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En su afán de documentación para la novela sobre Pizarro, Carlos Fuentes incluyó 50 páginas de notas sobre Colombia, según cuenta la directora editorial de Alfaguara y Taurus, Pilar Reyes, quién recibió el manuscrito. | Foto: Andrés Rozo

NOVELA

La historia detrás del libro de Carlos Fuentes sobre Pizarro

El 2 de junio estará en las librerías ‘Aquiles o el guerrillero y el asesino’, la obra inédita del escritor mexicano que cuenta una parte de la vida del líder del M-19.

28 de mayo de 2016

Carlos Fuentes trató de conocer al protagonista de su última historia durante 20 años. Se apasionó tanto con Carlos Pizarro Leóngomez, que hasta sus últimos días trabajó en Aquiles o el guerrillero y el asesino, una obra póstuma editada por Alfaguara, que llegará a las librerías colombianas a partir de la próxima semana.

Le tomó más tiempo del que pensaba, como él mismo le confesó a su amigo Ignacio Padilla que la realidad colombiana variaba tanto que le cambiaba y recambiaba la historia que quería escribir.

Lo certifica Silvia Lemus, viuda del escritor y administradora de su patrimonio literario, la testigo más fiel de su juiciosa escritura y arduo trabajo. Ella cuenta en el prólogo del libro que Fuentes “no quiso entregar el manuscrito a sus editores mientras el conflicto armado más antiguo de América Latina no llegara a su fin”. Por eso, cuando parece que la firma de la paz entre el gobierno nacional y las Farc está cerca, se hizo impostergable publicarlo.
Aquiles o el guerrillero y el asesino cuenta en 200 páginas y 19 capítulos una historia de hermanos de armas (Jaime Bateman, Álvaro Fayad, Iván Marino Ospina), pero sobre todo la de un héroe trágico: Pizarro, comparado con el personaje de La Ilíada porque su punto débil, según su editor, el escritor peruano Julio Ortega, fue haber sido un guerrero con mucha humanidad.

No sorprende que una de las plumas más reconocidas de América Latina, experto en revoluciones y obsesionado por movimientos guerrilleros, especialmente por el colombiano –como cuenta su amigo cercano el expresidente Belisario Betancur–, se interesara por un personaje insurgente como Pizarro.

La historia se remonta a enero de 1990, cuando el Comandante Papito, como le decían, entregaba su arma envuelta en una bandera de Colombia como símbolo de la paz firmada entre el gobierno y el M-19. Ya desmovilizado se reunió con el expresidente Betancur y mantuvieron una conversación durante cuatro horas. Según le contó el exmandatario al diario El Espectador, ese encuentro llamó desesperadamente la atención de Fuentes, quien aprovechaba cualquier momento para preguntarle por los detalles de esa charla con Pizarro. Así lo hizo en noviembre de 2005 en Lisboa, donde el escritor mexicano y Betancur se reunieron durante el VI Foro Iberoamérica, y en agosto de 2008, en Toledo, cuando el exjefe de Estado y su esposa, Dalita Navarro, lo acompañaron a recibir el Premio Internacional Don Quijote.

Los trágicos hechos ocurridos después confirmaron el interés de Fuentes en este personaje. El 26 de abril de 1990, Gerardo Gutiérrez Uribe, un joven sicario de Medellín, asesinó al candidato presidencial en el vuelo 532 de Avianca. En dos segundos, 15 disparos acabaron con la vida de Pizarro, que para ese momento contaba con un 60 por ciento de favorabilidad para ser presidente de Colombia.

Así comenzó lo que sería una investigación exhaustiva. Fuentes encargó fotocopias de todas las reproducciones del asesinato de Pizarro hechas por la prensa estadounidense a la biblioteca del Congreso en Washington. Se entrevistó en Colombia con Eduardo, Juan Antonio, Margoth y Nina Pizarro Leóngomez, hermanos de Pizarro, con su madre, Margoth, y con Laura García, exesposa del combatiente. Habló en dos oportunidades con María del Mar, la hija menor, y contactó a sus amigos más cercanos del M-19, Rafael Vergara y Antonio Navarro Wolff.

En junio de 1994, como le contó Ortega a SEMANA, estuvo listo el primer borrador de lo que en principio se concibió como una crónica. “Fuentes, como gran narrador que era –relata Ortega–, entendió que la historia era superior a la crónica. Ya se ocuparían los historiadores de otros hechos, pero lo que cabía hacer era una novela porque este género no busca la verdad final. Fuentes no aprueba a Pizarro pero tampoco lo sanciona, simplemente lo presenta como un héroe trágico dominado por su destino, que representa los dilemas de una sociedad en guerra consigo misma”.

El escritor mexicano preparó un segundo borrador en el verano de 1994. Diez años después, en el Festival Internacional de Roma, leyó en público un capítulo introductorio. En 2007, en la Feria del Libro de Guadalajara, presentó otro capítulo y en 2008 reorganizó el esquema del texto. Cuando asistió en 2012 al Hay Festival en Cartagena se refirió a su novela, aún inconclusa. “Siempre sale un testigo nuevo, me resulta demasiado cercana a la realidad, me rebasa –dijo Fuentes–. Está casi acabada salvo sus conclusiones, que siempre quedan aplazadas. Es lo malo de acercarse demasiado a la historia. Creo que no la terminaré nunca, quedará como un testimonio abierto”.

Ortega, quien editó la novela por petición especial de Silvia Lemus, contó también que no le agregó una palabra al libro, pues recibió 70 páginas escritas en la máquina Olivetti del autor, comentarios y referencias para incluir de los dos borradores previos y varias páginas escritas a mano.
“Lo más importante es que el manuscrito tenía dos maneras de ser ordenado –aseguró Ortega–. Primero, los capitulillos llevaban títulos, con los nombres de los personajes o de los testigos que declaraban los hechos. Pero, luego, Fuentes optó por numerar los capítulos con números. De modo que elegí el sistema que permite mayor fluidez en la lectura, la numeración”.

María José Pizarro, su segunda hija, coautora del documental Pizarro, supo de la existencia del libro en 2003, mientras estaba exiliada en Barcelona. Entonces no quería desenterrar la historia de su padre y, sin embargo, cuenta que tiempo después le envió varios correos electrónicos a Fuentes porque quería compartirle la investigación que había hecho durante 15 años. Nunca obtuvo respuesta.

“Esta es la historia de cinco personajes –dice María José–: Aquiles (Pizarro), Castor (Ospina), Diomedes (Bateman), Pelayo (Fayad) y un quinto que es el arlequín (el asesino de mi padre). No es una lectura fiel de mi papá porque no es una biografía, es una novela y una muy bien lograda que se centra en el ámbito más familiar de mi padre, sus orígenes, su época en la Universidad Javeriana. Pero no habla, por ejemplo, de las torturas que sufrió o de sus 20 años de vida guerrillera”.

María José Pizarro tiene un sueño recurrente del que habla en su documental: “Pediría que fuese un sueño muy largo para que me contara su vida de ‘pe a pa’ y no tener que conocerlo a través de otros”.

Tal vez Carlos Fuentes, que murió en 2012, compartió esa misma obsesión, pues no tuvo oportunidad de ver terminado su libro o de conocer en directo a su Aquiles. Pero dejó por escrito una obra esencial para la literatura universal y para la historia de Colombia.