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LA GARRA DEL CONDOR

"Cóndores no entierran todos los días", una película de Pacho Norden que ha levantado ampolla.

5 de noviembre de 1984

Un consejo, a "Cóndores no entierran todos los días", hay que verla desde la primera imagen, desde cuando sale la leyenda inicial: en el paisaje de fondo y en la música comienza un proceso de transformación que va adquiriendo toda su intensidad a lo largo de la película.

YA COMENZO LA POLEMICA
Casi que es obligatorio comenzar peleando con Plinio Apuleyo Mendoza (Juan de los Ríos) que escribió desde Cannes el primer comentario sobre la película de Francisco Norden. El la vio allá cuando fue proyectada en la sección Una Cierta Mirada (sección oficial del festival, más no competitiva) y, en comentario para el periódico El Tiempo cuestionaba la capacidad de la película para hacerse comprender por el público extranjero: "El tema está basado en referencias obvias para el público colombiano, pero los guionistas del film no contemplaron un planteamiento que tocara la comprensión y sensibilidad de un público que desconoce por completo el marco referencial de la historia". Se refiere el periodista a la historia de la violencia en Colombia.
Ahí está la primera confusión, pensar que "Cóndores" está contando la historia del período de la violencia, de los años 40 y 50. Equivale a afirmar que "El Acorazado Potemkin" cuenta la historia de la revolución de 1905 en Rusia, o que solamente los kashubes pueden comprender "El tambor de holata", porque la película no ofrece datos suficientes a los que no somos kashubes para saber quiénes eran los habitantes de esa región y por qué su lucha en medio de las presiones alemanas y polacas.
En las tres obras hay referencias, hay una anécdota que tiene valor en sí y, en cuanto tal, construye una línea de análisis de los acontecimientos. Una línea, o dimensión temática que, en el caso de "Cóndores", aporta muchos elementos: los antagonismos de partido, el ambiente religioso de la época y su relación con lo político, las costumbres y los criterios para juzgar las cosas, la situación económica, los medios de comunicación. A este propósito hay que resaltar la forma como Norden trabaja la importancia de la radio en la época, colocándola como elemento central en algunas escenas o como fondo sonoro en otras, con la función de ayudar a construir un crescendo en los conflictos políticos, de definir la fuerza que tenía Gaitán, y de insinuar algunos cambios en las costumbres sociales (por eso adquiere tanto valor el momento preciso en que oímos de fondo la transmisión de un partido de fútbol y, posteriormente, de carreras de caballos). Ya en obras anteriores Norden había mostrado dominio en el manejo del sonido como parte fundamental del espectáculo cinematográfico, quien no ha visto "Murallas de Cartagena" o "Se llamaría Colombia" puede comprobarlo en "Cóndores", especialmente en la primera escena y en la última.
Volviendo al tema, en este género de películas siempre ocurre ese fenómeno: es evidente que un espectador colombiano no puede vivir una película sobre la Segunda Guerra de la misma forma que la vive un alemán, un italiano o un francés. Pero eso no quiere decir que necesariamente la viva con menor intensidad o que esté incapacitado para comprenderla, sencillamente puede vivir y comprender otras dimensiones que coexisten en la obra. Prueba de que esto sucede, o puede suceder ante "Cóndores", son las invitaciones a cuatro festivales internacionales, los dos premios y la mención de honor. Para el Festival de Cannes fue seleccionada entre 600 películas. Desde allí salió la invitación para el Festival de Dos Mundos, en Montreal, donde participó en la sección no competitiva de Cine de América Latina.
En el Festival Figueira da Hoz, Portugal, recibió la Mención de Honor del Jurado, y en el Festival de Biarritz, Francia, mereció dos premios: el de la AFCA (Asociación Francesa de Cine Arte) y el del Jurado a la Opera Prima. Esto sólo se explica si la película tiene dimensiones sensibles y comprensibles desde experiencias y vivencias que no incluyen la violencia política colombiana de los 40.
En el fondo ésta es una polémica superada hace rato, y hasta un poco inútil, pero en este caso se justifica tomar posición porque no me extrañaría que el estreno de "Cóndores" se diga que sólo le interesa a los estudiosos del período de la violencia, o que faltaron muchos datos sobre tal o cual partido, personaje o acontecimiento. A mi modo de ver lo histórico en "Cóndores" es importante, pero ante todo es el cimiento sobre el cual se levantan otras dimensiones de la película: la del personaje de León María Lozano, como persona producto de una situación social, producto específico, porque él responde a esas circunstancias de una forma propia, distinta a la de los demás conservadores de la región, pero sin esas circunstancias León María Lozano no habría sidó sino el vendedor de quesos de la plaza de Tuluá, y a ninguno de nosotros nos interesaría su historia. La dimensión que analiza el fanatismo, un tema muy propio de Gustavo Alvarez Gardeazábal, el autor de la novela en que se basó Norden. La dimensión, ya enunciada, de la función de los medios de comunicación en un momento de crisis social. La dimensión política, más allá del partidismo. Vinculada con las anteriores, y como englobándolas, está la dimensión que analiza los mecanismos y procesos sociales: el conjunto de factores que pone en marcha un mecanismo -en este caso la violencia- que adquiere vida propia, se vuelve incontrolable para los aparentes cerebros (los políticos) y para los mismos ejecutores inmediatos (El Cóndor), las soluciones inmediatas de emergencia patinan (los Comités de paz). Y conste que estoy hablando de la película, de lo que ésta cuenta, cualquier relación con épocas modernas es responsabilidad exclusiva del lector o del espectador de la película, ya sea colombiano o extranjero.
Otro aspecto que presenta "Cóndores" a debate, es el de la relación entre la obra literaria original y la adaptación cinematográfica. Alvarez Gardeazábal es un autor muy directo, para él no existen Macondo, Comala o Combray sino Cali, Tuluá, Buga. Y no es que sea malo -ni más faltaba- que aquellas existan gracias a la creación de los novelistas, lo digo para resaltar la concepción tan concreta de Alvarez Gardeazábal. Sus personajes tienen una base muy fuerte en la realidad, pero al mismo tiempo adquieren dimensiones globales que impiden que se agoten en la referencia a seres reales. Norden toma unos rasgos básicos de tales concretos, deja de lado otros (por ejemplo el pasado familiar y sentimental de León María), crea otros (cómo el noviazgo de la hija) y con ellos edifica un universo muy propio y al mismo tiempo muy expresivo del Cóndor que vive en las páginas originales de la novela.
No he hecho sino enunciar aspectos, elementos y dimensiones posibles. Quisiera extenderme más, sobre todo en la construcción dramática que daría para un estudio completo, pero por hoy dejo así, consciente de que "Cóndores no entierran todos los días" será una de las obras más polémicas del cine colombiano actual, como lo fuera otra película de Francisco Norden en los años setenta, "Camilo, el cura guerrillero".