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LA ULTIMA COSECHA

Con profusión de géneros, tendencias, tamaños y colores, Colcultura se expone, otra vez, a la complacencia y la ira.

30 de agosto de 1982

Mientras cantantes colombianos y extranjeros continuaban las funciones de ópera -el espectáculo que ha sido criticado como "elitista, sofisticado e inútil" razones con las que algunos críticos tratan de tumbar la cabeza fotogénica de Gloria Zea-, en el Auditorio Skandia la directora del Instituto Colombiano de Cultura hizo un balánce de los programas editoriales cumplidos desde 1974 y presentó los 33 libros editados durante 1982 y los números sobrevivientes y empecinados de "Gaceta" y la "Revista de Antropología".
Sobre los libros han caído como golpes a una piñata, toda clase de calificativos. Por un lado los afortunados y benévolos que destacan, por ejemplo, la aparición de un "Extracto de poesía" del voluntariamente silencioso Jaime Jaramillo Escobar, de una "Selección de textos" de Ramón Vinyes, lograda con el ánimo de lupa de Jacques Gilard, y de una compilación de documentos que Juan Friede empacó en dos tomos de "La rebelión Comunera de 1781". Por otro, los calificativos adversos y ácidos que impugnan, por ejemplo, los tres volúmenes del "Manual de Historia de Colombia", realizados bajo la dirección de Jaime Jaramillo Uribe como una andanada marxista, o algunos títulos como "¡Oh! ¡Gloria Inmarcesible!" de Alba Lucía Angel o "Historias reales de la vida falsa" de Jaime Echeverry, tildados de procaces.
En honor a la verdad hay que decir, entonces, que en este balance editorial del primer semestre hay de todo. Como en los mercados de pueblo. Y cada quien puede tomar lo que le provoque: Cuadernos de Poesía, Biblioteca Básica Colombiana, Colección Autores Nacionales, Historia Viva, Colección Regional, Colección Popular, Revista Gaceta y Revista de Antropología y Ediciones Procultura Colcultura.

DETALLES Y DISGUSTOS
Con los siete títulos aparecidos este año, los Cuadernos de Poesía, comparables a los de la lejana Colección Popular que se vendía a tres pesos y que constituyen tesoros bibliográficos llegan a un total de once. Al extracto citado de Jaime Jaramillo Escobar (X-504, el ganador del Premio Cassius Clay de Poesía Nadaísta), hay que agregar "20 poemas" (Eduardo Carranza), "La palabra sin reino" (Elkin Restrepo), "Un país que sueña" (Aurelio Arturo), "Tú también eres de lluvia" (Santiago Mutis Durán), "Campanas encendidas" (Oscar Delgado), y una compilación que hizo Roberto Burgos Cantor de la poesía de Luis Carlos López, el inmenso, el indefectible "Tuerto" de la literatura colombiana.
En su absorbente operación de rastreo y seguimiento, Jacques Gilard descubrió que, 15 días antes de morirse, don Ramón Vinyes quiso venirse a entregar su alma al viento del Caribe, frente al mar y el ron y las mulatas que no dejan dormir. Y descubrió otras cosas, muchas más. El periodismo español del escritor catalán, fechado entre 1920 y 1940, todo el "Reloj de Torre", de "El Heraldo", y otros textos reclutados con la ayuda de José Vinyes, hermano del sabio. El descubrimiento le dio para dos tomos y esa "Selección de Textos" está impresa en los números 53 y 54 de una "Colección de Autores Nacionales"(la preguntica: ¿Gilard? ¿Vinyes?) que completa 56 volúmenes. El número 51 lo integran las "Novelas" de Arturo Echeverry Mejía, un escritor que merece atención especial, y están también "Mi gente", del ex-presidente Alberto Lleras (52), "El árbol que canta", Eduardo Castillo (55) y "No todo es así", de Jesús Zárate Moreno (56).
Hay que mencionar, y para desarmar a quienes ven los fantasmas rojos del marxismo campeando por las páginas y las solapas de los libros de Colcultura, que en la quinta serie de la Biblioteca Básica Colombiana, los dos últimos números (el 49 y el 50 de una colección que pretende agrupar 100 títulos sobre temas diversos como la economía y el arte, la filosofía y la historia), están dedicados a "El Pensamiento Conservador en Colombia", una compilación de Roberto Herrera Soto, que irrumpe con Francisco Berbeo y pone punto final con Gabriel Melo Guevara. También hay poesía en la Biblioteca Básica, para que las palabras no se vuelvan de piedra. Juan Gustavo Cobo reunió el "Album de poesía colombiana", en el número 41 y el 46 está dedicado a la prosa y a la poesía mágicas de Alvaro Mutis. Por los otros números responden Armando Solano ("Glosas y ensayos") Lucas Caballero ("Memorias de la guerra de los mil días"), Enrique Pérez Arbeláez ("Alejandro de Humboldt en Colombia"), Oscar Delgado vale por dos ("Escritos, económicos y jurídicos-Florentino González" y "Antología de escritos-Francisco de Paula Santander y Vicente Azuero") y Gabriel Giraldo Jaramillo, por "La miniatura, la pintura y el grabado en Colombia".
Las series "Historia viva" y "Colección regional" son las minoritarias en número y las confianzudas en el empleo de papel. De la primera son los dos tomos del historiador Juan Friede, acerca de la "Rebelión Comunera 1781", y el tomo correspondiente a "El proceso ideológico de la emancipación en Colombia", de Javier Ocampo López. La segunda la forman dos libros, fruto de la conjunción de esfuerzos regionales: "Antología poética" de Antonio Llanos, y "El notario de mi pueblo" de Alfonso Bonilla Aragón.
Para los autores sin bombo ni fanfarria, voraces trabajadores de géneros como la novela, el cuento y el teatro, también hay cabida. La Colección Popular, 40 títulos, tuvo tinta y papel estos meses del año para Umberto Valverde, Augusto Pinilla, Eduardo García Piedrahita, Ricardo Cano Gaviria y 17 autores de cuentos, colombianos.
Fin de discurso con la chispa de la polémica: Ediciones ProculturaColcultura. Los interesantes artículos del crítico uruguayo Angel Rama, reunidos en el primer libro de temas latinoamericanos ("La novela latinoamericana 1920-1980"), "Aspectos políticos del primer gobierno de Alfonso López Pumarejo" y el "Manual de Historia de Colombia" que según dicen en "El Siglo", nos llenó de marxistas la anquilosada y somnífera literatura histórica colombiana, pesar de bachilleres, y sirvió para colocar a Gloria Zea, retratada por un fotógrafo famoso, en el centro de un tiro al blanco comprado al debe con el presupuesto pobre de nuestro Instituto Colombiano de Cultura.