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Bobby Fischer (Tobey Maguire) y el soviético Boris Spassky (Liev Schreiber) en un duelo histórico que se vuelve personal. La película retrata al primero como un prisionero de su inteligencia.

CINE

La jugada maestra

A partir de una historia real, esta película recrea el encuentro de los ajedrecistas Bobby Fischer y Boris Spassky en 1972, con sus resonancias de la Guerra Fría. **1/2

Manuel Kalmanovitz G.
26 de marzo de 2016

Título original: Pawn Sacrifice

Año: 2014

Director: Edward Zwick

Guion: Steven Knight

Actores: Tobey Maguire, Liev Schreiber y Michael Stuhlbarg

Duración: 115 min

En otro ejemplo de traducciones fallidas, en esta película no hay una jugada maestra. Los que lleguen a las salas esperando un momento de iluminación, un peón que fulmina una partida, una torre que acaba con una reina o un alfil que explota y le quema las cejas a un gran maestro se quedarán con las ganas.

El título en inglés, Pawn Sacrifice, habla más claramente de lo que pasa acá: una figura con poco poder es sacrificada ante el altar de intereses mucho mayores.

El director Edward Zwick, que comenzó haciendo películas épicas en los años ochenta y noventa, le aplica un barniz de heroísmo a esta recreación de la partida de ajedrez de 1972, en uno de los momentos álgidos de la Guerra Fría, entre el estadounidense Bobby Fischer y el soviético Boris Spassky.

Fischer (Tobey Maguire) es retratado como un tipo levemente autista, que tiende a mirar fijamente puntos aleatorios del espacio y que sufre de problemas mentales que se manifiestan como caprichos expresados de manera acalorada y enfática.

Aunque Maguire no tiene la angularidad desmañada del ajedrecista real, sí transmite la tensión de alguien al borde del colapso nervioso, un paranoico patológico que ha caído prisionero de su propia inteligencia.

El duelo de ajedrecistas es el punto de llegada de la película, y el comienzo está dedicado, como es tradicional en las películas biográficas, a escarbar en la infancia de su protagonista en búsqueda de pistas que expliquen y hagan creíbles sus desarrollos posteriores.

En este caso, la paranoia de Fischer resulta justificada por el descubrimiento, siendo niño, de un auto que monitoreaba las actividades de su madre, una brillante emigrante rusa con la que el hijo eventualmente desarrollaría una relación conflictiva. “Representamos algo muy amenazante para ellos, para el ‘statu quo’”, le explica ella a su hijo. “La revolución”, contesta él obedientemente.

Pero esta idea de lo revolucionario queda en el aire en esta biografía más bien tradicional que prefiere hilar una historia lineal y simplificada. En el primer encuentro con los soviéticos, realizado dentro de una gira “de buena voluntad” por California, el contraste queda claro: de un lado está el ejército de grandes maestros de la Unión Soviética, hombres grises que duermen en hoteles de lujo, y del otro Estados Unidos, con un equipo de tres personas en un hotelucho destartalado.

Es una dinámica que se mantiene durante el resto de la película, donde Fischer es un individuo excepcional, incontenible y prodigioso, mientras que los soviéticos son una masa indefinida, con la excepción de Spassky (Liev Schreiber) que parece contagiarse levemente de la paranoia de su colega estadounidense.

La gran paradoja del individualismo extremo, donde surgen personas geniales que colapsan sin ayuda o apoyo de esa sociedad que los produjo, aparece apenas en el epílogo de la película, donde imágenes del verdadero Bobby Fischer, con la mirada febril y una barba larga y desordenada, ofrecen un contraste al retrato correcto pero poco estimulante que lo precedió. n

CARTELERA

**** Excelente  ***½ Muy buena   *** Buena   **½ Aceptable  ** Regular  * Mala

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