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La reedición de este breve texto de Hugo Von Hofmannsthal cae de perlas en una época en que la literatura muestra muy poca conciencia del lenguaje

LIBROS.

El arte de callar

Varios autores comentan la carta de Lord Chandos, de Hofmannsthal, un paradigma de la literatura contemporánea.

Luis Fernando Afanador
11 de octubre de 2008

Una carta

Hugo von Hofmannsthal

Pre-Textos, 2008

288 páginas

La carta de Lord Chandos fue publicada en 1902 y todavía sigue suscitando comentarios. Porque sus temas son inagotables y siempre vigentes: ¿puede el lenguaje capturar la realidad? ¿Cuál es la función ética y estética del escritor? ¿Por qué no renunciar a la escritura?

El austríaco Hugo von Hofmannsthal, autor de la mencionada carta, era un poeta vienés con una brillante carrera creadora que decidió interrumpir intempestivamente. Su carta, de alguna manera, es el manifiesto de una crisis en la que expone sus razones por la pérdida de confianza en las palabras como un instrumento eficaz para expresar la realidad. Y, desde luego, es también una clara invitación al silencio.

La carta consta apenas de 22 páginas, pero en diferentes épocas ha dado lugar -oh paradoja- a ríos de palabras: artículos, ensayos, tratados y otras cartas de respuesta. La prueba más a la mano es la reciente edición de la editorial Pre-Textos que publica nuevamente la carta traducida al español por José Muñoz Millanes, con prólogo de Claudio Magris, un ensayo de Juan Navarro Baldeweg y seis respuestas de seis escritores contemporáneos a Lord Chandos.

Habría que empezar por decir que Lord Chandos es un personaje ficticio: un joven y brillante poeta de la época isabelina que se retira a vivir al campo. En su confortable hacienda, se encuentra escribiendo una gran obra poética. Al menos, eso es lo que dice y lo que esperan de él sus amigos. Pero la verdad es muy distinta. Lord Chandos ya no es, como antes, un hombre de letras eufórico y pleno de "palabras esplendorosas": se encuentra sumido "en una parálisis espiritual". Aunque, más por cortesía que por cualquier otra cosa, decide contestar una carta que le escribe Francis Bacon, personaje histórico, conocido entre otras cosas por haber descubierto el método inductivo en las ciencias. Tal es la carta que nos ocupa, un notable ejemplo de estilo literario en el que irónicamente se va a plantear el fracaso de la literatura en su intención de decir el mundo. Paradojas, mistificaciones, juegos literarios antes de Borges. O, como diría su paisano Wittgestein años más tarde: "De lo que no se puede hablar, hay que callar".

Para Chandos, las palabras abstractas, de las cuales la lengua debe hacer uso para sacar a la luz del día cualquier clase de juicios, se le desmigajan de la boca igual que hongos podridos: "porque la lengua en que quizá me fuera dado, no sólo escribir, sino también pensar, no es latín ni el inglés ni el italiano o el español, sino una lengua de cuyas palabras ni siquiera una sola me es conocida".

Entre lo que existe y el espejo tenue de las palabras, Chandos descubre un abismo que lo paraliza. Las cosas son demasiado concretas y las palabras son demasiado abstractas. Sin embargo, Stefan Hertmans, en una de las seis respuestas le aclara a Hofmannsthal, el demiurgo, que no hay que desesperarse con dicha situación. La literatura nunca llega del todo al grano pero justamente ahí radica su valor: en asumir una tarea condenada a lo imposible. Como los trabajos de Sísifo. Y le recuerda con John Cage: "Lo que exigimos es silencio, pero lo que el silencio exige de mí es que siga hablando". Esperanza López Parada, bellamente le propone que "hablemos toda la noche, hablemos continuamente, pasemos el rato en compañía, estemos juntos en el verbo que nos acerca porque nos sustituye…".

Qué bueno -y qué higiénico- volver a leer la carta de Lord Chandos en estos tiempos en los que hay poca conciencia del lenguaje -y por lo tanto cero crisis de expresión-, en los que, según Esteban Ierardo, la cumbre y el destino literario de muchos escritores son las trompetas del éxito, las felicitaciones de la crítica y la búsqueda de un lugar en la historia de las letras. Tantos escritores olvidando que "su verdadera cima es cabalgar, silenciosos, entre las colmenas de la miel siempre nueva de la mañana".