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EL OTRO KIPLING

Una serie de cuentos revelan una nueva faceta del escritor ingles.

21 de marzo de 1983

Rudyard Kipling: La literatura fantástica, Siglo XXI Editores, México 1982, 189 páginas
Rudyard Kipling (1865-1936) no necesita presentación Y, sin embargo, popularmente conocido por sus "Libro de la selva" y "Kim", narraciones extensas que han convertido su figura en la de un autor para jóvenes y niños, existe otro Kipling que la mayoría de los lectores desconocen.
Su labor como periodista y su activa participación en diversos acontecimientos en el múltiple escenario de la India, hicieron de él un observador perspicaz, conocedor de las múltiples facetas y circunstancias que se conjugaron en un determinado momento en un país sometido al Imperio Británico. Para muchos, Kipling fue un apologista del imperialismo inglés, asi lo califica -por ejemplo- el mismo Diccionario Pinguin de Literatura, particularmente en lo que concierne a su obra periodística durante la Primera Guerra Mundial, a "Kim" y a algunos de sus relatos.
Pero, una mirada más detenida y cuidadosa sobre la totalidad de su obra y, especialmente, sobre sus años finales, obliga a modificar esa imagen estereotipada. "Los últimos relatos de Kipling -señala por su parte Borges en el prólogo a "El informe de Brodie"- fueron no menos laberínticosy angustiosos que los de Kafka o los de James, a los que sin duda superan;... son lacónicas obras maestras;...". A esta modalidad corresponde el volumen de cuentos publicado por Siglo XXI, y cuyo primer cuento, "La litera fantástica", da título al libro .
A la opinión de Borges habría que añadir que además de angustiosos y laberínticos, al menos los que conforman este volumen de "De la gran literatura", son relatos que tienen por personajes a los marginados o los derrotados por el sentimiento, como ocurre con la patética figura del primer relato.
¿Será, acaso, demasiado temerario afirmar que el Kipling de los relatos de este volumen y de muchos otros, no es el que adoptó el credo de la objetividad y la practicidad, sino el que precisamente se debate entre esa "fe", entre su ideología, la típica-por demás de los funcionarios del Imperio, y lo que su oficio de escritor, su capacidad de observación y su propia interioridad le impiden sofocar? El, y esto puede comprobarlo cualquier lector atento, nunca tuvo como personajes favoritos a los prestantes militares del Imperio ni a los envarados representantes de la corona, a lo sumo los anónimos soldados.
Por eso, una, si no la principal característica de Kipling no es la parcialidad, sino, al contrario, la ambiguedad. Y ese rasgo le imprime gran parte del atractivo que un lector sensible siente por este autor. Pues frente a su exacerbado nacionalismo está la visión rica y polifacética de su mundo, de su época.