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EN CARNE VIVA

"La piel" de Liliana Cavani, una película visceral que muestra otro lado de la guerra

31 de octubre de 1983


Todo parece muy simple. La confrontación de dos filosofías (la de los norteamericanos vencedores en la guerra y la de los italianos), la percepción por parte del protagonista de lo que significó para Italia perder la guerra, la vivencia en una de las triunfadoras --la esposa del senador norteamericano-- de lo que es perder una guerra.

"La Piel", de Liliana Cavani, narra el momento en que la quinta armada entra a Italia por Capri, Nápoles y llega a Roma. El final de la Segunda Guerra Mundial. Hace una adaptación bastante libre de la famosa novela de Curzio Malaparte colocando en el centro de la historia que cuenta al autor. Este es el protagonista, o mejor el testigo de todo lo que sucede en varios sectores: en el ejército norteamericano al que le sirve de contacto, en el pueblo que sufre hambre, en la nobleza de la cual hace parte, en los intelectuales franceses ex marxistas de los cuales es amigo.

A través de los ojos del capitán Malaparte vamos viendo la guerra no sólo como algo terrible sino como momento en el cual sale a flote de una manera incontenible lo que cada uno es, las personas, los grupos y clases sociales y los países .

Lo sensorial
Este es quizás uno de los aspectos más interesantes de la película. Ese análisis de la guerra como momento límite donde explota lo que en circunstancias que calificamos como normales está controlado, aparece a primera vista. Lo otro, el estudio de la guerra como tragedia y horror, es más conocido y trajinado en este tipo de películas.

Hay otro aspecto que también hace novedosa la obra de Liliana Cavani. La concepción del libertador como nuevo opresor. En concreto, la salida de los alemanes de Italia no es sino una ilusión de libertad. Su costo es una dominación más sutil, aceptada con vítores y por eso más cruel y profunda.

Pero lo que quiero resaltar en "La Piel" es su fuerza sensorial. Su capacidad de agredir los sentidos hasta hacer sentir eso que en términos racionales denominamos contenidos o significaciones, y que aquí se vuelven expresión intelectual de lo sensorial. Por eso la película no requiere mayor análisis.

Si enumerara algunas de las imágenes y situaciones que presenta la obra, quien no la haya visto pensaría en efectismo fácil, en truculencia para hacer cerrar los ojos. Yo nunca había visto una muerte como la del papá del niño al final, en la entrada del ejército a Roma. Se podría quitar esa escena sin que la película sufriera en su temática, pero perdería un momento clave en el que se materializa toda una línea que venía trabajando desde el principio: el costo de la apariencia de libertad y, para decirlo en los términos plásticos de la película, lo que hay detrás de una libertad de chocolates.

La película no da tregua. Es visceral, demoledora. Más cruel que la otra obra famosa de Liliana Cavani, "Portero de noche". Sin concesiones. Obliga al espectador a ver lo que no quiere ver. En ese momento, cuando uno abre los ojos que antes había cerrado instintivamente, deja de ser tremendista porque ya no vemos eso que está ahí en la pantalla sino lo que representa.

De la artesanía a Batman
Hay dos escenas cumbres en su simplicidad. Cuando el capitán Malaparte entra con Jimmy, el oficial norteamericano, al taller de "Artesanías italianas" donde se fabrica bello púbico rubio para seducir soldados gringos, y cuando Jimmy entra a la habitación donde su amigo está leyendo un comic de Batman.

Son escenas en las que convergen muchas otras que dan lugar a pensar, por una parte, en la estrategia del vencido, del dominado, para sobrevivir a la fuerza del vencedor y dominador y, por otra, en la estrategia del vencedor para hacer aceptable su victoria y lo que le sigue. La primera, la del dominado, recurre a formas de una dureza descarnada como la de la exhibición de la "Virgen de Nápoles" .

Como siempre, estos comentarios se quedan a mitad de camino. Es una limitación pero al mismo tiempo una ventaja porque la película permanece tan abierta como cuando salimos del teatro. Quedan sin siquiera enunciar la explosión del volcán Vesubio, que es para la señora Wyatt lo que para los italianos fue la guerra que está por terminar, la presencia continua en la película de la radio con el estilo de música que transmite y la campaña de prevención contra la sífilis, el papel del cine y de la publicidad durante la guerra y en la política norteamericana, el sentido que tiene el personaje de Mazullo, el vendedor de prisioneros alemanes, la ausencia total de los alemanes en la película (se los nombra pocas veces y nunca aparecen). Basta enumerar estos puntos para poner en relieve la riqueza de la película que proporciona múltiples perspectivas de análisis. Y falta todavía por enunciar una de las dimensiones más interesantes, esa que algunos personajes de la película denominan "la bandera de la piel", la que está por encima de las banderas políticas y nacionales.

Hernando Martínez Pardo