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'Cien años de soledad' cumple 50 años

Le dio voz a América Latina, generó devoción en Europa, la piratearon durante 30 años en China y con sus escenas se identifican muchos pueblos de África. ‘Cien años de soledad’ trascendió las fronteras como ninguna otra novela colombiana.

27 de mayo de 2017

Los últimos días de mayo de 1967 el escritor colombiano Gabriel García Márquez estaba lleno de incertidumbre. Tras pasar 18 meses encerrado en un cuarto de su casa de Ciudad de México, sentado frente a su máquina de escribir Smith Corona, por fin había terminado la novela con la que soñaba desde que era un joven periodista con ganas de contar historias. Pero el esfuerzo por completar el libro, que la Editorial Sudamericana de Buenos Aires estaba a punto de publicar, le había traído muchas afugias económicas a su familia.

Y aunque varios de los primeros lectores de los manuscritos –como Mario Vargas Llosa y Álvaro Mutis– ya comentaban en voz baja que era una de las mejores novelas en lengua castellana en muchos años, e incluso la editorial había doblado el tiraje luego de las pruebas de imprenta, Gabo, incrédulo, no esperaba nada extraordinario. Tenía 40 años, cuatro libros publicados y ninguno era un éxito.

“No creas que esta tensión no tiene consecuencias –le escribió a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza en marzo de 1967–. Hace dos días, manejando por el periférico, solo, se me paró el corazón. Alcancé el carril de baja velocidad, y hasta tuve tiempo de pensar que aquella era una manera bastante pendeja de morirse, pero salí adelante con el corazón dando saltos como sapo loco. Después de dos días de toda clase de manoseos médicos, me han dicho que es solo una arritmia nerviosa”.

El libro finalmente se terminó de imprimir el 30 de mayo con el título de Cien años de soledad y a la semana siguiente (el 6 de junio) ya se conseguía en las librerías de Buenos Aires.

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Lo que vino después fue una avalancha inesperada que removió los cimientos de la literatura universal y que aún no se detiene: la historia de las siete generaciones de la familia Buendía y de Macondo, un pueblito imaginario en el Caribe colombiano, se convirtió en un fenómeno mundial que, hasta el momento, ha sido traducido a unos 49 idiomas, publicado por más de 100 editoriales y ha vendido más de 40 millones de copias en todo el mundo, sin contar las ediciones piratas.

¿Pero cómo un libro sobre un pueblo ficticio en Colombia se convirtió en una de las historias más universales de los últimos tiempos? Gran parte de la respuesta está en la historia que contó García Márquez. Las alegrías, las tragedias y las ilusiones de los Buendía en Macondo no solo identificaron a los pueblos de América Latina, sino que también les llegaron al corazón a personas de todos los rincones del mundo. William Joseph Kennedy, el escritor y periodista estadounidense que ganó un Premio Pulitzer en 1984, escribió alguna vez en el diario The New York Times que Cien años de soledad era la primera pieza de literatura que toda la especie humana debería leer, después del Génesis. “García Márquez –dijo– ha hecho nada menos que crear en el lector un sentido de todo lo que es profundo, significativo e insignificante en la vida”.

Las historias de Macondo, de hecho, no son muy distintas a las que ocurren en algunos lugares de África o en regiones como el lejano Oriente, que durante varios siglos vivió en medio de una sociedad feudal. Por eso en muchos países, algunos inimaginables, hay personas que toman el libro como propio. Los ejemplos son numerosos: en China es una de las obras más influyentes de las últimas décadas, aunque durante 30 años solo circularon ediciones ilegales; en Irán fue una de las novelas más leídas por la generación de jóvenes que en 1979 desataron la Revolución islámica que derrocó a la monarquía del shah Reza Pahlevi, y en Armenia (Eurasia) es uno de los preferidos por los jóvenes, según una encuesta realizada en 2013. Y esas son solo algunas historias, pues entre los idiomas a los que ha sido traducido el libro están algunos tan extraños como el hebreo, el tamil (una de las lenguas que se hablan en India), el malayo o el islandés.

La novela, además, se convirtió en un texto de referencia para los gobiernos de izquierda que en esa época regían en Europa del Este, Asia y buena parte de América Latina. Personajes como el coronel Aureliano Buendía –quien dirige varias revoluciones fracasadas contra un gobierno conservador– y temas como la pobreza en el campo o la explotación de la tierra por parte de empresas extranjeras sirvieron para que el libro circulara en los países socialistas. Pero eso no lo limitó, pues también encantó a poderosos como Bill Clinton y Barack Obama, y es un éxito en países no socialistas como Estados Unidos, Francia o Italia.

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Inspirando a los mejores

Pero más allá de los temas políticos, sociales y comerciales, la novela de Gabo marcó una época en la literatura universal. En Hispanoamérica, algunos afirman que es la segunda obra más importante de la lengua castellana después de Don Quijote de la Mancha. Tal vez no se equivocan, pues no solo fue el culmen del llamado boom de la literatura latinoamericana –como se conoce al movimiento de escritores que, entre los años sesenta y setenta, revolucionó las letras en español–, sino que hizo popular un estilo conocido como el realismo mágico, lleno de escenas extraordinarias y mágicas (hombres que vuelven de la muerte, hilos de sangre que recorren las calles de un pueblo o hermanos que quedan marcados con cruces de ceniza en la frente), al tiempo que se narran temas de fondo como el día a día de una sociedad rural y la violencia.

De hecho, a partir de Cien años de soledad, varios de los mejores escritores del mundo encontraron la inspiración para contar sus propias historias: el estadounidense Paul Auster, el británico Salman Rushdie, el chino Mo Yan (nobel de literatura en 2012) o el checo Milan Kundera, que hoy hacen parte de la elite literaria, quedaron marcados por la novela.

La historia de los Buendía, además, caló tanto en la cultura popular, que hoy en varios países del mundo utilizan expresiones como “macondiano”, “garciamarquiano” o “realismo mágico” para referirse a cosas extrañas o a sucesos sin sentido, y algunas escenas de la novela permanecen en la memoria de personas en los cinco continentes: Remedios la Bella subiendo al cielo, el coronel Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento y las mariposas amarillas de Mauricio Babilonia. Incluso, quienes no han leído nunca la obra identifican los nombres de algunos personajes. Tanto es así que muchas canciones, películas y series de televisión han hecho alusiones al libro, sus personajes o al nombre de Macondo.

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Para Gabo, quien gracias a la novela se convirtió en una figura mundial y 15 años después se ganó el Nobel de Literatura, todo fue inesperado. “No sé a qué horas sucedió todo –dijo en un congreso de la Real Academia de la Lengua Española llevado a cabo en 2007 en Cartagena–. Solo sé que desde que tenía 17 años y hasta la mañana de hoy no he hecho cosa distinta que levantarme todo los días temprano y sentarme ante un teclado, para llenar una página en blanco o una pantalla de computador con la única misión de escribir una historia aún no contada por nadie, que le haga más feliz la vida a un lector inexistente”.

Eso último lo consiguió con creces. Cincuenta años después de publicada, Cien años de soledad sigue alegrando la vida de lectores en cualquier parte del mundo. De hecho, lo más seguro es que en este mismo momento muchas personas de distintas razas, países y orígenes estén sumergidas en la historia de Macondo y de aquella tarde remota en la que el padre de Aureliano Buendía lo llevó a conocer el hielo.