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EL ESCARABAJO

Una película de Ciro Durán con una historia bien contada y personajes con fuerza.

4 de junio de 1984

Al parecer algunos han quedado frustrados porque esperaban la historia de un ciclista contada en el estilo Silvester Stallone: el anhelo del triunfo, los entrenamientos, los problemas y obstáculos, la victoria final. Todo culminaría con el escarabajo coronándose en las cumbres francesas acompañado por el himno nacional como fondo sonoro.
No es la película típica en que triunfa la voluntad. Alvaro, el protagonista es más un antihéroe: desde su primer y efímero éxito todo se confabula para derrotarlo en el campo ciclístico y en el de la vida. Como si a partir de ese momento se hubiera puesto en marcha una maquinaria en su contra. El amor que le ofrece Emma no es sino un paliativo en el camino hacia la derrota, que aquí tiene la fuerza de lo inevitable.
Y no es sólo Alvaro, todo su grupo está involucrado en el mismo destino: el entrenador y el amigo carpintero tienen también sus ilusiones, como Alvaro y con él luchan. El entrenador lo precederá en la derrota final, caerá antes que Alvaro, y todo parece indicar que el amigo carpintero tarde o temprano los seguirá. Más aún, el accidente de los dedos en la sierra y la fracasada curación pueden ser vistos como el preanuncio del destino que espera a todas las ilusiones del grupo.
En este sentido "El escarabajo" no es sólo Alvaro. La película no se agota en la historia del protagonista.
Ahí están sus amigos con sus ilusiones y fracasos propios. Y todavía se puede ampliar más la perspectiva sobre la película. Más allá del trío de amigos están los otros, Emma y los tres viejos, don Rogelio, el señor Murillo y Tulio, el esposo de Emma. En "El escarabajo" me impresionó eso, que los personajes que llamamos secundarios tienen una fuerza especial, porque con dos o tres pincelazos quedan definidos y porque su presencia explica lo que sucede en el interior y en el destino de los protagonistas. El señor Murillo es casi repulsivo, uno lo puede sentir como arrastrándose por la vida tratando de arrancarle un último bocado agradable. Al mirarlo psicológicamente se diría que es un frustrado, pero ése no es el problema, su conflicto es que de joven nunca se metió al teatro a robar el producto de la taquilla. Se quedó eternamente vendiendo en el almacén y eternamente se contentará con sugerirle a las señoras que pasen a medirse la ropa interior que le acaba de llegar. Lo que Murillo odia en Alvaro y su entrenador es que todavía creen en algo. Y lo que los diferencia a los dos jóvenes del señor Murillo es que ellos sí corrieron el riesgo. En la película el riesgo fue robar un teatro de pueblo, pudo ser cualquier otro desafío, lo que importa es que era todo o nada. Y lo que nunca comprenderá Murillo es que él, que fue víctima de un engranaje destructor, es ahora parte del mismo mecanismo.
Se dirá que es arbitrario afirmar que el conflicto de Murillo -como el de Tulio y el de don Rogelio- es no haber corrido su riesgo en la juventud. No es arbitrario, porque una de las fuerzas de la película está en que las dos historias que nos cuenta se explican mutuamente: la historia de los viejos nos permite sospechar lo que habría sido de los jóvenes que mueren si no hubieran corrido el riesgo, y la historia de los jóvenes explica por qué Murillo, Rogelio y Tulio son así. En el medio de estas historias está el amigo carpintero, que trata de disuadir a Alvaro y al entrenador y que al final parece que se ha decidido a correr su propio riesgo. El formón oculto entre los papeles nos lo deja sospechar.
Emma puede ser para muchos el personaje central. Tiene fuerza para serlo. Desde una posición psicológica se puede definir de forma tajante como la esposa insatisfecha de un hombre notablemente mayor. Es cierto. Pero eso no es lo importante. La que inquieta es cómo llegó ahí, cóma operó con ella el mecanismo demoledor del que parece nadie puede escapar en ese pueblo. Lo hermoso es que ella también se atreve, todavía corre riesgos, no le importa comprar el cinturón con la A de Alvaro y no con la T de Tulio. Quién sabe si a la muerte de Alvaro le queden aún fuerzas. Uno quisiera que ahora le sugiriera al carpintero que fuera a comprar miel por la noche.
Es refrescante tener una película colombiana que permite pensar en los personajes, en lo que les pasó antes del momento en que la película los coge y en lo que les puede suceder a partir del final de la película. "El escarabajo" tiene fallas de terminado, algunos no le perdonarán ciertas deficiencias, incomprensibles ya, en la fotografía y en el encuadre (carente en muchos momentos de fuerza en la forma de mostrar la situación), pero tiene lo que estaba pidiendo a gritos nuestro cine: una historia bien contada. Con convicción. No pretende romper con la narrativa tradicional no busca nuevas dramaturgias, se limita a contar una anécdota muy sencilla que encierra una enorme carga humana y una lucidez impresionante sobre lo que somos.
No quiero terminar sin enumerar tres escenas que darían para otro comentario: la del preparativo del atuendo ciclístico de Alvaro, la de la compra de miel y la del amanecer final. Son dignas de verse por el sentido del detalle y de la construcción.