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CON LAS MANOS

Un mismo oficio, la escultura, y dos propuestas diferentes: Ezequiel Alarcón y Yaneth Reyes exponen en Bogotá y Medellín respectivamente, una muestra de su más reciente trabajo.

11 de junio de 1984

Técnicamente hablando, las estructuras, construcciones o esculturas que Ezequiel Alarcón actualmente muestra en la sala de proyectos del Museo de Arte Moderno de Bogotá, son ensamblajes que resultan de una imaginación disciplinada por el evidente conocimiento de la arquitectura. Ellas se mueven en una esfera de considerable interés creativo, donde, por alguna razón nada fácil de explicar, se concretan imágenes que señalan, a la vez, la memoria de trabajos como los de Leonardo cuando diseñaba diferentes máquinas con propósitos más o menos definidos, y, al mismo tiempo, situaciones mucho más contemporáneas. En este último sentido,las construcciones en cuestión refieren imágenes de posibles máquinas privadas de función específica y que por lo tanto son simplemente estéticas: máquinas para el recreo de la sensibilidad.
Fabricadas de acuerdo con un proceso de amarre entre pedazos de mimbre, trozos de lona y piezas de greda a veces cocinada y otras no, estas lucubraciones pertenecen a un mundo superior de proyectos imaginarios. Para nuestro beneficio ellos han sido vistos a través de maquetas que se alcanzan a realizar en tres dimensiones en materiales que simulan, y solamente simulan, una realidad pero que debido a su escala pequeña nos aclaran de manera bastante contundente que no son reales; que no constituyen fines en sí mismos, que no corresponden a la escala uno a uno, sino que, por el contrario, son apenas proyecciones de una visión creativa y en el mejor de los sentidos representaciones. Dada su inexistencia física anterior a estas maquetas, también podrían ser pre-presentaciones.
Algunas se acercan más en su forma a la noción de una herramienta o utensilio, para en algunos casos casi corresponder a arcos y flechas. Otras recorren la amplia gama que va desde la herramienta utilitaria hecha para la mano o para el brazo, hasta sugerir, en efecto, situaciones arquitectónicas. En esta obra cada uno de los materiales utilizados sugiere una función distinta: la greda cocinada a veces figura ruedas con que cimentar extraños carruajes y así se refiere a la traslación. Cuando el mismo material está sin cocinar, constituye bloques que parecen contener espacios interiores destinados a la función de habitar y por ende son propuestas para un correspondiente comportamiento. Los pedazos de lona sugieren ser cubiertas protectoras de los elementos, extraños quitasoles o aún alas con que planear en un imaginario vuelo.
Por último, los elementos de mimbre aparecen en tensión, indicando la presencia de fuerzas contenidas, o esfuerzos reprimidos que pueden, sin embargo, desbocarse al menor asomo de indicación por parte de alguna entelequia que presumiblemente dirigiría la acción del implemento.
Debido a su capacidad de aludir a otros géneros distintos de los objetos mismos que en sentido estricto aparecen ante nosotros en la exposición, y debido también a su capacidad para trascender el carácter estricto de sus materiales, estas pequeñas lucubraciones escultóricas traspasan el límite de su consistencia específica para convertirse en articulaciones mágicas que tienen que ver con muchas de las acciones importantes de la vida del hombre: posible habitación en espacios interiores, plausibles traslaciones sobre tierra, agua o aire, la defensa cuando los objetos se visten de ballestas, etc. Pero todas estas esculturas están siempre ahí para recordarnos que más allá de significados específicos, la obra de arte debe simplemente significar, sin explicaciones subsiguientes.
Yaneth Reyes y la figura yacente
Yaneth Reyes trabaja la arcilla traducida posteriormente, a través de complejos sistemas de moldeo, a materiales más duros, entre los cuales se destaca uno muy accesible, barato y consistente como es el cemento. En este caso su uso está calificado por la integración de colores minerales, de esos de ferretería, también ampliamente accesibles. Una vez completado el proceso de vertido y fraguado, se ha aplicado cera que confiere brillo especial a la superficie para destacar aún más claramente las formas menores del modelado y señalar el azul total de una figura contra el rojo total de otra, o el negro total, o el blanco, o el verde, etc., con que cada una de las copias ha sido tratada.
Yaneth Reyes trabaja casi siempre con los temas que tienen que ver con la figura yacente que en este caso, el de su exposición en la Sala de Integración Cultural de Medellín, representa la figura desnuda masculina, muerta, supuestamente a resultas de un accidente de motociclismo que la deja inerte y tremenda ante nosotros.
La serialización de la figura: el que podamos verla repetida pero de acuerdo con colores totales distintos entre sí y grotescos, le confiere una especial apariencia que elimina cualquier asomo de alusión a situaciones de morgue o romanticismos parecidos. Si no existiera esta voluntad por evitar la romantización, sería difícil plantear objetos como éstos, estéticamente duros, directos y claros.
El trabajo que actualmente realiza Yaneth Reyes incluye la investigación y por lo tanto tiene aún muchos aspectos técnicos por solucionar, entre ellos el peso tremendo del material que convierte a estas piezas, a pesar de que no son demasiado grandes, en monolitos prácticamente inamovibles. Por otra parte también se deberá investigar la manera más adecuada de enfrentar los asuntos pertinentes al color. Sin embargo y a pesar de algunas reservas técnicas que la obra en cuestión puede suscitar, ella se plantea como una producción de gran interés debido al manejo sensible que permite elevarla por encima del nivel simplemente artesanal o decorativo, para llegar a uno de los grandes temas del arte de siempre: el cuestionamiento que el artista hace ante la finalidad de la muerte.
El motociclista ha sido desposeido de los atributos superficiales que lo califican de manera estrecha y se nos presenta aquí como el desnudo constante, sin atributos superficiales ni defensas más allá de las de su débil cuerpo inerte. De esa manera la obra adquiere una especial vigencia, sobre todo ahora cuando nos mortifican imágenes de veloces asesinos u otros sub-héroes, nunca debidamente tomados en cuenta ni contemplados por la visión oficial o convencional, ni conocidos en el interior de sus personales conjunciones de experiencias dramáticas que hacen inevitable los desenlaces que, de una u otra manera, la obra de Yaneth Reyes narra. Es en la muerte donde el anti-héroe surge como posible personaje digno de seguimiento y análisis, sobre todo si se tiene en cuenta que no es un caso único, sino que por el contrario pertenece a una categoría amplia y extensa, numéricamente cuantiosa, y social y sicológicamente significativa.
Pero la producción escultórica de Yaneth Reyes no se refiere solamente a la muerte. También en otras esculturas ensalza la vida experimentada por el conducto de la sensualidad cuando con sorprendente maestría que evita cáer en el hiperrealismo, nos enfrenta a amantes de los más diversos sexos mientras disfrutan por las manos, como si ellos también conocieran los placeres secretos de la escultura.--
Galaor Carbonell