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EL QUE RIE DE ULTIMO

Un lenguaje satírico y un aire de farsa dejó como sello personal el mexicano Ibarguengoitia

2 de enero de 1984

Apenas tenía cincuenta y cinco años cuando el azar decidió truncar su trayectoria y dejar para siempre en la memoria de los lectores un nombre que a él, tal vez y es lo más seguro, le habría suscitado algún apunte mordaz: "Mejorada del Campo". Un lenguaje satírico y cuidadosamente elaborado que a ratos recuerda al mejor Valle-Inclán, una forma de mirar el pasado que constituirá una característica definitiva de su personalidad literaria, un aire de farsa y comedia que no lo abandonará nunca, y una intención de divertir a toda costa, serían algunos de los rasgos más notables de Jorge Ibarguengoitia.
Nacido en Guanajuato (1928), su notable trayectoria de escritor incluye dos veces el Premio Casa de las Américas y el Premio de Novela de México, "El atentado" (1963), "Los relámpagos de agosto" (1964) y "Estas ruinas que ves" (1974). Pero es "Maten al león", una novela publicada cinco años antes de que las luminarias del boom descubrieran al dictador, una de las obras que mejor reflejan sus características más acentuadas. En ella nadie escapa a la sátira, a ese tono burlón que seduce el lector desde la primera página. "Maten al león" es la historia de una lucha a muerte, como un amor sin medidas, entre quien desde hace veinte años detenta el poder y una burguesía adocenada, pueril y mediocre, como las burguesías latinoamericanas. Y esa incruenta batalla, grotesca hasta lindar con lo trágico, se desarrolla en un país llamado Arepa y que recuerda en todo momento a Cuba y el reinado de Gerardo Machado.
Algunos de sus cuentos, por otra parte, están reunidos en un volumen de Joaquín Mortiz, como la mayoría de su obra, titulado "La ley de Herodes". Trece virulentos cuentos que muestran a un Ibarguengoitia diestro en tan escurridizo género.
El Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana tiene una deuda enorme con los intelectuales desaparecidos en el pavoroso accidente de la noche del sábado. Los demás mortales también tenemos una deuda con ellos y un terrible sentimiento de frustración que ninguna otra presencia nos puede arrebatar. Conrado Zuluaga Osorio