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EL OCTAVO DIA

Esta emotiva película sobre la vida de un mongólico cuestiona cuáles son los verdaderos parámetros de la normalidad.

25 de agosto de 1997

Director: Jaco Van Dormael Protagonistas: Daniel Auteuil, Pascal Duquenne, Miou-Miou. Quien está más discapacitado para vivir, aquel que no nació con plenas facultades mentales, o aquel a quien, teniéndolas intactas, no le sirven para nada? El director Jaco Van Dormael intenta dar respuesta a este interrogante en El octavo día, una emotiva película que hace volver los ojos del espectador hacia el enigmático pero conmovedor mundo de los mongólicos. El propio protagonista, Pascal Duquenne, es uno de ellos e, incluso, se llevó la Palma de Oro en un festival de Cannes por su interpretación. El octavo día es, sencillamente, la historia de un cruce de vidas, la de Harry, un exitoso ejecutivo de ventas que ha sacrificado la familia por los negocios, con la de George, un mongólico huérfano que no logra ubicar sin su madre su lugar en el mundo. A contracorriente con la vida de Harry, cuyo tímido intento de suicidio produce el encuentro casual de la pareja, el extraño George es en realidad un paradigma de derroche existencial. Las razones de su diferencia, de la cual la gente común huye más por miedo que por premeditada discriminación, no son un obstáculo para abordar la vida con una insólita intensidad cimentada en el amor y en la inocencia, cualidades que hace rato extravió Harry en la cotidianidad de los relojes, las chequeras y los saldos a favor. En medio de estas circunstancias nace una amistad de intereses compartidos. El de Harry por aprender a acercarse a su familia y el de George por encontrar el vacío que ha dejado su madre en un mundo que está lejos de comprenderlo. Sin embargo, contrario a lo que podría pensarse, George se convierte en el maestro, en el guía de Harry en su aventura por encontrar su razón de vida, mientras Harry será, de alguna manera, el vehículo de la redención de George en su paso por la existencia. Conmovedora y sincera, El octavo día es ante todo un himno a la vida, desgarrador y dramático en ocasiones, pero en definitiva un himno que reivindica algo más que la aceptación de la diferencia. Un himno que no necesita violar las convenciones para proclamar el reinado de la sensibilidad por encima del frío raciocinio. No por otra razón Harry les contará a sus hijas la historia de la creación con un elocuente epílogo: "Y al octavo día, Dios creó a George".