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Alfonso Cuarón, Emmanuel ‘Chivo Lubezki’, Guillermo del Toro y Gonzalo Iñárritu, son la cuota mexicana en Hollywood. | Foto: SEMANA

CINE

La indetenible ola mexicana en Hollywood

Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro lideran una gran revolución latina en Hollywood. Premios y nominaciones confirman que esta década les pertenece. Y van por más.

26 de enero de 2019

Parecen tres ciclistas en fuga que, aprovechando su amplia ventaja, se turnan la punta para despegarse del resto. La premiación de los Óscar no es propiamente una ‘etapa’, pero ha servido de escenario para confirmar el extraordinario momento que viven los mexicanos Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro en estos últimos años.

Estos directores han mostrado en sus películas un amplio espectro temático, han conquistado la taquilla y han ganado premios en medio de sus colegas estadounidenses; un logro aún más notorio en medio de las tensiones fronterizas entre los dos países.

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En este punto, cinco años después de que se comenzó a hablar de los ‘three amigos’, no es exagerado afirmar que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, cuestionada por su falta de diversidad, los ha hecho pilares de una generación y protagonistas de esta década. Desde finales de los años noventa algo los unía y se perfilaban como directores con espíritu de autores. Pero era difícil predecir que casi veinte años después acapararían los máximos honores de la industria cinematográfica más influyente. En efecto, desde 2013 Cuarón, González Iñárritu y Del Toro han alternado su protagonismo al ganar nominaciones y estatuillas doradas.

No necesitamos de los premios Óscar para probar su calidad, pero figurar en ellos de manera tan sostenida les da estatus de boom.

En 2006 González Iñárritu recibió su primera nominación a mejor director por Babel. En 2014 Cuarón rompió el cascarón para México y se llevó ese premio, por primera vez, por Gravity. En 2015 Iñárritu llevó más lejos el logro al conseguir el doblete de Óscar a mejor director y a mejor película por Birdman. Y, en 2016, repitió triunfo a mejor director por The Revenant. En 2018, el que faltaba por ganar, Guillermo del Toro, arrasó con La forma del agua, que le representó también el doblete a mejor director y película.

Foto: Por primera vez una cinta en español, Roma, es nominada a mejor película. También a mejor película en lengua extranjera. De ganar ambos lograría lo imposible.

Y la ola no se detiene. En pocas semanas, el 24 de febrero, Cuarón vuelve al ruedo con la posibilidad de sumar a su leyenda. Su película Roma, producida por Netflix, se llevó 10 nominaciones al Óscar, de las cuales cuatro lo involucran directamente. Aspira así a convertirse en el primer ganador a mejor película extranjera y a mejor película, una categoría en la que jamás había aparecido una cinta en español. También está en carrera por el premio a mejor director y a mejor cinematografía. Curiosamente otro mexicano talentoso y muy cercano a los tres compadres ha inscrito su nombre en repetidas entregas de esta última categoría. Emmanuel Lubezki ganó tres estatuillas doradas consecutivas entre 2014 y 2016 por su trabajo en fotografía en Gravity, junto a Cuarón, y a González Iñárritu, en Birdman y The Revenant.

Té para tres

Alfonso Cuarón nació en 1961 y Alejandro González Iñárritu en 1963, ambos en Ciudad de México. Del Toro, de Guadalajara, nació en 1964. La triada forjó trayectorias separadas y dirigió en sus particulares estilos clásicos en español como Amores perros, Y tu mamá también y El laberinto del fauno. Tienen en común la nacionalidad, la camaradería, y que no necesitaron de los Óscar para probar su calidad. Aunque figurar en ellos de manera tan sostenida los eleva y les da estatus de ‘boom’.

Se conocieron al final de siglo, antes de proyectarse en Hollywood. Cuarón y Del Toro coincidieron en una serie de televisión a finales de los años ochenta. Y entre ellos nació un lazo fuerte que surgió, irónicamente, cuando Del Toro acusó a Cuarón de copiar a Stephen King en ese guion. Iñárritu conoció a Cuarón en 1998 mientras se preparaba para dirigir Grandes esperanzas, y a Del Toro en 2000 mientras editaba su dura Amores perros. En ese proceso, Del Toro le aconsejó a Iñárritu, presencialmente y por teléfono, sobre los cortes claves para hacer de su película la mejor posible. El resultado fue evidente.

En 2006 se hicieron sentir en grupo en los Óscar. Guillermo del Toro compitió con El laberinto del fauno, Alfonso Cuarón con Hijos del hombre y Alejandro González Iñárritu con Babel. Las tres películas recibieron 16 nominaciones y ganaron cuatro estatuillas. El hecho no fue flor de un día. Simplemente avisaba lo que vendría.

Los directores no solo se retroalimentan y aconsejan entre sí. Fundaron la casa productora Cha Cha Cha Films en 2007, un proyecto que nació en sociedad con Focus Group y Universal Pictures. Con un presupuesto de 100 millones de dólares produjo las cintas Rudo y cursi en 2008, Madres e hijas, de Rodrigo García Barcha en 2010, y Biutiful de González Iñárritu en 2010. Pero aunque los inversionistas de Universal terminaron la alianza, los ‘three’ siguen firmes en su aprecio mutuo. “Esto no es un matrimonio –afirmó Del Toro cuando crearon Cha Cha Cha–, no es una compañía, lo que nos une es la amistad”.

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Como buenos amigos tienen personalidades, maneras de trabajar y gustos distintos. Del Toro, apodado Osito, encarna al clásico nerd, embebido en un mundo de fantasías y monstruos, y se caracteriza por su amabilidad y su sentido del humor. En contraste Iñárritu, apodado el Negro, proyecta un aire soberbio, digno de quien ha excedido expectativas por los escenarios por los que ha pasado. Cuarón describió el contraste cinematográfico entre ambos al afirmar: “Las escenas de Guillermo son casi matemáticas. Todo está planeado, mientras que Alejandro define qué y cómo va a filmar al llegar al lugar. Opera casi como un reportero. Tiene que ver para decidir qué hacer”. Esto le trae sus dolores de cabeza. Muchos integrantes del equipo de rodaje de The Revenant le renunciaron por lo extremo que resultó el proceso. Pero no por eso cambió su método: su visión va primero, la gente después.

Iñárritu ratifica esa idea. En una entrevista con el diario mexicano Milenio, aseguró: “Trabajo mucho en la escritura antes de empezar a grabar, es lo primero que dirijo. Pero, a pesar de la minuciosidad, el guion nunca va a estar completamente listo. Cada vez lo veo más como un referente. He tratado de liberarme de la dictadura de la palabra y algunos de los mejores momentos de mis películas no estaban en el guion. La filmación es el texto original: lo que capturas con la cámara es la película”.

Foto: Gael García Bernal es un actor enmarcado en el género de la fantasía, el favorito de Del Toro.

Gael García Bernal ha trabajado con Cuarón y con Iñárritu y es seguidor de Del Toro. Como pocos puede definir qué los une y los separa. El actor describe el estilo de Cuarón como más íntimo, centrado en los personajes, y el de Iñárritu más dado a entrelazar historias con un grado mayor de complejidad. A Del Toro lo postula como un autor enmarcado en su género favorito: la fantasía. Y sobre lo que los une, García Bernal aseguró: “Tienen un lenguaje en común. Con muchas referencias compartidas que vienen del hecho de crecer en México en la misma época”. No sorprende que Iñárritu y Del Toro exalten el retrato de Cuarón de su infancia, en Roma, como un poema visual.

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A los tres les han criticado en México por ‘venderse’ al sistema estadounidense. Pero con una historia tan mexicana como Roma, hablada en español y en mixteca, Cuarón sepultó esas críticas. Probó que desde lo autóctono también se puede llegar al mundo. Uno de sus viejos socios, David Linde, de Universal Pictures, sentencia: “Son mexicanos de punta a punta, aprecian su procedencia y todo lo que acarrea, pero también tienen una perspectiva global. Y les interesa, más allá de dónde contar la historia, explorar lo que significa ser humano”.