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"HAY QUE QUEBRARLE EL ESPINAZO AL ESTILO"

LEONEL GONGORA

9 de septiembre de 1985

Durante los últimos años, la figura de Góngora ha subido considerablemente en la valoración como componente fundamental en la visión razonada del arte colombiano. Tanto en Nueva York, donde reside una parte del tiempo, como en el país, a donde ha regresado a vivir temporalmente, Góngora ha hecho marca clara con su aproximación a la figura de la mujer lasciva que aparte de incitar y seducir, domina el compañero, cuando lo necesita.
Recientemente el artista llevó su obra a exposiciones en Monterrey y en el Museo del Chopo, en Ciudad México. Allí, la prensa y la crítica más seria dieron una amplia resonancia a su trabajo. Lo destacaron, no sólo como de lo mejor en el interiorismo figurativo mexicano, puesto que durante sus años formativos Góngora formó parte de importantes grupos artísticos en el hermano país, sino también, en palabras de Raquel Tibol, la eminente historiadora y crítica de arte, como obra con inferencias literarias que por nutrir sus ideas simultánea y profundamente en la palabra y en la imagen, asciende y se sitúa entre lo granado de la producción neofigurativa latinoamericana. Ahora, Góngora ha sido escogido como uno de los representantes de Colombia en la próxima Bienal de San Pablo. SEMANA habló con el artista.
S.: ¿Cómo siente usted que se ha dado una evolución en su obra?
LEONEL GONGORA.; He pasado, sin abandonarla del todo, de una pintura tonal a otra de dibujo con crayones de óleo, más gráfica pero muy pictórica, cromática, vibrante, luminosa, que creo que abre brecha en la presentación de la figura entre nosotros.
S.: ¿Cómo afecía ese cambio a la identidad de la obra de Góngora?
L.G.: Uno como artista tiene que poder liberarse del estilo esclavizante; tiene que poder moverse entre diversos modos de expresión sin perder su identidad, sin dejar de ser quien es. Porque lo que uno es, si lo es de verdad, tiene que poder manifestarse aun cuando cambie la manera de expresión. Hay que quebrarle el espinazo al estilo.
S.: ¿Cree usted, entonces, que es peligroso para el artista sostener el mismo modo de trabajar?
L.G.: En una sociedad como la nuestra, el arte ha caído en manos de una serie de individuos e instituciones que lo han vuelto objeto de tráfico comercial. Unos que se autodenominan críticos y piden obras a cambio de artículos; otros que no ven en la obra de arte sino algo que puede costar más o menos, y que será un bien de consumo en el mercado; instituciones que publican libros sobre arte con una serie de consideraciones muy discutibles, y así por el estilo. Entonces, si uno mantiene su estilo, el único, el esclavizante, pues produce obras de más fácil comercialización. Y hay que pelear contra eso, sobre todo en este medio donde no parece haber una fuerza cultural, sino comercial.
S.: ¿Pero usted cambia de estilo sólo por consideraciones "no comerciales"?
L.G.: No, lo hago sobre todo por la urgencia de explorar nuevos medios que permitan la afloración de nuevos significados, que es lo más gratificante para un artista. Mi obra, durante al menos los últimos ocho años, ha aparecido siempre en instalaciones que buscan el efecto total de la obra íntegra. Además, he experimentado constamente con los performances, las vallas y los murales, como sucedió con el curso que dicté en Medellín con entusiastas estudiantes.
S.: ¿Góngora, se siente pintor colombiano o mexicano?
L.G.: Mire, yo soy vallecaucano, de Cartago, y la luz que aparece en mi pintura es la del Valle, tan intensa como la del Norte de Africa. Es más, creo que soy el único, entre los excelentes artistas del Valle, que ha salido colorista de verdad. Alcántara, Rayo, Muñoz, entre otros, por ejemplo, son importantes por haber graficado, en blanco y negro, en relieve, en claroscuros, los asuntos de su interés. Yo lo he hecho con el color que sale de la luz del Valle.