un testimonio destinado a ser descubierto 500 años después por los nuevos pobladores planetarios, sobre la vida salvaje de la civilización de finales del siglo XX.
Bajo esta perspectiva, la Galería Fernando Quintana, de Bogotá, exhibe por estos días la exposición titulada "Fábula", que recoge el último año de trabajo del artista cubano José Bedia sobre la lucha continua e implacable entre el hombre y la naturaleza; o mejor, entre los animales y su peor enemigo: el género humano.
Bedia ya había visitado a Colombia el año pasado, cuando presentó una serie de instalaciones en la exposición Ante-América, organizada por la Biblioteca Luis Angel Arango, de la capital, en la que fue catalogado como uno de los artistas más destacados de la muestra. Pero en esta ocasión ha preferido retornar a la pintura para expresar con mayor fidelidad el contenido fabuloso de sus obras.
Inspirado en Esopo, quien puso a los animales en el mismo plano de los hombres, Bedia integró felinos, cuadrúpedos, aves y peces a sus cuadros, en un intento de protesta por la despiadada destrucción de la naturaleza por el hombre: cada una de sus representaciones da la impresión de contener una moraleja casi siempre trágica. No obstante, no es con exactitud la tragedia que prevén las organizaciones ecologistas sobre la muerte del medio ambiente. En los cuadros de Bedia se presiente el drama del hombre frente a la rebelión de la naturaleza. En varios de ellos las personas son los animales, mientras estos hacen el papel de victimarios: el venado disparando contra el cazador; el cuadrupedo arrollándolo con un automóvil.
Conocedor de los mitos, la magia y el carácter religioso de las culturas afroamericanas y caribes, José Bedia, considerado a sus 34 años como uno de los más destacados artistas cubanos del momento, se propone crear una gran fábula primitiva por medio de personajes híbridos entre hombre y animal, símbolos sagrados y bestias salvajes conviviendo en un territorio sombrío y nebuloso. Las escenas de sus cuadros se asemejan al producto de las pesadillas de los hombres, acomplejados de culpa por romper la armonía del planeta.
Colmada de un patetismo casi grotesco, la pintura de Bedia esconde una insinuación fatal: la conciliación es imposible. Y es evidente que en esa lucha a muerte entre el hombre y la naturaleza, sea ésta la que salga ganando.
Utilizando el dibujo y la técnica del acrílico sobre lienzo, el artista cubano logra crear su ficción particular de la fábula humana, en una obra que parece los vestigios de pinturas rupestres fantamagóricas.