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Los actores naturales Natalia Polo y Tito Alexander Gómez protagonizan la nueva producción de Víctor Gaviria.

CINE

La mujer del animal por Manuel Kalmanovitz

En su cuarta película, Víctor Gaviria parte de una historia real para mostrar una barbarie machista descontrolada y arrasadora en las comunas de Medellín en los años setenta y ochenta.

Manuel Kalmanovitz G.
11 de marzo de 2017

País: Colombia

Año: 2016

Director: Víctor Gaviria

Guion: Víctor Gaviria

Actores: Tito Alexander Gómez y Natalia Polo

Duración: 120 min

Esta película de Víctor Gaviria es un asunto difícil, doloroso y desorientador. De un lado están los escenarios ‘naturales’ donde todo tiene lugar (las comillas son porque no son naturales, sino humanos): un barrio pobrísimo al final de una de las comunas de Medellín, cruzado por caminos sin pavimentar, con la desolación y fealdad de los límites no planeados entre zonas urbanas y rurales.

También están sus actores, sacados de las calles, que hablan con un lenguaje sencillo, expresivo, salpicado monótona y enérgicamente de insultos.

Estos tres elementos –escenarios, actores y lenguaje– hacen pensar que estamos ante un trocito de la realidad, que lo que veremos nos ofrecerá luces sobre eso que pasa en esas calles olvidadas. Además está el hecho –repetido con insistencia en la promoción de la película– de que está basada en una historia real.

Pero luego estos persona-jes sacados de la realidad comienzan a interactuar y ahí está la desorientación esencial de La mujer del animal: son figuras de un melodrama del siglo antepasado. Libardo Ramírez (una interpretación aterradora de Tito Alexander Gómez) es el “animal” protagonista, que es un puro villano de folletín aunque el barniz naturalista le permite ser explícito en sus arrebatos de violencia.

Para su víctima tampoco hay matices. Amparo Gómez (Natalia Polo, en otra actuación excelente) es una mujer profundamente inocente, portadora de una pureza blindada contra todo –uno diría que sobrenatural– que el villano no logra ensuciar a pesar de ejercer contra ella durante años su villanía.

Lo que sucede es simple: el hombre le da una poción a esta adolescente que le hace perder la conciencia, la viola, la embaraza y la mantiene cautiva durante años, visitándola de vez en cuando para darle patadas, jalarle el pelo, para violarla nuevamente.

La vida de ella es un retorno a un estado primigenio, a un hambre abrumadora, al que no sucumbe gracias a gestos aislados y dignificadores –barrer un piso de tierra, tender una cama encima de unos cartones, encender una fogata para cocinar– a través de los cuales preserva su humanidad.

El Animal lidera una banda de matones que hacen estragos en el barrio, delinquiendo y, sobre todo, violando adolescentes. Más que animal –porque en los animales difícilmente se encuentra la crueldad fogosa de este personaje– es un demonio enceguecido por el deseo, el poder y la violencia.

Al ver la película quedé con una desconfianza que no supe explicarme. ¿Tenía que ver con la monotonía de las palizas? ¿Con la falta de matices de esa gente en sus escenarios realistas? ¿Con el malestar que siempre me dan las películas que defienden la justicia por mano propia?

Luego me di cuenta de que la monstruosidad del animal estaba directamente relacionada con la idealización de la pureza femenina (en cierto momento dice, entre groserías, que ya la habría matado si no fuera virgen cuando la secuestró y la violó). Y esa era la razón de mi malestar: ¿cómo no desconfiar de una película que comparte con su villano titular la idealización irreflexiva de la pureza femenina? 

CARTELERA

Aquarius ****

El brasileño Kleber Mendonça Filho hace un retrato rico y matiza-do del universo familiar, musical y físico de una escritora (la excelente Sonia Braga).

Logan ***

La despedida del X-Men más temperamental es una reflexión melancólica sobre la paternidad y el fin de una era.

El hombre de las mil caras **

Reconstrucción correcta y poco emocionante de los escándalos locales que rodearon a un espía en la España de los noventa.

Jackie **½

Retrato de la viuda de John F. Kennedy tras su asesinato, dirigido por el chileno Pablo Larraín.