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LA NOVELA INTELECTUAL

Una afirmación del poeta en constante ejercicio de su capacidad creadora

1 de agosto de 1983

"La muerte de Alec" de Darío Jaramillo Agudelo. Plaza y Janés 126 páginas 1983.
"Tengo que buscar hechos que den lugar a la poesía, al misterio y que sobrepasen y confundan la explicación". Este pensamiento de Felisberto Hernández, que aparece como un engranaje más en la novela "La muerte de Alec", (en el cabalístico capítulo 13), tiene la enorme virtud de insinuar el método que siguió Darío Jaramillo en la construcción de su relato. Podemos afirmar que los hechos narrados allí muy poco revelan. La anécdota, casi inexistente, describe un "party" en San Francisco (California), donde una pitonisa ve un mal augurio como suspendido en la frente del destinatario del relato; describe la amistad de éste con el narrador, y más tarde con Alec, ex combatiente de Vietnam; narra el forzado intercambio de información y experiencias literarias, la aparición de nuevos augurios atrapados entre lo aparente y lo anodino; las analogías que se despliegan a partir de la lectura de un cuento de Felisberto Hernández; y, en fin, la escena trágica en la que Alec perece.
Tales son los hechos que, asilados o desnudos, pueden carecer de significación. Su importancia reside en lo que a través de ellos se insinúa, o sea; la trama secreta del mundo, el destino oculto de las cosas, visible solo, quiza, para quienes pueden ver más allá de la apariencia de la realidad. Augurios y premoniciones. Ahora bien, el misterio que se suscita en la novela está, más que en los acontecimientos, en las conjeturas del narrador que se va abriendo camino a través de la espesa niebla que la trama precipita. Los hechos asi presentados no son más que puntos de apoyo del argumento, columnas sobre las que se levanta la delicada estructura del relato. El argumento verdadero lo constituye la red de relaciones implicadas, y la suma de citas que se precipitan desde la enorme vocación literaria del autor; con lo que va conformando el "dibujo en el tapiz" como decía James.
"La muerte de Alec" es una novela intelectual, en el sentido que está planteada y resulta como lo haría un alumno aventajado del quimérico Monsieur Teste, con exquisito rigor y una transparente animación en su prosa. Es novedad en nuestras letras lo que de universal hay en ella; ora se vincula a Felisberto Hernández, en su mística esencia; ora a Malcom Lowry: "siempre que quiero leerme leo a Lowry"; más adelante a la osada doctrina mágica de Yeats, o a la razón razonada de Poe.
Indirectamente, Jaramillo ataca con su enorme economía de medios esa espantosa peste de los escritores en formación: la desvergonzada verbosidad.
Darío Jaramillo con "La muerte de Alec" más que afirmar su capacidad narrativa anuncia a un entusiasta ensayista erudito, revela a un lector sensible y suspicaz, y describe la tarea de un poeta en constante ejercicio de su capacidad creadora. Pero es claro que al someter su relato al rigor de la exposición intelectual, olvidó que la disposición imaginativa cuando está acompañada de las emociones sensibles gana mucho en vitalidad artística.
En esta perspectiva es grande la admiración que profesamos por lo que el poeta escribe, pero nos deJa al final, en la última página, nos deja ahí plantados, sin que jamás lograra convencernos. -
Enrique Pulecio Mariño -