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CRISIS EN LE MONDE

La pérdida del 15% de sus lectores y el rechazo a un plan para conjurar el déficit, pone en peligro la supervivencia del decano de los periódicos franceses.

14 de enero de 1985

Le Monde decano del periodismo francés, está en crisis. Su director, André Laurens, renunció cuando las 14 personalidades que poseen el 40% del capital del diario y los periodistas que detentan otro 40% rechazaron el plan presentado por él para luchar contra el déficit que, a finales de este año, alcanzará 400 millones de pesos, situación que es similar a la de 1982, cuando fue reemplazado el segundo director en su historia, Jacques Fauvet.
Jefe del servicio político, André Laurens había sido propuesto por un comité de "sabios" compuesto por los representantes de los clanes que aparecieron en el periódico durante los dos años de campaña electoral que precedieron a la jubilación de Jacques Fauvet. Además de los traumas causados por esas divisiones, el nuevo director tuvo que hacer frente a una crisis profunda, que se venía reflejando desde 1979 en una neta disminución del número de ejemplares vendidos. Desde esa fecha, Le Monde ha perdido un 15% de sus lectores.
Este hecho, en sí, no es excepcional. Salvo el diario socialista-independiente Liberation, los órganos de la prensa nacional han acusado una baja en sus ventas y en sus recetas provenientes de la publicidad. Estas han sido captadas por la televisión y los magazines semanales. La crisis de Le Monde es original, porque ese periódico pertenece a las personas que lo fabrican. Sus empleados, cuadros administrativos y periodistas son, de hecho, sus accionistas. Cualquier empresa de prensa -más aún Le Monde que goza de un enorme prestigio- podría abrir sus puertas a otros capitales. Pero el diario "más serio de Francia" no lo hace porque no quiere, dijo su director, "alienar su independencia". ¿El resultado? Las deudas que en total suman ochocientos millones de pesos y que podrían ser soportables para cualquier empresa que, como Le Monde, realiza anualmente un volumen de negocios de 24 mil millones de pesos, está poniendo en peligro la existencia misma de esa especie de "cooperativa de prensa". El celo por la independencia explica por qué la redacción rechazó una alianza con una agencia de publicidad para lanzar un sumplemento dominical en color y aprobó más bien la supresión de las primas de fin de año. También decidió despedir, por primera vez desde la creación del periódico en 1944, a 110 personas.
Más tarde, André Laurens propuso un plan de saneamiento financiero y de reactivación del periódico basado esencialmente en tres ejes: la reorientación del proceso de producción, la supresión de una de sus dos imprentas situada en Saint Denis, en las afueras de París, y la impresión descentralizada más la creación de una maqueta y un formato tabloide nuevo, para las provincias. Le Monde que, en París, sale hacia las dos de la tarde podría, según Laurens, ser actualizado en la noche para poder competir mejor con los diarios regionales. Su formato le permitiría, por otro lado, economizar papel, introducir material fotográfico y contemplar la posibilidad de unirse para su impresión, con otros periódicos de la región parisina. Además planteo una caída de los salarios, así como la reorganización de las funciones y las responsabilidades en el seno del periódico. En este sentido, el director no hacía otra cosa que decir brutalmente: si el periódico desea mantener su independencia y seguir viviendo, tiene que poner fin a la política salarial generosa que practicó durante largos años. Su personal es, en general, el mejor retribuido de toda la prensa cotidiana gala. El remedio indicado por Laurens era amargo: disminuir en un 14% los salarios. Ese anunció provocó una huelga el 26 y 27 de noviembre, la primera en la historia de ese venerable periódico. Cubrir, en fin, rápidamente, el déficit financiero, mediante la venta de la sede del diario situada en el número 5 de la Rue des italiens.
El fundador del periódico, Hubert Beuve-Mery, las trece otras personalidades y los periodistas, desaprobaron el plan del director. Los 1.250 empleados de Le Monde son conscientes -dijo a SEMANA uno de los 180 periodistas- "que deben aceptar la modernización del periódico y adaptar sus reivindicaciones económicas a esta época de vacas flacas. Pero no se adhirieron al plan del director por considerar que no contiene elementos susceptibles de atraer nuevos lectores". Concretamente, los periodistas parecían dispuestos a cambiar de maqueta, convertir Le Monde en un matutino, introducir fotos, descentralizar la impresión pero no encontraron respuestas a dos interrogantes: ¿cuál es el proyecto en la redacción de los artículos? ¿Cómo salir de la crisis de identidad que conoce el diario? Periódico con vocación internacional, Le Monde tiene unos 40 corresponsales diseminados en el mundo. La pérdida de lectores se debe, en parte, nos dijo Jean Marie Dupont, director adjunto, a la "pérdida de interés de los franceses por lo que sucede fuera de su hexágono". El periódico también paga un precio por haber llamado a votar por Francois Mitterrand, pero su crisis se explica, por no haber seguido la evolución tecnológica, gráfica y, sobre todo, en cada hogar, y por desconocer el hecho de que la foto y la ilustración comienzan a ser consideradas tan importantes como los textos. Publicar un periódico sin fotos y con apenas una caricatura no tiene sentido, y Le Monde lo hace. Este diario tampoco ha tenido en cuenta otros fenómenos de civilización: la desafección creciente por la política, por ejemplo, que él continúa tratando de manera solemne y casi exclusivamente a través del juego institucional y su lenguaje serio, de corte universitario, sus títulos sin "punch" y la falta de irreverencia -tan común en periódicos de la nueva prensa- como el diario Liberation. Los escollos son múltiples, pues, para la nueva dirección que, en principio, será elegida este 20 de diciembre.