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EL SUEÑO DE ICARO

Yasha, el protagonista de "El mago de Lublin" vive una obsesión: dominar el secreto del vuelo de las aves.

20 de diciembre de 1982

El sueño de poder volar persiguió al hombre durante siglos. Comtemplando con fascinación el vuelo de las aves, muchas veces intentó hacer lo mismo. La mitología griega nos habla de tal ansia al citarnos a Dédalo y su hijo Icaro remontando el cielo mediterráneo, provistos de alas construidas con cera. En su elevado vuelo, Icaro sin tener en cuenta las advertencias de su padre, se acercó demasiado al sol, fundiéndose con el calor la cera de sus alas y cayendo al mar, donde se ahogó.
También Yasha, el "Mago de Lublin", cayó al agua después de haber intentado infructuosamente volar con un aparato de alas batientes. Pero no se ahogó. Su habilidad dentro del agua era tal que podía permanecer más de dos minutos sumergido, atado con cadenas y candados, de los cuales se libraba para volver a aparecer sonriente en la superficie. Sin embargo, su mayor obsesión, lo que según él sería su número mágico magistral, era poder llegar algun día a dominar el secreto del vuelo de las aves. Es esta la idea principal que recorre la película titulada "El mago de Lublin", dirigida por Menahem Golan.
La película está basada en la novela homónima de Isaac Bashevis Singer, premio Nobel de Literatura en 1978. Nacido en Polonia en 1904, en el seno de una familia judía, el autor siempre ha tratado de mostrar en sus obras, entre otras cosas, el rechazo del cual han sido objeto sus correligionarios. También en la película aparece el "ser judío" como una limitación para las aspiraciones de Yasha, aunque no sea solo eso.
Podríamos hablar de la obsesión de volar como idea principal de la película, de sus elementos históricos y biográficos, de la composición psicológica Yasha y sus múltiples amantes, o de la dimensión formal o estructural de la cinta (el uso especial del punto de vista, del tiempo, del espacio, etc.), pero preferimos ser más bien descriptivos antes que analíticos, porque al escribir estas lineas todavía nos encontramos bajo el efecto de la grata sorpresa que nos produjo la primera contemplación de la cinta, con la que solo pretendíamos captar en bloque las dimensiones y los rasgos relevantes del mundo imaginario desplegado en ella. Un mundo contrastado, violento, pasional y polémico, un universo cuyo extremismo convierte la sordidez en grandeza y lo carnal en mito.
"El Mago de Lublin", a la vez que una narración de lo que le ocurre a Yasha, es una descripción poética del transcurrir de la vida en la Polonia de comienzos de siglo. La forma como está montada la película permite la captación de fragmentos aislados de la naturaleza polaca, combinados hábilmente al interior del hilo narrativo de la cinta: la mujer campesina que entrega a su hija para sobrevivir, los ladrones que aprovechan el espectáculo del mago para desvalijar a los burgueses que lo contemplan, el traficante de mujeres desde Europa hasta América, el empresario teatral, etc., son pequeños cuadros que dan al espectador una visión bastante verosimil de la época. Gracias al ágil manejo del espacio y del tiempo, este último un poco arbitrario pero convincente, la película da la impresión bastante ilusoria de sintetizar lo real de resumir la vida, aunque al final la "realidad ficticia" contradiga a la "realidad real" que la inspiró en el momento en que el mago desaparece definitivamente y la cámara da media vuelta enfocando el vuelo alegre de unos pájaros que se pierden en el horizonte.
Menahem Golan ha hecho un buen trabajo. En primer término, sacarle el mejor partido a los actores. Alan Arkin parece arrogante y astuto, Louise Fletcher lúcida y persuasiva, y la actuación de Valerie Perrine tiene méritos de sobra. En segundo lugar, logra reconstruír bastante bien el ambiente, apoyándose no solo en el vestuario y el decorado, sino básicamente en los tonos suaves de la fotografía. Hay momentos en que las imágenes son bañadas por una luz tan tenue que se logra con ello aumentar la tensión dramática. Finalmente, la película no se aparta argumentalmente de la novela de Isaac Bashevis Singer, manteniendo con ello uno de los propósitos del escritor polaco:
producir placer en el lector por medio de historias amenas, pues según sus palabras "No creo en la literatura aburrida, que es todo intelecto sin imágenes o historias".