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LA BATALLA QUE PERDIO ISRAEL

Después de la evacuación de Beirut, se abre polémica sobre el tono anti-israelí del cubrimiento periodístico.

18 de octubre de 1982

Así como la batalla para expulsar a los palestinos de Beirut terminó hace ya algunos días, otra guerra intelectual, que guarda relación con la cobertura que hicieron los medios de comunicación del acontecimiento, ha estado librándose últimamente, incentivada por la posición de Reagan respecto del Medio Oriente. Líderes judíos, en general, y voceros neoconservadores, en particular, se alzaron furiosos por lo que definieron como un tono anti israelí en los despachos periodísticos provenientes del frente.
En Estados Unidos y Europa occidental, se molestaron por la selección de material hecha por los periodistas de TV. Ensañando sus cámaras en las sangrientas muertes provocadas por el asalto israelí a Beirut, los reporteros de televisión transmitieron una imagen internacional de Israel tan nefasta que llegaron a hacerlo aparecer como un perro carcelero o un agresor brutal. Escenas de soldados israelíes gritando y sangrando luego de ser asaltados por guerrilleros palestinos eran reemplazadas por un sonriente Yasser Arafat que acunaba bebés palestinos en sus brazos. Hasta el Presidente Reagan resultó afectado por estas imágenes, según comentaron altos voceros de la Casa Blanca.
A muchos amigos de los israelíes, la vuelta de mano les produjo un verdadero shock. De hecho, las relaciones entre varias organizaciones de noticias occidentales y el gobierno israelí habían estado deteriorandose mucho antes del sitio de Beirut. En febrero pasado, el director de la Oficina de Prensa del gobierno israelí, Zev Chafets, acusó a la ABC de favorecer a la Organización para la Liberación de Palestina. También alegó que los corresponsales de "The New York Times" y de "Newsweek" habían sido intimidados por la OLP. Al mismo tiempo, los palestinos trasladaban el foco de atención de su campaña pública de terrorismo a diplomacia, ocultando gradualmente su calidad de paria internacional.
Estos dos bandos hicieron corto circuito cuando la batalla estalló en la parte sur del Líbano y la cuestión se intensificó cuando palestinos y reporteros quedaron atrapados juntos, bajo las oleadas de bombardeos israelíes.
Uno de los críticos más duros sobre la cobertura americana ha sido el neoconservador Martín Peretz, propietario y editor del "New Republic". En su revista escribió: "Mucho de lo que ustedes han leído en periódicos y revistas noticiosas sobre la guerra en el Líbano y más todavía de lo que han visto en la televisión no es verdad... yo sé... yo estuve allí".
El problema reside en que Peretz no respaldó sus afirmaciones con suficientes datos específicos. En su intervención de 8.000 palabras desmintió las cifras de muertes y refugiados entregadas por los periódicos, pero no pudo encontrar falsas informaciones en las crónicas publicadas por las revistas o transmitidas por la televisión.
Por otra parte, fue tal el nivel de contradicciones entre las primeras informaciones procedentes de Israel, que la situación entre los comunicados israelíes y la acción en el frente quedó registrada por el reportero del "Washington Post", Edward Cody, y por la "free lancer" israelí, Pnina Ramati, del "Washington Journalism Review". "En una transmisión radial", señalaron ambos corresponsales, "los voceros del ejército negaron categóricamente que soldados israelíes hubieran invadido el Líbano, pero la próxima transmisión del mismo programa era un informe desde el palacio presidencial libanés que describía la situación de los tanques israelíes en plena ciudad. La censura israelí en los despachos periodísticos fue otro de los puntos irritantes".
En todo caso, no había ningún desapasionamiento en los periodistas que salían de la zona de combate.
Los periodistas europeos no lo hicieron mucho mejor. Corresponsales franceses se refirieron rutinariamente a las "masacres israelíes", "asesinos", "genocidio" y el muy respetado "Le Monde" insultó a los judíos franceses al imprimir, en página completa, un aviso titulado "ALTO AL GENOCIDIO".
Entre los pocos logros de los israelíes frente a la prensa estuvo el caso de la foto de un niño de Beirut horriblemente desfigurado que, en realidad, sólo había sufrido quemaduras leves. Lograron desmentir éso y dejaron claro que sólo los medios latinoamericanos habían realizado una cobertura favorable en esta guerra.
"La televisión exageró desmesuradamente el monto de la destrucción y no explicó bien las causas de este conflicto", se quejaron voceros como Chafet.
Por supuesto, ésa es la naturaleza de la noticia por televisión: débil en las causas, fuerte en los efectos. Y así como el Pentágono aprendió en Vietnam, los israelíes han descubierto en el Líbano que el mundo no aguanta fácilmente la guerra cuando sus horrores son transmitidos por televisión directamente a la sala y al dormitorio de cada hogar. (Traducido de "Newsweek").
En Colombia, las informaciones transmitidas por la TV fueron, casi en su totalidad, las mismas que muchos países vieron: las enviadas vía satélite por las agencias internacionales de noticias. También aquí se registró esa vuelta de la moneda en la que los palestinos, antes vistos como los más feroces y despiadados terroristas, recibieron el favor de la mayor parte de la opinión pública. Y en TV, las únicas imágenes realizadas por colombianos se vieron en el noticiero 7 Días en el Mundo. El periodista Juan Guillermo Ríos, desde las calles de Beirut, visiblemente emocionado, informó sobre algunos detalles de la evacuación y mostró la ciudad devastada, las mujeres y los niños despidiendo con lágrimas a sus hombres. También aquí se habló de genocidio, de asesinato, de masacres despiadadas. A pesar del movimiento de relaciones públicas y de ciertas presiones ejercidas sobre los medios de comunicación, en Colombia, Israel también perdió la guerra.