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Un joven pone una flor en el arma de un policía (izq). Los Flippers (centro). El sacerdote Camilo Torres (der). | Foto: archivo particular.

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¿La revolución de los sesentas se quedó en los sesentas?

La dramaturga Patricia Ariza, el músico Arturo Astudillo y el peridista Eduardo Arias analizaron en Semana en Vivo el legado de de esa década en Colombia.

22 de agosto de 2014

La religión, los derechos humanos, la educación, la liberación sexual, las telecomunicaciones, la música y la visión de las drogas cambiaron para siempre en Colombia y en el mundo en de la década de los sesentas.

En aquellos años, aterrizaron en el país el rock ‘n’ roll, la música de protesta y la balada. La tendencia estuvo marcada por el blue jean, la minifalda y los hombres con el pelo cada vez más largo. El hippismo se abrió paso entre los colombianos y surgieron movimientos estudiantiles, el nadaísmo y la insurgencia.

Mientras tanto, en el terreno artístico, Bogotá, Cali y Medellín abrieron las puertas de sus teatros más representativos.

Para Patricia Ariza, dramaturga, poeta y fundadora Teatro La Candelaria, en Bogotá, Colombia pasó de ser un país “aldeano” a uno más enfocado en la escena citadina. “Eso también se reflejó en la violencia”, comenta Ariza en diálogo con Semana en Vivo.

Para el periodista Eduardo Arias, lo que hizo que los años sesentas estuvieran plagados de acontecimientos históricos que cambiaron desde la religión hasta la geopolítica fue la llegada de las telecomunicaciones, con la transmisión de las guerras y las protestas.

Ariza señala que “la televisión llegó a Colombia en 1957 y se consolidó en los sesentas. Eso transformó la cultura. Además, en América Latina, los movimientos de liberación contra las dictaduras se constituyen en esa década”.

Ese poder de interconectividad por medio de la imagen hizo que en Colombia incluso se levantaran voces de protesta contra eventos internacionales como la guerra en Vietnam. “Era muy normal llegar de una manifestación política a la universidad después de ser gaseado”, recuerda la dramaturga.

Al tiempo que Francia convulsionaba en mayo de 1968, una juventud politizada se abría paso en escenarios diversos de las artes, la literatura y la religión. Así lo recuerda Ariza al mencionar a Orlando Fals Borda y al padre Camilo Torres, fundador y cofundador, respectivamente, de la primera Facultad de Antropología de América Latina, la de la Universidad Nacional.

“Orlando y Camilo lograron que la sociología llegara a los barrios y a la gente”, señala.

Arturo Astudillo, músico y exintengrante de Los Flippers, recuerda que hasta esa década, la música
sufrió una revolución desde los mismos instrumentos.

“Antes, las guitarras las fabricaban los mismos músicos, pero (en los sesentas) llegaron la guitarra eléctrica, los Beatles, los Rolling Stones… el rock ingles fue lo que más se posesionó”, comenta el guitarrista.

Hasta hace 50 años, los ‘rumbeaderos’ eran para adultos, pero gracias a Los Flippers y otras agrupaciones como ellos, se gestaron espacios donde miles de jóvenes se congregaban a escuchar, cantar y bailar al ritmo de la música con la que se identificaban.

“Dicen que el rock en español llegó a Colombia en los sesentas, pero nosotros ya lo cantábamos desde décadas atrás”, afirma Astudillo. “En el parque de Chapinero nos conglomerábamos a tocar en el escenario frente a unas 4.000 personas. Ahí se reunían hippies y se formaron las famosas comunas”.

Aunque la música de protesta fue uno de los agregados culturales más prominentes en los sesentas, en Colombia no progresó.

“Hoy en día, cuando alguien quiere oír canción de protesta, recurre a Mercedes Sossa… a cantantes de otros países –señala Ariza–. Aquí hubo un movimiento fuertísimo, pero no progresó. Lo mismo con el teatro. Todo lo hicimos sin apoyo”, tanto que el representativo Teatro de La Candelaria, en el Centro de Bogotá, estuvo a punto de cerrarse. “Nos querían echar. Pero nosotros no nos dejamos. Esa casa era de Luis Carlos Sarmiento, pero el Concejo votó por unanimidad a favor de nosotros”.

Aunque la canción de protesta no progresó, el rock ‘n’ roll llegó con un eco que perdura hasta hoy.

Astudillo recuerda que “Woodstock fue tan importante que incluso se replicó en Medellín con el festival de Ancón. Fue un reflejo de las ganas de los jóvenes de hacer cosas importantes en la música. De ahí, comenzaron a hacerse conciertos también en Melgar, en Manizales… a los que llegaban grupos y público de todo el país. Ese movimiento llegó hasta el 65, porque muchos músicos se fueron a otros países por cuestiones de orden público o porque no prestaban los escenarios”, recuerda Astudillo.

“El blues y el rock serán siempre los padres de cualquier género que se cree en la actualidad”, asegura el músico.

Pero ¿la revolución de los sesentas se quedó en los sesentas?

Para Ariza, “no hay un cambio de época, sino una época de cambio. La cultura en Estados Unidos y en Europa ha decaído muchísimo, mientras que América Latina y África surgen con mucha Fuerza. Rock al Parque, por ejemplo, fue una cosa excepcional, si sumamos que no hubo muertos ni tragedias. Ahora quiero trabajar por la paz, que se debe crear desde la cultura”.