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EN PRIMER PLANO

El Colombiano, en un intento de modernizarse, dio un vuelco en el diseño.

4 de junio de 1984

Algo desconcertante rodea la vida de un periódico. Son veinticuatro horas de duración, al final de las cuales servirá para envolver legumbres o alfombrar pisos. Mientras tanto, pasará de mano en mano, se doblará, recorrerá la mesa de los cafés. Esa efímera permanencia exige que el ejemplar posea una provocativa imagen y arrojo, que atrapados en su cotidaneidad, le den al lector una sensación de novedad y descubrimiento. La noticia asume en su presentación la ideología del editor. De ahí que la forma sea una derivación del contenido. El diseño de un periódico varía demasiado. Le Monde, el decano de la prensa de análisis, duró decenas de años sin mostrar fotografías. Lo visual era accesorio. Sin embargo sus editoriales eran fuego y allí escribieron los intelectuales de más prestigio. El Times londinense exhibe en su primera plana una inmensa cantidad de noticias. No alcanza el viaje en el metro para abarcarlo aunque en esa página titular se definen las noticias que son, destacadas en una flema inmisericordemente cauta, donde los titulares de acontencimientos más escalofriantes son emparejados por asuntos económicos o debates del parlamento. En Antioquia, el tercer diario del país, El Colombiano, acaba de rediseñarse. El pasado siete de abril, bajo las experimentadas orientaciones de un cubano, Carlos Castañeda, dio el vuelco. No solamente gráfico sino también editorial. Tal vez la competencia de su rival El Mundo, que en diseño se muestra como un ejemplo de modernidad y experimentación (con una revista semanal los sábados que deja en pañales a todos los suplementos literarios) y por otro lado la necesidad de actualizar, obligaron el cambio de El Colombiano. El cual fue drástico.
La sensación que éste imprime es peculiar. Su primera página se modificó tan fundamentalmente que de un promedio de ocho noticias que aparecían en la vieja edición se pasó al increíble promedio de tres. Más extensa la información y con fotografías de gigantesco tamaño, esta parece la pauta adoptada. En su interior también prima este estilo: pocas noticias y ampliadas, mucha foto espectacular en tamaño y grandes espacios blancos. El gusto por las noticias abigarradas, esa búsqueda de la chiva escondida, del hallazgo, parece que se esfumaron. Todo está en primer plano, frío, despejado, desvestido. A pesar de un aumento considerable en el tamaño de las letras, "para miopes", como lo describirían sus periodistas, de la implantación de una titulación agresiva, del uso de cabezas de sección para cada página (que en algunos casos llevan a la confusión cuando se enfrentan dos diferentes como "Políticas" y "Económicas" y el lector podría leerlas como una sola), de una impresión "offset" en nuevas máquinas, del uso del color, todo hace suponer que faltarán meses para que El Colombiano adquiera de nuevo ese aire coloquial anterior. El sacrificio por destacar noticias y colosales fotografías le dan un aspecto de revista ampliada. Sin embargo, sus secciones experimentarles, como "Galería" (donde se entreverá la vida social, la cultural, tiras cómicas, salud) o la llamada "Informe especial", muestran que salirse de la rigidez produce una veta para explotar. A pesar de todo, El Colombiano dio un paso hacia adelante, logrando involucrar mucho diseño tipográfico contemporáneo y arriesgando.

LOS MAESTROS EN SERIO
"La alegría de enseñar" se titula la revista mensual que un grupo de profesores de la Universidad del Valle con el apoyo de la Fundación para la Educación Superior (FES) y la empresa privada empezó a editar en Cali. Dirigida a los profesores de escuelas primarias contiene artículos desde matemáticas hasta ciencias naturales o sociales. Pretenden estableca nuevas guías metodológicas para la enseñanza con gráficos o incluir innovaciones pedagógicas. Contiene separatas de material educativo, insertos y su tiraje es asombroso: 50.000 ejemplares mensuales. Una publicación de mucha organización que ojalá rompa una diagramación convencional de dos columnas un poco obsoleta, reduzca el tamaño exorbitante de titulación y adquiera más modulación. En tamaño carta (20 x27 cms) y un promedio de 68 páginas a $ 150 unidad, será sin duda una revista que llenará un vacío y que por la cobertura de circulación señala un camino a seguir en lo que es mejorar la calidad de vida intelectual de los colombianos.