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COMO CREAR SIN DESTRUIR

En Medellín, restauradores y arquitectos hablan el mismo lenguaje urbano: ¡conservemos el espíritu de la ciudad!

2 de mayo de 1983

Es difícil ignorar que en Colombia el crecimiento urbano ha significado la destrucción de la ciudad: en nuestras urbes ha ocurrido un proceso que lleva del estado equilibrado del núcleo, al incremento incontrolado de sus funciones, a la consecuente emigración de ciertos estratos sociales hacia la periferia y, por ende, a la más acelerada desintegración del núcelo. Y esta destrucción que en principio parece contradictoria, resulta evidente si por ciudad entendemos, no sólo la acumulación cuantitativa de construcciones y gente, sino cualtitativa y proporcionada de símbolos, valores, significaciones y ciudadanos que se representan a sí mismos por medio de gestos manifestados a través de formas edilicias y urbanas.
En Medellín, en estos momentos, se lleva a cabo una acción contraria al proceso de destrucción. Esto corresponde a la puesta en marcha de un ambicioso proyecto, concebido inicialmente por la firma Arquitectos Ltda. y desarrollado posteriormente en asocio con la firma L.H. Forero, para instalar un complejo comercial en la sección central de la ciudad, estableciéndolo sobre los residuos, para este propósito restaurados, el viejo edificio sede del Seminario Mayor del Clero Secular, y de la Curia. El crecimiento desordenado de actividades hizo decaer el centro de la ciudad y trajo como consecuencia inicial la incongruencia de ese sector con la función religiosa del claustro, que había sido construido en 1928 y guardaba caras significaciones para los antioqueños.
Una parte considerable del edificio original había caído, víctima de la contrucción de la Avenida Oriental, destinada a desfogar el tráfico. La propuesta incluía la ejecución de una nueva ala con el fin de completar el rectángulo que encerraba los cuatro patios. Ellos serían el centro del sistema de circulaciones y darían acceso a los negocios allí establecidos.
Dichos patios tienen características similares en cuanto a la forma de sus trazados se refiere, pero son muy distintos en lo que tiene que ver con sus elementos tipológicos componentes.De manera que si en uno de ellos predomina un gran casco de vaca (árbol típico de Medellín), conservado de entre los que allí estuvieron originalmente, en otro domina la presencia de la columnata que circunda el claustro, mientras que los patios nuevos constituyen muestras de buen gusto contemporáneo en ladrillo a la vista.
El espacio de la antigua capilla fue transformado significativamente, dividiéndolo por alturas en una planta baja destinada a albergar locales comerciales, y en una planta alta, gran espacio abovedado en lenguaje góticopaisa, para un confortable restaurante. La intervención en este sitio se hizo con un claro sentido de respeto por los elementos decorativos originales. De esta manera se ha conservado el carácter del espacio y se ha obtenido su nueva funcionalidad.
En la sección vieja del edificio se respetaron los elementos existentes con excepción del ancho y alto de las ventanas que se convirtieron en puertas de acceso a los locales. Allí, una nueva gama de colores, adecuadamente escogidos y con toda la intencionalidad del caso, enfatiza el carácter "anterior" de esa parte del inmueble. La mezcla de elementos ya pasados de moda, como se diría ahora, con otros muy contemporáneos, representa la historia de Medellín.
Exteriormente, el Centro Comercial de Villa nueva sigue comprometido con la conformación de la figura de la ciudad, através de la manutención de la apariencia del edificio viejo y a través de la conservación, aun en la parte nueva, de las alturas constantes, de los paramentos, del ritmo de ventanas y aperturas, del uso del mismo material de construcción, etc. Así se sugiere una continuidad renovadora.
Al frente del conjunto, por una de sus calles laterales, aparece una nueva edificación que sirve de parqueadero de varios pisos para los que en carro llegan a hacer sus compras. La percepción externa pone de manifiesto la elaboración de un nuevo espíritu de respeto por todo lo que implica la ciudad, y por ende una nueva y singular cultura. Digo singular por que ciertamente no es con frecuencia entre nosotros que se encuentran casos como éste. Desde tal punto de vista, la restauración monumental a que nos referimos sienta precedentes fundamentales.
Pero la parte más interesante de la experiencia es la que tiene que ver con el intento de restaurar, ya no el edificio aislado, sino el mismo centro de la ciudad. Pues Medellín también ha sido minada por el concepto de suburbia importado de las ciudades anglosajonas, basado en el mito romántico de las delicias de la vida rural (olvidando que, inevitablemente, las ciudades quedan en el campo) y con consecuencias tan graves como la especialización de las funciones urbanas por sectores, con los barrios dormitorios y su tedio segregacionista. De manera que la aparición de los centros comerciales de periferia, los "shopping centers", amenazan con completar el proceso de desvitalización propiciado por el éxodo de grandes y significativos grupos sociales, y el abandono de los centros de ciudad a las simples actividades comerciales, o financieras, o fabriles, o tuguriales, todas ellas por sectores especializados.
Es bien significativo entonces que en este caso, en Medellín, se haya intentado la restauración de la mezcla saludable de funciones en el centro, utilizando para ello, a manera de herramienta, precisamente uno de los instrumentos que con mayor efectividad había servido para destruirlo: el centro comercial. Además de todo lo anterior, el auge del caso que nos ocupa indica cuán buen negocio puede ser la conservación del patrimonio, realizada con criterios profesionales y creativos.
La misma firma de Arquitectos Ltda., dirigida por Oscar Mesa, ha construido en el Poblado el Edificio Corfin, sin duda uno de los hechos arquitectónicos notables con que cuenta la capital antioqueña actualmente. Concebido para un largo lote de 20 mts. de ancho por 120 mts. de largo, y que sube por la ladera, la construcción es una especie de biombo semitransparente, elaborado en cuatro bloques casi continuos, cada uno con sus torres de circulaciones verticales y puntos fijos que se escalonan desde la Avenida del Poblado hacia arriba.
La apertura entre los bloques permite que el territorio a lado y lado del eje construido se pueda intercomunicar. Y si por otra parte se tiene en cuenta la instalación en los sótanos de generosos parqueaderos, se advertirá la intención de utilizar el edificio como germen de la ciudad que habrá de aparecer en este sector, aún despoblado, del Poblado.
Más allá de su intención de servir de punto de partida de alguna futura urbanización, el Edificio Corfin hace un significativo aporte figurativo al panorama local, a través de la direccionalidad de sus volúmenes y de la presencia sugestiva de sus torres, como de fortaleza o fabulosa fábrica. Esta construcción es indicativa del alto nivel de calidad arquitectónica que se ha alcanzado en Medellín y no debe ser considerada como objeto excepcional, sino como exponente de una genealogía que desarrollan actualmente, con gran amor por su ciudad, los arquitectos paisas.
La ciudad, cuando lo es en serio, y aparte de sus funciones utilitarias, realiza funciones figurativas; es decir, que conjuga el verbo figurar; o sea que genera figuras. Ellas encarnan los significados que se producen a raíz del intercambio entre ciudadanos. Desde tal punto de vista, el edificio Corfín y varios otros en la Villa de La Candelaria han iniciado ya una nueva etapa del lenguaje urbano entre nosotros.--
Galaor Carbonell