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El genio ilustrado

El filósofo y catedrático Rafael Gutiérrez Girardot analiza para SEMANA la importancia y el legado de Immanuel Kant, el gran pensador alemán que murió hace 200 años.

11 de diciembre de 1980

Cuando en 1804 murió Immanuel Kant, el hijo de un artesano, su ciudad natal Könisberg se conmovió y entristeció como nunca había ocurrido en ella hasta entonces. ¿Qué lamentaron sus conciudadanos con su dolor? En la Prusia gobernada por Federico Guillermo III (1797-1840), monarca indeciso y mediocre que no había podido ni querido percibir las transformaciones radicales que habían desatado la prehistoria inmediata y su realización, la Revolución Francesa, Kant asimiló, reelaboró y fundamentó sólidamente los impulsos franceses e ingleses de esa prehistoria y postuló concisamente sus metas: respeto de los derechos del hombre, igualdad ante la ley, cosmopolitismo político y social, la paz perpetua sobre la tierra y la liberación por sí mismo por el saber. Estos postulados suelen llamarse Ilustración (Esclarecimiento en francés e Iluminación en alemán) y son el fundamento del llamado Estado de derecho y de la política contemporánea, la democracia. Este es el legado permanente de Kant. Su filosofía selló el tránsito del pensamiento dogmático de la Edad Media al pensamiento racional que Kant caracterizó sucintamente en una famosa nota de pie de página del prólogo a la primera edición de su obra magna, Crítica de la razón pura (1781): "Nuestra época es la época propiamente tal de la crítica, a la que todo debe someterse. La religión por su sacralidad y la legislación por su majestad pretenden sustraerse simplemente a ella. Pero pronto despiertan la justa sospecha contra sí mismas y no pueden exigir atención plena, que la razón sólo concede a quien puede soportar su libre y público examen".

La cita muestra levemente el estilo laborioso de Kant que ha dificultado su difusión. La lectura de sus obras magnas, las llamadas tres críticas (La crítica de la razón pura, La crítica del juicio, La crítica de la razón práctica), requiere extrema concentración no sólo por el denso contenido de la argumentación sino también por la heterodoxa expresión del lenguaje alemán. Sin embargo, esa dificultad es comprensible y hasta necesaria históricamente. A partir de 1700, la lengua alemana fue planificando la fundamentación de la lengua alemana como lengua literaria por Lutero. El proceso fue veloz y su esfuerzo produjo figuras como Lessing, Lenz, Lichtenberg, entre otras más. Kant se propuso enseñar a la filosofía a hablar en alemán, como dijo Hegel, crítico de Kant, de sí mismo. Esa dificultad es, empero, otro de los legados de Kant para el mundo moderno pues ella continúa la tradición de Platón y Aristóteles, que Hegel resume en la frase "el esfuerzo del concepto", pero le da un sentido civil. El "esfuerzo del concepto" es para Kant una invitación a la independencia y libertad intelectual y, consiguientemente, moral. En su escrito Respuesta a la pregunta: qué es la Ilustración (1784) lo explicitó: "Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. Minoría de edad es la incapacidad de servirse de su entendimiento sin la dirección de otro. Autoculpable es esta minoría de edad cuando su causa no yace del defecto del entendimiento sino en la decisión y el ánimo de no servirse del propio entendimiento sin la guía de otro. 'Sapere aude'. Tener el valor de servirte de tu propio entendimiento es el lema de la Ilustración". El esfuerzo del concepto es igualmente la invitación a la libertad intelectual. Pero esta libertad tiene límites que impiden llegar al libertinaje social. En su libro indiscutible La metafísica de las costumbres (1797) Kant los trazó. En él desarrolla una teoría del deber, del uso externo e interno del arbitrio. Con el uso externo Kant se refiere al derecho, a la legislación. Para ella postula que sólo la legalidad como coincidencia externa de la acción con las líneas directivas de la ley de la razón es admisible. Su compleja y detallada fundamentación la resumió en esta frase: "Actúa exteriormente de tal manera que el libre uso de tu arbitrio pueda sostenerse conjuntamente con la libertad de todo hombre según una ley general". En el fondo es la ley y el principio de la convivencia social. El postulado es una variante del famoso "imperativo categórico" que Kant formuló en esta frase de La crítica de la razón práctica (1788): "Actúa de tal manera que la máxima de tu voluntad siempre y a la vez puede valer como una legislación general".

El desarrollo de la filosofía alemana en el siglo XIX que Kant puso en marcha y que culminó en el llamado "idealismo alemán" (Hegel, Schelling, Fichte, entre lo más conocidos) se nutrió de una amplia crítica y discusión con la filosofía de Kant. Ellos eclipsaron a Kant, pero en 1965 un filósofo hoy olvidado publicó el libro Kant y sus epígonos, en el que su autor, Arthur Lieber, concluía cada capítulo de su libro con la cantinela: "Luego hay que volver a Kant". De allí nació el neokantianismo promovido por el filósofo judío Hermann Cohen que fructificó en filósofos de gran solidez como Ernst Cassiner (a quien hoy se redescubre) y Nikoal Hartmann, pero al mismo tiempo sellaron el fin de lo que Kant había iniciado: el sistema filosófico. Con la crítica radical de Nietzsche y Heidegger al sistematismo filosófico renovado por el neokantismo, Kant fue difuminándose en la discusión filosófica. Siguió siendo ejemplo de rigor y lógica argumentativa, pero sus teorías como la que fundó: la teoría del conocimiento (la relación entre sujeto y objeto del conocimiento), por ejemplo, fueron refutadas, o, si se quiere, fueron llevadas al extremo de su negación. Pero en esta dialéctica consiste la filosofía que después del fin de los sistemas (desde el hegeliano hasta el neokantismo) ya no busca la verdad o el Absoluto, sino pregunta y engendra el asombro...

Aunque las teorías filosóficas de Kant como las de Artistóteles, Platón, Hegel, Bergson, entre muchos más, fueron desplazadas por la filosofía analítica anglosajona, que se concentra en el 'lenguaje ordinario' y exime al filósofo del conocimiento de la tradición filosófica occidental, la filosofía de Kant mantiene una vigencia: la fundamentación de lo que hoy se llama 'filosofía práctica'. Su esbozo lo formuló en su texto Sobre la paz perpetua (1795). Escrito en forma de contrato de paz, los artículos preliminares pretenden eliminar los obstáculos de un futuro orden de paz. Se ocupan con hábitos bélicos de entonces como acuerdos de paz con la intención de una enmascarada futura guerra -hoy se llamaría 'guerra preventiva'-. Luego enumera las condiciones institucionales de un ordenamiento pacífico universal: 1. las constituciones de los Estados deben ser republicanas, es decir, representativas con el sistema de los tres poderes (el poder legislativo, ejecutivo, judicial), que deben contar con la aprobación de los ciudadanos para iniciar la guerra. 2. Se debe fundar una asociación por la paz de los Estados libres y 3. debe crearse un derecho universal civilístico que, para excluir el colonialismo, debe reconocer las "condiciones generales de la hospitalidad"... En un apéndice dilucida Kant la relación entre moral y política, que resume en esta frase: "La verdadera política no puede dar un paso sin antes haber rendido tributo a la moral".