Home

Cultura

Artículo

LA VIEJA URBANIDAD DE MEDELLIN

Las fotografías de Melitón Rodríguez, un testimonio del desarrollo armónico de la ciudad en el pasado.

25 de abril de 1983

El reciente desarrollo urbano entre nosotros ha sido algo más que caótico como lo demuestran con amplitud muchas de las fotos actualmente a la vista en el Centro Colombo Americano de Bogotá. Allí se exhibe el trabajo de quien fuera observador ejemplar de Medellín, Melitón Rodríguez.
Con técnicas importadas de Francia y aprendidas a través de la lectura cuidadosa de manuales de instrucciones, y con técnicas inventadas por él, como para superar las grandes limitaciones de Medellín que entonces no tenía fluído eléctrico, Melitón Rodríguez desarrolló una visión clara, precisa y desprejuiciada, que nos-indica de manera bastante directa el estado de cosas en aquel momento.
Desde 1892 hasta 1938 dio fe de testigo sobre diferentes aspectos del medio en el cual se movía. Algunos de esos aspectos quedaron fotografiados a solicitud de parroquianos pertenecientes a distintos estratos sociales que lo buscaban para que hiciese retratos, o grupos familiares, o de gremios, o de clubes, o grupos de militares, etc. Pero también anotó otras categorías que son las que nos interesan aquí, como fueron los aspectos urbanos y colectivos, sin que nadie se lo pidiera y sencillamente porque quiso dejar evidencia de lo que en esa epoca eran Antioquia y su capital.
Sus fotos nos indican que en Medellín existía una situación de crecimiento , equilibrado, en la cual las distintas instituciones que dan cuerpo a la función civil mantenían una relación proporcional y relativamente efectiva con el número de ciudadanos y la magnitud de sus expectativas. En las fotos a la vista en el Colombo Americano se nota, entre otras cosas, una gran limpieza urbana cuya magnitud evidencia que no puede provenir exclusivamente de cualquier servicio municipal de escobitas, sino también de un marcado intento ciudadano por mantener la pulcritud de los espacios públicos.
Ellos componen la escenografía de esta polis en la que ya se comienzan a sentir signos de pujanza económica y productiva, pero en la cual toda actividad está todavía supeditada a la voluntad de vivir bien.
Cuando no son retratos individuales ni de grupos, las fotos nos refieren una Medellín de calles asoleadas, recorridas por un aire transparente, ocupadas por un espíritu que pudiéramos llamar dominguero, y preocupada por mantenerse limpia por ser bella, por enlucirse con edificios de mucha gracia y que, desafortunadamente y en su mayoría, han sucumbido ya a lo que equivocadamente hemos llamado progreso. Las calidades de vida perdidas desde aquélla a ésta parte pueden ser enumeradas para que nadie las olvide;
1. La relación complementaria y positiva de la ciudad con el campo,
2.La ciudad como ente vivo, protegido por sus ciudadanos,
3.La relativa eficiencia y proporcionalidad de las instituciones cívicas para con el cuerpo al cual deben atender, y
4.La presencia de monumentos edilicios que son testigos de una saludable coquetería urbana.
Es un serio error de visión el intentar clasificar a la Medellín de fines del siglo 19 y de principios del siglo 20, como algo menos que una ciudad: como un pueblo grande y provinciano, porque quizás en aquella época fue más ciudad que nunca. Por el contrario, es preciso enfocar el fenómeno con la óptica que permite identificar los posteriores acontecimientos sociales, políticos y económicos como responsables de las tremendas migraciones desde la zona agrícola, y que dieron al traste con la existencia de lo que en pleno sentido del término se llamaba ciudad. Fue la idea de progreso desmedido, basado en una industrialización algo alocada y que no tuvo en cuenta, nítidamente, los factores reales que tienen que estar presentes y conjugados para justificar un proceso tal, los que acabaron con la ciudad y la sustituyeron por la monstruosa forma urbana que aniquiló su valle, devoró su entorno y destruyó su ecología.
Para decirlo con palabras que son un lugar comun, Medellín perdió sus proporciones y se volvió una terrible y siempre creciente mancha de aceite; se llevó a cabo un tremendo proceso de cambio de estructuras y se sustituyó a los ciudadanos que conocían bien y se desempeñaban bien en las funciones urbanas, por habitantes, quienes suman millones para satisfacción de los que miden el progreso numéricamente. Esos habitantes, así a secas son incapaces todavía hoy de relacionarse adecuadamente con la ciudad, no conocen la utilización correcta de las técnicas urbanas de existencia y por ende no han podido heredar la antigua urbanidad de Medellín.
Ya en 1895, Melitón Rodríguez tomó la famosa foto de los zapateros que ganaría una medalla de oro en los Estados Unidos. En esa obra anota las características de un grupo incorporado a la vida urbana aunque lleve a cabo una muy humilde labor. En ella está bien a la vista la decisión modernísima de Melitón de no "posar" a sus sujetos, sino, por el contrario, mostrarlos cuando llevan a cabo sus labores como si no supiesen que un fotógrafo, con el complejo aparataje de los profesionales de la época, los estuviese mirando con su lente. La búsqueda de esa naturalidad en lo visto también servirá para que nos relate el nexo elemental de la ciudad con su región adyacente y agricolamente productiva, como cuando nos muestra a un boyero con sus bestias en plena calle Palacé, o las recuas de mulas que los arrieros llevan a la ciudad.
La constancia que dejan estas fotos de lo que se tuvo y se ha perdido, justifica ampliamente que se hable, ahora, de la necesidad de reconstruir nuestras ciudades. Es aparente que Medellín no es la única de las urbes colombianas que ha sido víctima de los procesos recién anotados. Sólo que pocas como ella contaron con un testigo de conciencia tan exacto en sus datos y apreciaciones como Melitón Rodríguez.
Para bien de todos y en el caso específico que nos Ocupa, existe actualmente un renacimiento del espíritu cívico, apoyado por la acción, a veces desprovista de las herramientas necesarias, y por ello acción minúscula que no permite aportar soluciones sensibles, de interesantes profesionales quienes intentan la reconstrucción de la Villa del Aburrá. Entre ellos hay economistas, planificadores urbanos y regionales, empresarios industriales y comerciales, periodistas y difusores, administradores urbanos y por supuesto arquitectos y artistas. En esta última categoría se inscribe uno de los grupos de profesionales más interesantes de toda la nación.
La actual exposición del Centro Colombo Americano de Bogotá posiblemente será circulada por Colombia. Si ello sucede, se hará un significativo aporte a la concientización imprescindible para que se inicie en serio el proceso de reconstrucción urbana del país. Ese nuevo proceso no podrá constar, simplemente, de la intención sensiblera de volver a fabricar lo que antes existía, de volver al pasado, porque, entre otras cosas, ello es, más que desaconsejable, imposible. La reconstrucción tendrá que consistir, necesariamente, en la reinvención de una ciudad con la cual todos podamos entendernos de nuevo. -
Galaor Carbonell.-